Zakie Smeke/ Somos una sociedad y un Estado que ha decidido tolerar la barbarie. Conversando con Jacobo Dayán Askenazi

En entrevista Jacobo Dayán Askenazi comparte aspectos de su trayectoria que contribuyan a reflexionar sobre  la violencia en nuestro país

Enlace Judío México e Israel – Jacobo Dayán Askenazi es especialista en Derecho Penal Internacional, Justicia Transicional y Derechos Humanos. El propósito periodístico de esta entrevista consiste en difundir aspectos de su trayectoria que contribuyan a reflexionar sobre  la violencia en nuestro país desde una perspectiva conformada por los diversos campos en los que nuestro entrevistado se desempeña: académico, investigador, activista y divulgador.

Jacobo platícanos de la Cátedra Nelson Mandela, UNAM que coordinas, ¿Cuándo inicia, cuáles son sus objetivos y cómo los alcanzan?

La Cátedra Nelson Mandela de Derechos Humanos en las Artes, de la Coordinación de Difusión Cultural UNAM, creada en 2015 es un espacio de reflexión y encuentro interdisciplinario que tiene el objetivo de explorar y profundizar en el vínculo entre la práctica artística y la defensa de los derechos humanos.

Se funda por un acuerdo con la embajada de Sudáfrica en México para tratar de visibilizar las situaciones de marginación, discriminación y observar cómo se representan estos aspectos en las dimensiones culturales y artísticas.

Se busca generar empatía y cambios sociales a través del arte porque no existe una narrativa que aterrice y haga comprensible el fenómeno de la violencia a la población. Desde que empecé a coordinar la Cátedra la encamino a entrever la gran violencia de nuestro país.

¿Cómo utilizan al arte como instrumento para crear empatía con las víctimas y con las situaciones de violencia que afectan a  nuestro país?

La Cátedra aborda de manera transversal el tema de la  violencia y violaciones a los derechos humanos en las diversas manifestaciones culturales: teatro, danza, cine, música. El arte y la cultura son  instrumentos de obstrucción frente a la violencia. Las víctimas intentan concientizar a la sociedad, oponerse a los criminales y a la negligencia del Estado mediante: la expresión y la resistencia. La difusión artística de estos temas alcanza a públicos mayores, incluso internacionales, que no necesariamente están en contacto con la información dura de la violencia en nuestro país.

En tu libro No es Normal, la violencia no es normal (Educal.com.mx) afirmas que: “como dicen las abuelas nos hemos acostumbrado a la violencia y desarrollamos una cierta inmunidad ante las cosas más horribles. Lo primero que tenemos que hacer es entender qué es la violencia.” ¿Cuál es tu definición de violencia y de cuántos tipos de violencia podemos hablar?

La definición de la violencia es muy amplia, pero cualquier intento o acción que atropelle o lesione lo más esencial del ser humano que es la dignidad humana. Todo lo que humillé los derechos y las oportunidades contra  los individuos y los colectivos es violencia.

Podemos hablar de violencias diferenciadas. El fenómeno la desaparición forzada, la violencia en contra de las comunidades indígenas porque las empresas o el Estado golpean tierras y territorios con el objeto de construir megaproyectos, los feminicidios, la violencia hacia los adultos mayores, las personas con discapacidad y los indígenas.

¿Qué tan grave es la violencia en México?

En México atravesamos una crisis humanitaria profunda. Las cifras que escuchamos son alarmantes. El entorno mexicano es de gran violencia, casi alcanza el término de conflicto armado. México suele aparecer en los primeros tres lugares de periodistas asesinados junto con Irak, Siria, y Afganistán.

En América Latina estamos en los primeros lugares de atentados contra defensores de derechos humanos y defensores de la tierra, detrás de Colombia y  Brasil. No obstante, si hacemos un análisis y una comparación con otros países de Latino América, incluso desde la persecución de la llamada Guerra Sucia (lo cual no demerita la violencia en México) las cifras son inferiores a lo que ocurrió en la Argentina y en países con dictaduras en Centro América o en el país colombiano.

Es decir, México venía arrastrando una historia de violencia, aunque; no tan aguda como la que se vivía en otros países de América Latina, pero con la deleznable decisión del presidente Felipe Calderón de sacar al ejército a las calles se disparó la violencia en nuestro país. Ahí están las gráficas que indican que la violencia se incrementó de manera alarmante desde la salida de la milicia para combatir al crimen organizado. Fue echarle gasolina al fuego. Lo que tenemos desde entonces  son cifras, ahora sí, comparables con  la de países con conflicto armado.

¿Qué otros factores han contribuido para llegar a esta situación?

Me preguntas cómo hemos llegado a esta situación, por la ignorancia de la sociedad civil y del Estado que no quieren mirar lo que sucede.

En tu libro, https://reconquistandolalaguna.colmex.mx/ (2007-2014) escrito en colaboración con Sergio Aguayo, formulan la tesis: “para llegar a un caso de éxito en términos de combate a la violencia se requiere de la participación conjunta de la ciudadanía: artistas, empresarios, académicos, religiosos, instituciones públicas.”  ¿Somos una sociedad indiferente ante la realidad social?

Como te mencioné, a la población, a la sociedad y al Estado no le preocupan los muertos, ni los desaparecidos, ni las fosas clandestinas. Hay, aproximadamente, cuatro mil fosas clandestinas, 80,000 personas desaparecidas, 100, 000 personas asesinadas y a la población le perturba más la corrupción que los asesinatos.

Esto es un desvío, hay una desorientación moral en la sociedad atroz y los gobiernos son indolentes e irresponsables. Se demuestra que no depende del partido político que esté en el poder .

Se otorga mayor importancia a  la corrupción de los agentes del Estado que a los desaparecidos. Por ejemplo, vemos los casos del Chapo Guzmán y del General Cienfuegos procesados por corrupción, pero los crímenes jamás son llevados ante la justicia. Somos una sociedad y un Estado que ha decidido tolerar la barbarie.

¿En relación con la justicia y la verdad para las víctimas, ¿consideras que tenemos un Estado de Derecho fracturado?

En México jamás a existido el Estado de Derecho. No es algo que tuvimos y en algún momento lo perdimos; la soberanía se soporta en el control político de la justicia. Somos una sociedad y un Estado que privilegian la venganza sobre la justicia y ahí están los ejemplos, lo que pide la plaza pública son más castigos, más años, más venganza. El Congreso lo que aprueba es la prisión preventiva, el aumento de pruebas, la venganza. Ni la sociedad ni el Estado salió a buscar a los desaparecidos de la Guerra Sucia, un período que comprende desde el final de la década de 1960 hasta finales de los años setenta. Este país ha sido construido bajo la lógica del control político de la justicia y nunca sobre el Estado de Derecho. Agregaría algo más grave: con una apuesta permanente al olvido.

¿Te refieres a la propuesta del presidente Andrés Manuel López Obrador de perdón y el olvido dirigida a las víctimas?

No solo eso, sino que Andrés Manuel López Obrador en entrevista  dijo que él estaba a favor del punto final con un profundo desconocimiento del significado de esa frase para América Latina. Yo coordiné las mesas de diálogo entre víctimas, academia, expertos nacionales y extranjeros, Organizaciones no Gubernamentales, para generar una propuesta de  justicia y reparación y  todos los acuerdos fueron rotos y abandonados por el actual gobierno desde el inicio de su administración. Sabemos que no hay transformación posible sin verdad, sin justicia, sin reparación.

¿Como ciudadanos, qué es posible hacer?

Cuando vivimos en tiempos de violencia e impunidad extraordinarios, no podemos reaccionar de manera ordinaria. Yo me desempeño como profesor, investigador, divulgador y activista. Tengo un pie en cada uno de estos espacios y opino que la sociedad mexicana en su conjunto no ha estado a la altura del reto. Sobre todo, las élites, la clase empresarial, los medios de comunicación, las Iglesias, pero tampoco la academia, los actores, la clase cultural y artística. No han ha estado a la altura del problema. Evidentemente, la clase política tampoco. Entonces no podemos pretender resolver un problema de esta magnitud sin estructuras sociales sólidas y comprometidas.

¿Cómo se construyen estructuras sociales comprometidas?

Es algo que me pregunto todos los días. ¿Qué necesitaría ocurrir para comprender porque no nos indignamos ante lo que sucede y en cambio nos volvemos indiferentes?

Me gustaría dar un ejemplo: cuando apareció la fotografía del niño sirio Alan Kurdi, de origen kurdo de tres años que apareció ahogado en una playa de Turquía. Vemos su cadáver en la costa turca y a un agente de la policía transportándolo. Esa imagen dio la vuelta al mundo colocando la gran problemática de la crisis humanitaria siria.

En cambio, cuando circuló una fotografía similar que ilustra la dureza de la crisis migratoria. Un hombre y su hija ahogados en el río Bravo. Sorprendentemente, la fotografía no generó ningún tipo de indignación o muy bajo en la sociedad mexicana. Eso indica que estamos ante un proceso de negación no de falta de indignación.

Otro ejemplo, las víctimas son las que se movilizan y prácticamente están abandonadas. Ellas solo son acompañadas por un puñado de académicos tratando de concientizar a la sociedad sobre el tema, de organizaciones de derechos humanos, de periodistas independientes.

Si uno mira la televisión o lee los periódicos, nos enteramos de  la numeraría del horror, pero nunca hay un espacio serio para la reflexión sobre la violencia, para dialogar en un intento de comprenderla, si eso es posible. Eso no genera empatía.

Considero que, si no hay espacios para reflexionar sobre  el tema, entonces como no se comprende se genera una mayor indiferencia por saturación de las cifras de horror. Por ejemplo, los zapatistas acaban de anunciar que se van a ir a Europa para tratar de visibilizar la situación porque desde hace 26 años ellos tuvieron que taparse el rostro para que los volteáramos a ver. Hoy, el Ejército Zapatista y el Consejo Nacional Indígena están tratando de levantar la voz en una sociedad que decide no verlos. Rápidamente, la sociedad mexicana se indigna cuando ve el trato que se viven los migrantes allá, pero decide quedarse callada con lo que pasa aquí. Tampoco es que sea una sociedad indiferente a todo lo que sucede, pero su indiferencia es selectiva.

¿Cómo explicas esta indiferencia selectiva?

Pienso que es un mecanismo de defensa para tratar sentir que la violencia no está cerca, pero que impide darse cuenta que cada vez está más cerca.

La otra cara de la violencia es la construcción de la paz. ¿Cómo construirla?

No hay paz sin ciudadanía; ni democracia, sin demócratas para ello es necesario construir conocimientos sobre derechos y obligaciones. El gran problema de nuestro país es que no somos una sociedad participativa. Parece que lo público es ajeno a todo mundo. Mientras no exista esa construcción de ciudadanía y de interés en los asuntos de la vida pública estaremos esperanzados a que una clase política iluminada llegue y pretenda resolver la situación. Eso no va a ocurrir.

¿Cómo vivir en este panorama tan desolador sin intentar cambios?

En algún momento tendremos que contagiarnos de otros valores, de una visión del mundo diferente. Repito estamos en una situación extraordinaria y cada quien con su conciencia. No estamos así por la llegada de AMLO, sino porque sociedad y gobierno han decidido apostarle al perdón y al olvido y la no a la creación de instituciones y a fomentar el estado de derecho.

Uno de los propósitos de la Cátedra Nelson Mandela consiste en generar empatía con las víctimas. ¿La difusión, la reflexión, la comprensión y el diálogo sobre estos temas es una herramienta de construcción para la paz?

Emprender la empatía con las víctimas es fundamental sino fomentamos una sociedad indiferente, que mira hacia otro lado. La única fuerza que yo sigo encontrando para seguir adelante está en los familiares de las víctimas. Si las madres de los desaparecidos continúan luchando a pesar de su dolor, pues uno también lo hace. Javier Sicilia Zardain, activista, poeta, ensayista, novelista y periodista mexicano, en algún momento, mencionó que las víctimas son “la reserva moral de este país”.

Para finalizar, como decía el filósofo francés Albert Camus, “yo prefiero estar del lado de quienes padecen la historia.”

*La obra  del filósofo francés Albert Camus representa la universalidad de los derechos del hombre vistos por un escritor. Premio Nobel 1957, su obra ha sido traducida a sesenta idiomas. (Albert Camus, Hors-serie, Le Monde, 2013)

*Jacobo Dayán es especialista en Derecho Penal Internacional, Justicia Transicional y Derechos Humanos. De 2007 a 2013 fue director de Contenidos del Museo Memoria y Tolerancia de la Ciudad de México. Además de ser profesor de las materias de Genocidio y Crímenes de Lesa Humanidad, y Libertad y Tolerancia en las Sociedades Contemporáneas, en la Universidad Iberoamericana donde también conduce el programa radiofónico Bitácora DH en IBERO 90.9. Es también coordinador académico de la Cátedra Nelson Mandela de Derechos Humanos en las Artes de la UNAM, imparte cursos y talleres sobre apreciación musical y sobre derechos humanos.

*La autora es Doctora en filosofía política, Maestra en periodismo político y psicoanalista.


Las opiniones, creencias y puntos de vista expresados por el autor o la autora en los artículos de opinión, y los comentarios en los mismos, no reflejan necesariamente la postura o línea editorial de Enlace Judío.

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Zakie Smeke: Columnista, psicoanalista y consultora organizacional. Escribo en los siguientes portales: https://dereporteros.com//?s=Zakie+Smeke https://lineapolitica.com/piso-11/ Colaboró con entrevistas y columnas en el periódico y la revista de la Comunidad Monte Sinaí y en la revista Enfoque de Betel Me he desempeñado en consultoría a empresas, docencia y en clínica psicoanalítica. *Doctora en Filosofía Política Maestría en Periodismo Político Psicoanalista https://twitter.com/z_smeke?lang=es