Enlace Judío.- En la oscura bruma de maldad que fue el campo de exterminio de Auschwitz-Birkenau sonaba como una torre de Babel de lenguas. Una de ellas era el judeoespañol, cuyos dichos, cantigas y bendiciones ayudaban a sobrellevar la sombra alargada de la depravación. Esa era la lengua que susurraba una joven de apenas 17 años que había sido deportada en el verano de 1943. Se llamaba Annetta Florentin y había nacido en Salónica (Grecia) en abril de 1925. El sábado falleció a los 95 años, publicó El País.
Griega de origen sefardí, Annette Cabelli, la española que sobrevivió a Auschwitz, aprendió a hablar español siendo niña y adquirió la nacionalidad gracias a la aprobación, en 2015, de la ley que saldaba una deuda histórica con los judíos expulsados de España en el siglo XV.
Cabelli aprendió a hablar español por empeño de su madre, y adquirió la nacionalidad gracias a las modificaciones legales que reconocieron la deuda de España con este grupo de judíos expulsados por los Reyes Católicos.
Su última visita a nuestro país tuvo lugar en enero del año pasado, cuando asistió a un acto con motivo del 75 aniversario de la liberación de Auschwitz. Cabelli se trasladó a Madrid desde su residencia de Niza (Francia) y durante su breve estancia en España, justo antes de la pandemia, dio cuenta, en un perfecto español ladino, de las atrocidades que soportó en el campo de concentración de Auschwitz, al que fue trasladada desde su Salónica (Grecia) natal, y el antisemitismo que sufrió durante toda su vida.
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Cabelli creció en una comunidad sefardí con su madre y dos hermanos mayores, ya que su padre murió cuando ella tenía cinco años. Cuando estalló la guerra contra Italia, en 1940, a sus hermanos les llamaron para ir a luchar al frente y, al cabo del tiempo, los judíos de Salónica fueron, poco a poco, hacinados en un gueto de la ciudad griega, junto a la estación de tren.
En 1942, a los 17 años, fue forzada a subirse a un tren, junto a su madre y otros familiares, camino del campo de concentración nazi de Auschwitz, situado en la Polonia ocupada por los alemanes. Tras cuatro días de viaje hacinados en unos vagones, sin posibilidad de respirar el aire del exterior ni de hacer sus necesidades, Cabelli llegó a Auschwitz, donde, nada más bajarse del tren, un oficial nazi iba seleccionando a los prisioneros. Desde allí, caminaron los dos kilómetros y medio entre Auschwitz y Birkenau, donde les metieron en una barraca, les quitaron todos los objetos de valor que llevaban encima, les cortaron el pelo y les echaron agua fría. Poco después, a Cabelli le tatuaron en el antebrazo el número 40.637, con un triángulo debajo, publicó el periódico español ABC.
El 28 de enero de 2019, fue recibida en el Palacio de la Zarzuela por el rey, a quien narró el horror que tuvo que vivir en varios campos de concentración nazi. Felipe VI saludó cariñosamente a Cabelli en el Salón de Audiencias de la Zarzuela y mantuvo con ella una conversación informal en francés.
“Había una persona que decía que todos los que no podían andar, como los mayores o los pequeños, tenían que subirse a los camiones. No volví a ver a mi hermano, ni a mis tíos ni a mis sobrinos. Iban directamente a la cámara de gas”, relataba en el Centro Sefard-Israel en una de las actividades del Mes de la Memoria del Holocausto. Aunque en un primer momento estuvo en uno de esos vehículos, un soldado alemán la bajó. Sin embargo, su madre no tuvo esa suerte, ya que se quedó dentro.
“Ya no éramos humanos. Perdimos la dignidad, todo, en el momento que entramos al campo y nos cortaron el pelo. Ya no sabía cómo amarme”, contó Cabelli, publicó Mirada21.
Mengele y las marchas de la muerte
Su primer trabajo en Auschwitz fue limpiar las cubas de excrementos del hospital para presos políticos polacos. Allí pasó varios meses -llegó a conocer a Josef Mengele, el médico y oficial de las SS conocido como “El Ángel de la Muerte”-, hasta que se contagió de tifus y fue trasladada a un bloque para enfermos.
Auschwitz fue liberado por el ejército soviético el 27 de enero de 1945, aunque Cabelli había abandonado días antes el campo, ya que, ante el miedo a ser capturados, los nazis trasladaron forzosamente a unos 60.000 prisioneros a otros campos de exterminio, en lo que se conoce como “las marchas de la muerte”. Cabelli fue obligada a caminar sin descanso hasta la frontera alemana, pasando por dos campos de concentración más, Ravensbrück y Malchow, antes de ser definitivamente liberada el 2 de mayo de 1945.
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