Carol Perelman/ Tus dudas resueltas comprendiendo los 4 pilares de las vacunas contra COVID-19

Enlace Judío – Muchas dudas giran en torno a 4 aspectos que conocemos a detalle sobre las vacunas contra COVID-19, por lo que los explicaré con la idea de resolver aquellos cuestionamientos comunes y normales sobre ellas.

Los conceptos a desarrollar no son coloquiales, pero sí son los ejes que se evalúan para determinar si una vacuna es apta o no para ser autorizada y en su caso, aprobada para uso en la sociedad. Estas 4 características son, la reactogenicidad, la forma en que el cuerpo responde a una vacuna; inmunogenicidad, cuánta respuesta inmunológica produce la vacuna; efectividad, qué tanto protege la vacuna a los vacunados contra a los no vacunados; y seguridad, no queremos que la vacuna ocasione peores consecuencias que la enfermedad que trata de prevenir.

Estas cuatro características son las que se evalúan en las primeras fases de ensayos clínicos y con esa información las instancias regulatorias de salud y los paneles de expertos deciden si autorizarlas o no. Aclaro que por la emergencia sanitaria se están autorizando bajo esquema de uso de emergencia, con la idea de que lleguen de inmediato de forma gratuita a las personas a través de los gobiernos. Eventualmente, cuando pasemos este episodio distópico se podrán evaluar con aún más datos y aprobar para vender como los demás productos farmacéuticos que conocemos. Por lo pronto, si logramos las personas comprender estos cuatro pilares y la evidencia para cada uno de ellos, entonces podremos comprender por qué las vacunas contra COVID-19 ya autorizadas son la mejor estrategia para terminar con la pandemia y sin duda son mucha mejor opción que seguir manejando el riesgo de cursar COVID-19.

Reactogenicidad

Es natural que las vacunas generen cierta molestia después de haber sido aplicadas. Esto no sucede siempre, pero sí es un efecto esperado que incluye dolor en el sitio de aplicación, dolor de cabeza, de músculos y articulaciones, incluso muchas veces la sensación de una gripa leve. Si bien no son síntomas agradables, son evidencia de que el sistema inmunológico se está activando, que es justamente lo que buscamos, que el cuerpo esté reconociendo a los componentes derivados de la vacuna como entes extraños y prepare para ello una respuesta específica. Dentro de este inciso está bien recalcar que las reacciones alérgicas a las vacunas son pocas y que se resuelven con atención médica inmediata, por lo que es fundamental recibir las vacunas en los centros de vacunación autorizados y esperar quince minutos luego de recibirla para verificar que no se tenga una reacción adversa inmediata. 

Hace unos días el CDC reportó que de 2 millones de vacunas de Pfizer-BioNTech administradas en Estados Unidos en diez días de diciembre solamente hubieron 21 reacciones alérgicas severas, la mayoría en los primeros 15 minutos y todas resueltas. También es muy importante que las personas sepamos que las vacunas autorizadas como la de Pfizer-BioNTech, Moderna, AstraZeneca-Oxford no incluyen al coronavirus, por lo que es IMPOSIBLE que alguien desarrolle COVID-19 por haberse vacunado. Imposible hacer una bomba de chicle si no mascaste chicle. Lo que sí es que alguien puede contagiarse de COVID-19 aunque esté recién vacunado porque la vacuna no logra protección inmediata, tarda varios días en lograr cierta protección y luego demora 10-14 días después del refuerzo, de la segunda dosis, para alcanzar la protección deseada y reportada en los estudios. Es un proceso, no es un switch. Por ello es fundamental seguir cuidándose a pesar de haberse vacunado.

Inmunogenicidad

Unos amigos me enviaron hoy por WhatsApp el mensaje que una persona sumamente creativa usó para explicar la forma en que las vacunas funcionan. En el mensaje, esta persona anónima compara a las vacunas como el repartir la foto de algún enemigo para que el grupo de amigos lo reconozca y estuviera preparado para combatirlo en caso de presentarse frente a la pandilla. Y así es. Las vacunas son como minicaballos de Troya que engañan al cuerpo haciéndolo pensar que está entrando en contacto con el coronavirus sin estarlo, y con ello entrena al sistema inmune a reconocerlo y preparar defensas específicas contra él, para liberarlas rápidamente en caso de enfrentarse. 

La capacidad de generar esta respuesta es la inmunogenicidad, que sí en parte habla de la producción de anticuerpos, pero que también involucra la generación de defensa celular que fuera de los laboratorios de investigación es más difícil de medir. Aquí es importante hacer una pausa y explicar que cuando se evalúa la inmunogenicidad de las vacunas (compuesta por linfocitos B, varios anticuerpos y distintos linfocitos T), se mira esta producción a diferentes dosis, en personas de distintas edades, género e incluso grupos étnicos. Así, las vacunas que logran alta inmunogenicidad, robusta y de memoria, siguen los estudios clínicos y generalmente resultan efectivas para prevenir la enfermedad. Pero esto se estudia aparte. Alta inmunogenicidad no necesariamente implica que serán efectivas. Hay que probarlo.

Un ejemplo de ello es lo que sucede con la vacuna de CanSino que en estudios de fase 2, reportados en julio de 2020, mostró menos inmunogenicidad en personas mayores de 55 años que en menores de 55 años. Eso no significa que sea menos efectiva en los mayores, solo quiere decir que en los más jóvenes generó más respuesta inmune. Por ello habrá que ver con gran detenimiento cómo reporta la eficacia en cuanto termine su fase 3, que evalúa efectividad. 

Otro ejemplo es la vacuna de influenza que logra promover menos respuesta inmune en los adultos mayores que en los más jóvenes. Sin embargo, hasta ahora, las vacunas aprobadas de Pfizer-BioNTech, Moderna, AstraZeneca-Oxford, han demostrado alta inmunogenicidad en personas de todas las edades probadas. Y por esta razón, aunada al mayor riesgo de morir de COVID-19 en adultos de más de 65 años, es que se dio prioridad a este grupo etario en la mayoría de los esquemas de asignación de los países. 

Finalmente es importante recalcar que muchos expertos argumentan que la inmunidad que las vacunas generan es mucho más robusta que la que se desarrolla por tener la enfermedad de COVID-19, por lo que aún quienes ya tuvieron COVID-19 deben vacunarse. Además, hasta hoy, aún no sabemos cuánto dura la inmunidad natural y cada vez son más los casos de reinfección. La inmunidad por la vacuna sugiere tener mayor duración.

Efectividad

No confundir con eficiencia. La efectividad es un término que indica cuántas de las personas vacunadas, contra las que no se vacunan, resultan protegidas de la enfermedad. En casi todos los casos los protocolos midieron la protección a enfermar de COVID-19 con síntomas; no se evaluó la capacidad de la vacuna para prevenir la transmisión asintomática, razón por la cual podemos asegurar que las vacunas autorizadas de Pfizer-BioNTech, Moderna, AstraZeneca-Oxford previenen desarrollar COVID-19 pero no necesariamente limitan la propagación. 

Para calcular si una vacuna es efectiva es que se tienen los estudios de fase 3 con muchos voluntarios en lugares con alta circulación viral. Por ejemplo para Pfizer-BioNTech se reclutaron más de 43,548 voluntarios de más de 16 años en 152 ubicaciones diferentes, de los que 21,728 recibieron un placebo (sustancia sin efecto) y los otros 21,720 la vacuna contra COVID-19. Luego de algunas semanas en que se estuvieron monitoreando de cerca se encontró que 170 de todos los voluntarios habían desarrollado COVID-19. Este ensayo es doble ciego, lo que significa que ni los voluntarios, ni quienes aplican la vacuna o placebo saben quien recibe qué. A los voluntarios se les pidió que siguieran cuidándose tal como lo hacen sin alterar nada de su vida cotidiana. Luego de un par de meses se reportaron 170 con prueba positiva de COVID-19 y de ellos, se encontró que 162 habían recibido placebo y solamente 8 la vacuna, mismos que a pesar de haber tenido COVID-19 no requirieron hospitalización.

En medicina no existe nada 100 por ciento seguro. Hubiera sido genial que los 170 hubieran sido del grupo placebo, pero nos da una excelente tranquilidad que aquellos 8 que sí enfermaron tuvieron suficiente protección para no tener COVID-19 severo o crítico. Pero además, esta proporción muestra con alta confiabilidad estadística una gran efectividad de la vacuna con el grandioso número de 95% de efectividad preliminar (no es la cifra final porque entre más se vacunen se va a ir ajustando mejor este número, pero sin duda está vacuna es de las más efectivas que tenemos). Es fundamental en este punto aclaremos que ante la emergencia sanitaria que estamos viviendo, la Organización Mundial de la Salud había pedido un mínimo de 50 por ciento de efectividad para autorizar el uso de alguna vacuna contra COVID-19. Sin duda el 95 por ciento es genial. Y éste se calculó con la siguiente fórmula, en el caso de Pfizer (162-8)/162 x 100 arroja el 95%.

Efectividad de la vacuna = Voluntarios con Placebo Enfermos-Voluntarios con Vacuna Enfermos/ Voluntarios con Placebo Enfermos x100

Seguridad

Al día de hoy, con más de 54.4 millones de personas en el mundo vacunadas aún no hemos encontrado ningún motivo relevante para dudar sobre la seguridad de las vacunas. Incluso es interesante que 23 de las voluntarias de los estudios de Pfizer-BioNTech estén embarazadas a meses de haber recibido la vacuna; la farmacéutica las seguirá por los siguientes dos años. Además, estamos hablando de la prevención de una enfermedad que deja secuelas en la mayoría de los sobrevivientes y que mata a 1 o 2 de cada uno de los que la desarrollan. Pero además de todo ello, no sabemos cómo cada cuerpo enfrentará COVID-19; no sé si yo al contagiarme sería asintomática, tendría falta de olfato, o requeriría hospitalización, incluso ventilador mecánico. Existen probabilidades, pero hay casos de jóvenes que han fallecido y de ancianos que han sido asintomáticos. Por lo que en un enfoque de riesgo-beneficio, es claro que recibir una vacuna que no ha mostrado efectos adversos importantes y que por otro lado previene una enfermedad que está dejando tantos estragos la decisión es obvia: vacunémonos. 

Las instancias reguladoras de salud y los paneles científicos revisaron con rigor especialmente este rubro en los reportes de las fases clínicas de las vacunas; no iban a autorizar una vacuna que meta en peores aprietos a la humanidad. Se tiene no toda la información, pero sí la suficiente. La información se irá acumulando con el tiempo, pero al día de hoy estamos en una carrera contra el coronavirus, con la nueva variante que es 50% más contagiosa, con los casos de COVID-19 subiendo y los hospitales saturados. No hay otra salida de la pandemia más que a través de dejar de ser susceptibles al virus. E inmunizarnos por vía natural, enfermando, tendría un costo inhumano en vidas, no es opción. Tenemos que vacunarnos, todos, para detener los contagios, mitigar la circulación de coronavirus y que éste ya no encuentre a quien contagiar. 

A través de la historia hemos sido testigos de cómo la vacunación es la mejor estrategia de salud pública para eliminar enfermedades infecciosas, en algunos casos hasta erradicarlas. Aprovecho y te pregunto, ¿vacunaste a tus hijos contra la polio cuando nacieron, dudaste en aplicarles la vacuna de tétanos, de rabia? ¿Por qué no te protegerías contra una enfermedad que ya cobró 2 millones de vidas y que sigue siendo una amenaza sin control?

Antes de terminar, te pido, seamos críticos y leamos las noticias que a diario inundan las redes con ojos informados, cuestionemos sus conclusiones y pongámoslas en contexto. Si por ejemplo, en un asilo desafortunadamente fallecieron varias personas después de vacunarse, definitivamente es importante investigar la causa, pero lo más probable es que no tenga que ver con haber recibido la vacuna, que haya sido una casualidad, no una consecuencia, no una causalidad.

Espero este texto haya aclarado dudas y brinde certidumbre respecto a lo que sí se sabe y aún falta por descifrar. Los mensajes frente a las vacunas deben ser claros.

Finalmente recuerda que la vacuna no provoca su efecto protector de forma inmediata, tienes que seguir extremando las medidas como cubrebocas y evitar estar con muchas personas incluso después de recibir la segunda dosis. Sí estarás protegido para no tener COVID-19, pero aún no sabemos si las personas vacunadas pueden propagar el virus. Lo que sí, es que cuando te toque, si no tienes una condición de salud que limite tu acceso a la vacuna contra COVID-19, descúbrete el brazo y sonríe; estarás siendo parte de la solución a la pandemia, estás contribuyendo a acabar con COVID-19. Y por ello, gracias. De parte mía, de tu familia, de tu comunidad… de toda la humanidad. 

@carol_perelman


Las opiniones, creencias y puntos de vista expresados por el autor o la autora en los artículos de opinión, y los comentarios en los mismos, no reflejan necesariamente la postura o línea editorial de Enlace Judío.

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