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jueves 21 de noviembre de 2024
Velas conmemorativas

Yossi Khebzou/ ¿Qué significa para mí la frase “nunca más”?

Enlace Judío –  Escribo este texto el día 27 de enero, fecha en la que se conmemora la liberación de Auschwitz. Como cada año, me sirve para reflexionar sobre su importancia. Durante toda mi vida escolar, en las ceremonias para recordar el Holocausto, repetíamos la frase nunca más. Jamás me quedó claro el sentido de dicha proposición.

Algunas veces la interpretaba de una manera sionista, pensando que debemos asegurar la permanencia del Estado de Israel para que no se nos persiga a los judíos otra vez. En otras ocasiones, la percibía de una forma identitaria, meditando sobre mi propio judaísmo. Había instancias donde la veía de una manera diplomática, sopesando sobre la relevancia de las Naciones Unidas y la resolución de conflictos pacíficos. Todas esas interpretaciones son correctas, pues el Holocausto es un tema triste y complejo que se puede abordar desde distintas perspectivas.

Hoy creo que nunca más se refiere a que nadie debe de ser discriminado por ningún motivo. Al humillar a cualquier persona por su religión, color de piel, orientación sexual o nacionalidad, nos degradamos a nosotros mismos. Finalmente, la degradación del ser humano le resta su capacidad de empatizar, habilitando a que los perpetradores de la violencia y el odio se mantengan impunes. 

En el Holocausto, millones de vidas fueron trágicamente arrebatadas a causa del odio y silencio colectivo por personas ordinarias. Cada vida es un mundo con un sinfín de sentimientos, pensamientos y experiencias. Con cada persona que fue asesinada en el Holocausto, se esfumaron universos enteros de culturas personales. En Auschwitz, un complejo industrial dedicado a la muerte, se descubrieron los límites del odio y cómo éste puede corromper a una sociedad. Para contrarrestarlo, es imperante practicar la empatía y el nunca más. No obstante, en nuestro ambiente más cercano rompemos esa premisa en innumerables ocasiones, dándole una victoria al odio.

Primeramente, quisiera abordar el tema del vocabulario cotidiano. En México, no es raro oír a la gente utilizar palabras como “naco”, “gato”, “indio”, “prieto”, “asalariado” o “puto” con el propósito de insultar. Todas estas palabras, como afirma el Dr. Federico Navarrete, tienen una connotación discriminatoria, ya sea al color de piel, estatus socioeconómico u orientación sexual. El uso de estas expresiones habilita a que comunidades como la homosexual o personas pertenecientes a pueblos indígenas sigan siendo maltratadas en el día a día, ante el silencio de la sociedad.

Aunque activamente no deseemos que esta gente muera, al usar palabras como las anteriormente expuestas, las denigramos e invisibilizamos, normalizando el odio. Tan solo el año pasado en este país, 117 personas LGBT fueron víctimas de violencia homicida. Asimismo, la ONU reconoció en 2017 la prevalencia de indígenas asesinados en México. En este contexto, es importante recordar que el Holocausto comenzó con palabras y expresiones, mismas que habilitaron que el genocidio sucediera. En México, hay una enorme cantidad de gente que teme por su vida debido a su orientación sexual, aspecto físico o identidad. Cuando dichas personas son maltratadas o asesinadas, hemos fallado en aplicar la frase nunca más. Aunque el estado de la discriminación en México no sea comparable al del Holocausto, cada crimen de odio es una tragedia, sin importar si sus víctimas murieron en una cámara de gas en Polonia en 1945 o a manos de un ciudadano con odio en 2021.

De igual manera, es crucial hacer memoria histórica de los grupos que han sido oprimidos en México. Desde distintos pueblos indígenas que fueron relegados a ciudadanos de tercera durante el proceso de la conquista, hasta los afromexicanos que fueron traídos como esclavos y siguen siendo invisibilizados hoy en día, o la matanza de los chinos en Torreón durante la Revolución mexicana.

La falta de memoria histórica en México no se refiere al pasado solamente, sino que nos falta mucho con respecto a la actualidad. Durante la llamada guerra contra el narco, más de 250,000 personas han perdido la vida y más de 60,000 han desaparecido. Sin embargo, ni el Estado ni el aparato mediático le han prestado la atención que se merece. Incluso como ciudadanos, hemos normalizado vivir bajo el yugo de la guerra: los asesinatos, los feminicidios y las desapariciones forzadas ya no nos sorprenden. De hecho, es común oír a la gente reaccionar a noticias de la tragedia en la que vivimos que sus víctimas “debieron de estar metidas en algo”. Al pronunciar dicha frase, sólo logramos deshumanizar a la víctima y concederle su deseo a los perpetradores del crimen al absolverlos de la culpa. 

La impunidad que habilita la expansión del narcoterrorismo en nuestro país tiene que ver con un factor extremadamente clasista. La mayoría de las víctimas de la guerra han sido gente de bajos recursos que no pueden influir en medios de comunicación o hacer campañas para buscar a los desaparecidos. Con contadas excepciones, los gritos de ayuda de esta gente caen al vacío. Me parece fundamental precisar que como dice Marcela Arteaga (directora de la película El guardián de la memoria, un documental imperdible sobre las víctimas de esta guerra), la impunidad es la política de la violencia.

La impunidad ante actos de violencia y discriminación es característica de México, pero no es limitada a lo que sucede aquí. En el Holocausto, la impunidad permitió el genocidio. Con impunidad no sólo me refiero a que en Alemania y los países ocupados por el régimen nazi era legal la matanza de los grupos perseguidos, sino a la falta de condena de la comunidad internacional. Países como EE. UU. o el Reino Unido tenían información de lo que sucedía en Auschwitz desde 1943, mas no hicieron nada al respecto.

Igualmente, hoy en día sabemos que en China se persigue a los musulmanes uigures, se les mete a campos de concentración y hay una “solución final” que refiere a su exterminación. Además, tenemos información de genocidios que suceden actualmente, como el de los rohinyá en Myanmar, los nuer en Sudán del Sur, los darfuris en Sudán o los cristianos en Irak, Siria y la República Centroafricana. Al no haber presión o un beneficio económico para los diferentes países en el mundo, no se hace nada para evitar aquellas desgracias. Sin embargo, algunas de las mismas naciones de occidente que se quedan con los brazos cruzados ante la tragedia, repiten nunca más en ceremonias para conmemorar el Holocausto año con año. Líderes desde EE. UU. hasta Alemania repiten la frase anualmente, pero el nunca más no es más que un discurso vacío cuando no se hace nada para detener genocidios actuales.

Finalmente, me gustaría concluir con una historia de esperanza, misma que emana de los propios sobrevivientes del Holocausto en Israel: en 2018, el ejercito israelí llevó a cabo una redada en todo el país para deportar a 40,000 solicitantes de asilo de Sudán y Eritrea. Al hacerlo, estas personas tendrían un alto chance de morir en sus países de origen. En ese contexto, un grupo de sobrevivientes de la persecución nazi pidió a los israelís emular a los “Justos entre las naciones” y esconder a los inmigrantes africanos en sus casas. Algunos ciudadanos se unieron a la iniciativa y lograron salvar la vida de miles de personas al hacerlo. Pienso que ese acto define el verdadero significado del nunca más, pues un grupo de gente tomó acción mandando un mensaje y respaldando con hechos.

Siguiendo el ejemplo de esos sobrevivientes del Holocausto, creo que como sociedad tenemos que mandar un mensaje masivo sobre los genocidios y la violencia tanto en México como en el mundo. Tomando como referencia el movimiento de Black lives matter que incitó protestas en todo el mundo, creo que debemos viralizar las instancias en las que ciertos grupos son oprimidos. Así, podremos salir a las calles y ejercer presión para que los gobiernos de distintos países o incluso las Naciones Unidas se movilicen. Además, en la era del internet tenemos acceso a un sinfín de organizaciones que luchan por la visibilización y los derechos de pueblos oprimidos. Con tan sólo una búsqueda de Google, podemos donar e incluso voluntarizarnos para ayudar a los otros. Si no lo hacemos, el nunca más no tendrá significado jamás. Habremos fallado en la memoria de las víctimas del Holocausto y de todos los otros genocidios que han sucedido en la historia de la humanidad.

 


Las opiniones, creencias y puntos de vista expresados por el autor o la autora en los artículos de opinión, y los comentarios en los mismos, no reflejan necesariamente la postura o línea editorial de Enlace Judío.

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