Enlace Judío.- Recientemente se ha publicado un artículo sobre Oskar Schindler en la versión en español de Ynet que revela aspectos hasta ahora ocultos de su personalidad que oscurecen la imagen de salvador de judíos que le otorgaron muchos testimonios y la película que le rindió homenaje.
El artículo es de Itay Ilnai, adaptado por Leandro Fleischer.
Oskar Schindler es recordado como un hombre que salvó a miles de judíos del infierno nazi, algunos de los cuales fueron rescatados de Auschwitz. Pero para un puñado de sobrevivientes, el hombre que recibió el título de “Justo entre las Naciones” y fue inmortalizado en la película ganadora del Óscar, fue un villano cínico que les robó sus propiedades. Los documentos encontrados en el Archivo del Pueblo Judío de la Biblioteca Nacional de Israel arrojan luz sobre el lado oscuro del empresario alemán que pertenecía al partido nazi y sobre los esfuerzos de la comunidad judía para ayudarlo, incluso a expensas de otros judíos.
“Estimado señor,
Le rogamos que tenga la amabilidad de ayudarnos a localizar la dirección del alemán Oskar Schindler. Durante la ocupación alemana de Polonia, él obligó a Nathan Wurzel a venderle su fábrica por una miserable suma que no reflejaba su verdadero valor. Para que podamos demandarlo en la corte, debemos obtener su dirección actual … Desde ya, muchas gracias y perdón por la molestia”.
Durante los meses de la primavera de 1954, un sobre cruzó el océano Atlántico. Fue enviado desde el kibutz Givat Brenner, en Israel, a Buenos Aires, la capital de Argentina. Dentro del sobre había una carta breve, unas pocas líneas en total, detrás de la cual se escondía una historia inusual; una historia que se podría convertir en una película.
El autor de la carta fue Nathan Wurzel (más tarde cambió su nombre a Nissan Kedar), un judío polaco que en 1939 era dueño de una fábrica de esmaltes cerca de Cracovia. Una mañana, un industrial y espía alemán, miembro del partido nazi, se presentó en la entrada de la fábrica. Su nombre era Oskar Schindler.
Schindler se ofreció a comprar la fábrica de esmaltes por un monto escaso de dinero, y tras la negativa de Wurzel, el empresario regresó con sus amigos de la Gestapo. Los matones alemanes golpearon vigorosamente a Wurzel, obligándolo a firmar un documento de transferencia de propiedad. Schindler se hizo cargo de la fábrica e hizo una fortuna con ella durante los años de guerra. Justo hacia el final de la misma, también logró salvar a 1.200 de sus trabajadores judíos con la ayuda de sus conexiones. Tiempo después, tal acto le valió el título de “Justo entre las Naciones” y lo convirtió en la estrella de la exitosa película de Steven Spielberg, “La lista de Schindler”.
La violenta forma en que Schindler se quedó con la fábrica de Wurzel fue una anécdota histórica olvidada. El asunto fue borrado mientras se concedía honor y fama al empresario alemán, quien a día de hoy suele ser considerado como un bondadoso salvador de judíos. Sin embargo, ahora esta anécdota podría cambiar la imagen de Schindler. La carta de Wurzel a Buenos Aires se encontró recientemente en el Archivo del Pueblo Judío, en la Biblioteca Nacional de Israel, junto con documentos adicionales publicados aquí por primera vez.
Estos documentos, que originalmente estaban en los archivos de la organización judía argentina Soprotimis, que ayudó a los judíos a emigrar a Argentina, ayudan a rediseñar la polifacética figura de Schindler: por un lado, un empresario astuto y cínico que utilizó la guerra para llenarse los bolsillos y no dudó en pisotear a judíos como Wurzel, y por otro lado un héroe que recibió un inmenso reconocimiento y apoyo del pueblo judío y sus instituciones. Así, por ejemplo, los documentos revelan cómo el Comité Judío Americano de Distribución Conjunta (conocido como Joint) y la comunidad judía de Buenos Aires se esforzaron por ayudar a Schindler y a su familia a escapar de Europa después de la guerra y a ser recibidos en Argentina, incluso a expensas de los judíos.
“El caso de Schindler es muy complejo”, expresó el doctor Yochai Ben-Gedalia, director del Archivo Central de la Historia del Pueblo Judío. “Mientras Wurzel protestaba por la injusticia que había sufrido, los sobrevivientes y las organizaciones judías trabajaban para agradecer a Schindler por sus acciones”, agregó.
Los documentos también revelan los dos lados de Schindler. 76 años después del fin del Holocausto, arrojaron nueva luz sobre las áreas grises del empresario, quien supo utilizar sus conexiones con el partido nazi para oprimir a los judíos por un lado y para salvarlos por el otro. Esto plantea la cuestión de si el fin justifica los medios. “Paradójicamente”, explicó Ben-Gedalia, “fue precisamente el hecho de que Schindler era la carne y la sangre de la maquinaria nazi lo que le ayudó a salvar a tantos judíos”.
A expensas de los sobrevivientes
Niv Kedar, nieto de Nathan Wurzel, comentó que su abuelo “habló mucho sobre el episodio en que la policía de la Gestapo fue a su fábrica y lo golpeó. Fue traumático para él”.
Wurzel era un judío adinerado que en julio de 1939 compró una fábrica de esmalte que había quebrado cerca de Cracovia, Polonia. No fue un buen momento para hacerlo, ya que unos meses después, los alemanes invadieron Polonia y estalló la Segunda Guerra Mundial. Esta era la oportunidad que esperaba Schindler, un jactancioso hombre de negocios alemán que se había unido recientemente a las filas del partido Nazi. Lo hizo, entre otras cosas, para asegurarse futuras licitaciones para él.
“Schindler quería tener una fábrica”, indicó el nieto de Wurzel. “Llevó policías y obligó a mi abuelo a firmar un documento de venta de la fábrica, de una forma muy violenta y degradante. Por este motivo, mi abuelo estaba muy enojado, y se enfureció más después porque Schindler se había convertido en una especie de héroe”, añadió.
Es que luego Schindler pareció haber cambiado de piel. Por su cuenta y riesgo, logró salvar del exterminio a sus trabajadores judíos, incluidos los que habían sido llevados a Auschwitz. Las instituciones judías supieron apreciar las acciones de Schindler. Después de la guerra regresó con su esposa a Alemania, donde fue apoyado económicamente por el Joint.
Para Schindler y sus amigos judíos estaba claro que no debía quedarse en Alemania por miedo a ser juzgado como criminal nazi. Los documentos encontrados recientemente, incluido el archivo de inmigración de Schindler y su familia, ilustran la profundidad de la participación de las organizaciones judías en su rescate. Así, por ejemplo, el 21 de noviembre de 1949, el dueño de una tienda de ropa para mujeres judías envió una carta de recomendación a la “Organización de Judíos de Argentina” solicitando regular el estatus de residentes permanentes en el país a los Schindler. Posteriormente, la organización se puso en contacto con el director general de Inmigración y se resolvió el asunto.
Los documentos muestran que para regular el estatus de Schindler, la organización judía utilizó parte de los 250 permisos para ingresar al país de personas a las que la agrupación quería llevar a Argentina. Entonces, en efecto, la llegada de Schindler al país sudamericano se realizó a expensas de los judíos que vivían en los campos de desplazados. Por si fuera poco, las organizaciones judías trabajaron para regular la llegada a Argentina de la hermana de Schindler, Alfreda, y su esposo e hijos. Fue el Joint el que financió los costos del viaje de la hermana y su familia desde Alemania a Argentina, vía Uruguay.
El viaje de los Schindler a Sudamérica también fue financiado por el Joint. A su llegada a Argentina se hospedaron en el hotel Corrientes, ubicado en el centro de Buenos Aires. En los formularios de inmigración llenados por Schindler, declaró que no tenía profesión y que estaba desempleado. Posteriormente, la pareja se mudó a una finca en los suburbios de Buenos Aires, que compró por 15 mil dólares.
La venganza del judío robado
En ese momento, al otro lado del océano, Nathan Wurzel pasaba de un campo de refugiados a otro. “Durante la guerra, mis abuelos, junto con sus dos hijos, vagaron entre guetos y escondites”, relató el nieto, Niv Kedar. “Finalmente, la familia huyó a Eslovaquia, y de allí, a través de Hungría, a Rumania. Después de la guerra, intentaron reinstalarse en Polonia, pero había antisemitismo allí y decidieron empezar una nueva vida en Israel”, añadió.
Wurzel y su familia llegaron a Israel en 1950. “Mi abuelo, que antes de la guerra era un hombre rico, emigró a Israel en la indigencia”, comentó Kedar. “Trabajó en la fábrica de sal en Atlit y luego en una lavandería en Tel Aviv, donde él y mi abuela también dormían”, agregó. La familia finalmente se estableció en el kibutz Givat Brenner.
Desde el kibutz, Wurzel comenzó su búsqueda de Schindler. Exigió una indemnización por el robo de su fábrica, y con ese fin intentó ubicar al empresario en Argentina, luego de que corrieran rumores de que vivía allí. “El asunto no le permitía descansar”, recordó el nieto.
Así, el 21 de febrero de 1954, Wurzel envió la carta desde el kibutz a Buenos Aires, dirigida a la “organización filantrópica judía” Soprotomis. Un año después llegó la respuesta: Soprotomis pudo ubicar a Schindler en una finca de cría de nutrias (como parte de la industria peletera) que poseía en San Vicente, en la provincia de Buenos Aires, que dirigía con su socio judío Edmund Horowitz. La organización no tuvo que esforzarse demasiado para localizar la dirección de Schindler. Lo conocían bien, e incluso lo ayudaron para su inmigración y después de su llegada a Argentina.
Sin embargo, Wurzel no siguió adelante con la presentación de la demanda. En aquella época se llevaba a cabo una gran campaña de los sobrevivientes de Schindler para declararlo “Justo entre las Naciones”. En 1962, Schindler llegó por primera vez a Israel y recibió una cálida bienvenida. Incluso se decidió que en la ceremonia principal del Día del Holocausto de ese año en Yad Vashem, donde Schindler se sentó en un lugar de honor junto al entonces presidente Yitzhak Ben-Zvi, recibiera el título “Justo entre las Naciones”. Esta fue la oportunidad de venganza para Wurzel.
Unos días antes de la ceremonia, Wurzel y Julius Wiener, otro judío robado por Schindler con ayuda de la Gestapo, contaron lo que les había sucedido y se rebelaron contra la decisión de otorgar un título honorífico a un “nazi que cambió de piel”. Incluso amenazaron con arrancar de raíz el árbol que Schindler plantaría en el Jardín de los Justos entre las Naciones, y finalmente se canceló la solemne ceremonia.
El reconocimiento final de Schindler como “Justo entre las Naciones” tuvo lugar en 1993, 20 años después de su muerte y al mismo tiempo que el estreno de la película realizada por Spielberg. En el contexto de los dramáticos acontecimientos que rodearon la ceremonia de 1962, Wurzel decidió abandonar la batalla legal contra Schindler. “Este asunto va más allá de todos los límites que yo mismo podía controlar”, explicó. “Como resultado, nuestra familia tomó la decisión de olvidar todo lo que sucedió”, agregó.
La carta enviada por Nathan Wulzer a Buenos Aires para conseguir el domicilio de Oskar Schindler. (Archivo del Pueblo Judío de la Biblioteca Nacional de Israel)
Entonces, ¿quién era Schindler? ¿Un antisemita egoísta y codicioso o un altruista que estaba dispuesto a arriesgar su vida por los demás? ¿Y tal vez hubo tanto de esto como de aquello? Hasta el día de su muerte, Wurzel creía que Schindler nunca había cambiado. Que de principio a fin fue un hombre astuto que se preocupó solo de sí mismo todo el tiempo.
“Mi abuelo dijo que Schindler olió que la guerra iba en una dirección determinada y que necesitaba salvarse”, manifestó el nieto Kedar, profesor de historia con una profunda conciencia histórica. “Es decir, mi abuelo creía que no había disonancia en el carácter de Schindler. Era un villano de principio a fin”, agregó.
– ¿Y tú que piensas?
– Que era una personalidad muy compleja y problemática, y que si hubiera sido un hombre corriente probablemente no habría salvado a tantos judíos. Por la historia que yo me cuento a mí mismo, creo que en un momento Schindler incluso se enamoró de su acción para rescatar a los judíos. Hizo grandes cosas, rescató a judíos de Auschwitz. Como profesor de historia, en estos asuntos prefiero mirar menos el motivo y más el resultado. En ese momento, desearía que tuviéramos más villanos hedonistas como Schindler.
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