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lunes 23 de diciembre de 2024
Israel continúa a todo ritmo en la vacunación de su población contra el COVID-19. Más de 4.000.000 de habitantes recibieron la primera dosis

Dr. Israel Jamitovsky/ ¿Por qué quienes son oriundos de la ex Unión Soviética se rehúsan a vacunarse en Israel?

Enlace Judío México e Israel – Israel continúa a todo ritmo en la vacunación de su población contra el COVID-19. Más de 4.000.000 de habitantes recibieron la primera dosis, y entre ellos, 2.700.00 recibieron la segunda dosis.

Hasta el momento los resultados de la vacunación han sido excelentes. La semana pasada, la mutualista médica israelí Macabi publicó un estudio por el cual entre 523.000 de sus usuarios que recibieron la segunda dosis, sólo 544 personas se contagiaron del COVID-19 posteriormente a la segunda vacunación, o sea un 0.1%, la gran mayoría con síntomas leves y, entre estos últimos, sólo 19 de sus asociados tuvieron que internarse.

Pese a ello en las dos grandes minorías de la sociedad israelí –la ultraortodoxa y la árabe– el panorama es desalentador.

A modo de ejemplo y tomando como referente a mayores de 60 años, en la comunidad ultraortodoxa un 30% de mayores aún no se ha vacunado (aunque en los últimos días el número comenzó a ascender). Otro tanto sucede con un 36% en la comunidad árabe, mientras que en el resto de la sociedad israelí apenas un 6% no se vacunó.

Existe un tercer colectivo que en su mayoría se muestra reticente a vacunarse y del que ha trascendido muy poco. Se trata de los inmigrantes provenientes de la ex Unión Soviética. De acuerdo con un estudio promovido por el Instituto de Política Social de la Universidad de Washington, en colaboración con el Centro de Crecimiento Social de Mastercard, se desprende que 49% de los inmigrantes oriundos de la ex-Unión Soviética declararon que no se proponen vacunarse.

Hasta el momento sólo se administró la vacuna a un 24% de este colectivo, en tanto que, a título comparativo, un 36% de la restante población judía de Israel ya fue vacunada.

En principio se torna difícil entender esta postura. En la década del 90 se radicaron Israel alrededor de un millón de personas. Según todos los estudios practicados, se trataba de un colectivo compuesto por numerosos egresados universitarios y dueños, en líneas generales, de un excelente nivel cultural, conformando un aporte significativo a la sociedad israelí, especialmente en el espacio de la música y el teatro.

Amén de ello, se trata de un conglomerado en su gran mayoría secular, por lo que la decisión de vacunarse no depende de la recomendación de un determinado guía espiritual o la resolución adoptada por tal o cual corriente religiosa con la cual se sienten comprometidos.

Cuesta creer, entonces, que personas de ese nivel intelectual no sean conscientes de que la vacuna es un instrumento vital para proteger la vida del individuo, evitar contagios y controlar la propagación del virus.

Según el estudio antes mencionado, la razón fundamental del rechazo por parte de los inmigrantes de origen soviético a vacunarse radica en que desde edad muy joven la población de aquellos lares se acostumbró a desconfiar y recelar de todo aquello que provenga de organismos estatales, y en especial del sistema de salud que –a título de ejemplo– en la Federación Rusa es considerado de inferior calidad en relación con la medicina privada.

Los mejores médicos trabajan en el ámbito privado y sólo aquel servicio debidamente remunerado es considerado de calidad y eficiencia. Desde el momento en que la vacunación en Israel es administrada por un sistema de salud pública, universal y gratuita, instintiva e inmediatamente afloran el recelo, la desconfianza y el rechazo.

Existe otro factor que incide en este proceso: el desconocimiento del idioma hebreo de numerosos inmigrantes, especialmente los adultos, determina que se vuelquen hacia portales, redes sociales y publicaciones rusas, acusando su influencia y en las que asoman un amplio rechazo a la vacunación.

Estas publicaciones tampoco ven con buenos ojos el éxito israelí producto de la medicina pública que –como se señaló previamente– ha quedado relegada a un segundo plano en la Federación Rusa.

No queda otra alternativa, pues, que apelar a la persuasión personal para acrecentar la vacunación en este colectivo y recurrir al numeroso personal sanitario de origen soviético que opera en todos los espacios de la medicina israelí.

Tampoco será una tarea fácil superar esa suerte de desdoblamiento que emerge ante el inmigrante, habida cuenta de que, si bien existe afinidad cultural y lingüística con el profesional actuante, ese mismo médico o enfermera representa al establishment que rechaza y cuestiona.

Esa tarea es de vital importancia, no sólo por lo que implica salvar vidas humanas, sino porque igualmente la Organización Mundial de la Salud estima que para alcanzar la inmunidad colectiva o de rebaño en cada país es imprescindible vacunar al 70% de la población excepto los niños.

Fuente: YNet.


Las opiniones, creencias y puntos de vista expresados por el autor o la autora en los artículos de opinión, y los comentarios en los mismos, no reflejan necesariamente la postura o línea editorial de Enlace Judío.

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