Enlace Judío México e Israel – Un grupo de científicas internacionales, incluida nuestra colaboradora Carol Perelman, conversaron sobre los hallazgos de su meta-análisis, que identificó más de 50 secuelas de COVID-19 agudo en pacientes recuperados.
Fatiga, dolor de cabeza, pérdida del olfato, problemas gastrointestinales… desde hace más de un año hemos escuchado sobre estos y otros síntomas que permanecen hasta meses después de que un paciente ha sobrevivido al covid-19. Pero hasta ahora, nadie había realizado un estudio sistemático que permitiera conocer la lista ampliada de posibles efectos de largo plazo de la infección.
Por eso, un grupo de siete científicas (seis mexicanas y una española), entre quienes se encontró nuestra compañera Carol Perelman, realizó un estudio meta-análisis, publicado en la plataforma medRxib (un preprint que aún no ha sido revisado por pares), donde se da cuenta de más de 50 síntomas de largo plazo o secuelas del covid-19, así como su porcentaje de prevalencia.
“La verdad es que yo estaba muy preocupada; empezaba a oír que la gente se quedaba demente; que después de una semana les daba infarto y se morían; también con infarto cerebral”, recuerda la doctora Sandra López León, médica con doctorado en epidemiología y genética molecular por la Universidad de Erasmo de Róterdam, líder de este equipo de mujeres.
El estudio
“Entonces, lo que quisimos hacer es un retrato de todos los síntomas que se están viendo. Y estos síntomas son los que se estaban estudiando en otros estudios. Luego vimos que hay algunos otros que, como no salían en los cuestionarios, pues no sabemos que existen.”
Porque una de las rarezas que han caracterizado al peligroso SARS-CoV-2 es justamente la alta prevalencia de efectos sistémicos, multiorgánicos, que afectan no solo al aparato respiratorio, como originalmente se pensaba, sino a una gran cantidad de órganos y sistemas que pueden ir desde el cerebro hasta los riñones. Por fortuna, las investigadoras encontraron que, sin embargo, las secuelas más graves no suelen ser permanentes y, en comparación con el total de infecciones, tampoco son tan frecuentes.
“Cuando lo vimos todo junto en la foto, para mí fue una gran tranquilidad, porque la mayoría de los síntomas eran síntomas de la enfermedad aguda que se continuaban, o sea que son síntomas persistentes y que se van mejorando poco a poco” como la pérdida del olfato.
El sistema respiratorio pero también el sistema nervioso
“Y claro, hay unos síntomas que son los menos comunes, que sí son preocupantes pero son muy raros (…): el infarto o la diabetes, el infarto cerebral, pero son muy pocos casos. Pero lo que sí se está viendo muchísimo son los más comunes y el número uno es la fatiga.”
En una conversación vía Zoom, que se transmitió en la víspera del Día Internacional de la Mujer, a través del canal de Enlace Judío en Facebook, cinco de las siete científicas involucradas en el meta-estudio conversaron sobre sus hallazgos (que ya le han dado la vuelta al mundo), resolvieron inquietudes de los usuarios y dieron algunos consejos para sobrellevar las molestas secuelas de la enfermedad.
“Estamos hablando de una enfermedad infecciosa que afecta al sistema respiratorio principalmente pero que era muy consistente con todos los efectos y los síntomas que había a largo plazo relacionados con el cerebro. Algunos de ellos, la mayoría, han sido transitorios”, dice, por su parte, la doctora Sonia Villapol, investigadora principal en el Instituto de Investigación Huston Methodist.
“Algunos se podrían asociar al tiempo de hospitalización o, según los pacientes, al tiempo que pasaron en la UCI, pero yo como neurocientífica, algunos me preocuparían, como sería esta acumulación de inflamación sistémica durante la fase aguda de la enfermedad”, llamada neuroinflamación, y que puede tener efectos permanentes sobre el sistema nervioso.
“Se encontró que los pacientes que ya tenían Alzheimer, que la mayoría, un 70%, agravaban el Alzheimer, que tenían más pérdida de memoria y sus condiciones patológicas de la enfermedad se agravaban después de la fase aguda y se extendían meses después, es lo que se está viendo. Y los que no tenían Alzheimer, es muy temprano para decir si lo desarrollarán.”
Datos preocupantes
Si bien la cefalea y la fatiga son síntomas molestos que permanecen hasta por meses entre muchos de los sobrevivientes a la enfermedad, no son los más preocupantes. Sonia Villapol habla sobre una de las secuelas que más ha levantado alertas y cuya prevalencia ahora se puede estimar, gracias al meta-análisis publicado por estas prestigiosas científicas:
“De los ICTUS, a mí fue lo que me llamó muchísimo la atención, que durante el tiempo de hospitalización o semanas después, que mucha gente joven —es lo que encontramos, vimos en nuestro hospital—, que no presentaba ningún tipo de comorbilidad, que no estaban predispuestos para nada, ni por edad ni por condiciones físicas ni nada, a desarrollar un ICTUS, y los desarrollaron, y tienen estos múltiples trombos en el cerebro y estas roturas de pequeños vasos cerebrales, que necesitan rehabilitación y otros cuidados. Y esto, para mí, este porcentaje, que era más o menos de un uno a un tres por cien, me parece altísimo porque, al final, no tiene cura.”
Quizá menos graves pero no menos preocupantes resultaron los hallazgos relacionados con problemas de ansiedad y depresión, pérdida de la memoria y disminución de capacidades cognitivas como la atención. Al respecto, habla Rosalinda Sepúlveda, médica psiquiatra, investigadora de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Harvard:
“En este estudio se tomaron en cuenta, como trastorno de ansiedad, varios síntomas. Estoy hablando de síntomas y no de diagnóstico. Engloban: pérdida de la atención, que son las personas que están teniendo dificultades para seguir el hilo de la conversación, de leer y de entender lo que se está leyendo, de ver una serie en la televisión y no entender lo que está pasando; alteraciones en la memoria, empezar a olvidar cosas, perder las llaves, olvidar unos pagos… cosas que uno puede tener muy frescas en la cabeza habitualmente, esos olvidos; dificultades para tomar decisiones (…).”
Sistemas de salud saturados en psiquiatría
Si bien algunos de estos trastornos podrían estar relacionados con el estrés propio que la pandemia ha supuesto en una vasta proporción de los habitantes del mundo, y más en quienes han sufrido la enfermedad, potencialmente mortal, también podrían explicarse, al menos en algunos casos, como un efecto propio de la infección, un efecto de origen fisiológico y no psicológico:
“Al ser esta una enfermedad nueva, no sabemos qué tanto tenga implicaciones el sistema nervioso central. Y a pesar de tener un porcentaje bajo de gravedad, de síntomas muy graves que bien mencionaba Sonia, estamos viendo una gran población, un gran porcentaje de personas con otros no tan graves pero no dejan de ser preocupantes porque pueden llegar a producir cierta incapacidad y que las personas no se sientan bien.”
A la científica mexicana de Harvard le preocupa que estos efectos se sumen a los que la pandemia ha causado de por sí en la población del mundo, sujeta a un estrés y a una incertidumbre que no vivía el mundo en décadas.
“Si tenemos ya una prevalencia de estas enfermedades sin una pandemia, ahora con una pandemia, más el virus propiamente, esto ha hecho que haya una cantidad altísima de búsqueda de atención médica y de psiquiatría y psicología. Los sistemas de salud están saturados en consultas de psiquiatría.”
Síntomas descabellados
A lo largo de su revisión sistemática de estudios publicados en revistas científicas, estas investigadoras encontraron síntomas diversos y sorprendentes que afectan a prácticamente todo el organismo. Uno de ellos, la pérdida del cabello, llama particularmente la atención:
“La gente se aguanta el dolor de cabeza, se aguanta el cansancio, se aguanta todo pero lo que no aguanta es perder el pelo (…). Es la parte donde tienen que preocuparse un poco menos, de todo lo que platicamos”, asegura la doctora Talia Wegman Ostrosky, médica genetista con posdoctorado en Epidemiología Oncogenética, directora de Cáncer Hereditario del Centro Oncológico Internacional.
“¿Qué es lo que pasa? Cuando el cuerpo entra en mucho estrés, deja de darle energía a crecer el pelo. Entonces, casi siempre, después de un evento de mucho estrés —y llamémosle embarazo, llamémosle lactancia, llamémosle infección— vamos a empezar a perder el pelo durante dos, tres meses, que es lo que dura. Se cae muchísimo y sí asusta mucho (…) pero esto es un periodo y el cuerpo, después de tres meses, va a volver a generar ese pelo.”
Entre esos síntomas extraños que con más frecuencia se reportan, sobre todo en pacientes que cursaron una enfermedad leve, se encuentra la pérdida del olfato y del gusto. Estos sentidos, sin embargo, “también con el tiempo se recuperan. ¿Cuánto? Todavía falta hacer más estudios para saberlo, y también vemos que hay una susceptibilidad individual: hay gente que a las dos semanas ya (los) está recuperado y también hay quien meses después sigue con esto”, sigue Wegman.
Pero, ¿qué hacer para acelerar la recuperación? “La recomendación aquí serían cosas como muy puntuales, como estar estimulando el olfato, como estar oliendo café, estar oliendo cosas muy aromáticas para poquito a poquito empezar a regenerar esto. Y, una vez más, no se asusten (…) Todos estos signos quieren decir que salieron vivos de una enfermedad que muchos no están para contarlo.”
Un virus inédito
“Es la primera vez que hay un virus que afecte a cada persona diferente y que tenga estas manifestaciones tan extrañas que afecten absolutamente a todos los órganos del cuerpo, y que no podemos usar nuestra experiencia pasada para poder decir qué va a pasar”, dice Sandra López León.
Si bien algunos virus como el del herpes o el citomegalovirus provocan fatiga crónica, y algunos otros causan pérdida del olfato, el SARS-CoV-2 ha sorprendido a los científicos por la gran cantidad de síntomas diversos que provoca. También es notable su capacidad de dejar secuelas a largo plazo, objeto de la investigación de este grupo de científicas de habla hispana.
Respecto a las secuelas en pulmón y cómo recuperarse de ellas, López León dice que “hay muchos ejercicios que se pueden hacer. Hay guías (…) que se pueden seguir para hacer la rehabilitación, y que uno tiene que trabajar para mejorar todo el pulmón. Y no nada más para el pulmón, es para todo. Por ejemplo, si se quedaron sin olfato, pueden oler cosas fuertes, como el perfume, la mostaza, cosas fuertes para estar estimulando el nervio. Igual el oído. Cuando a mí me dio Covid disminuyó mi audición por seis meses. Y lo que yo hacía era bajar en el teléfono a lo más bajo (el volumen) para ponerlo en ese oído y esforzarme a oír.”
En la segunda mitad de esta interesante conversación, que puedes ver íntegra en el video anexo, las científicas respondieron preguntas del público. Muchas de ellas tenían que ver con cómo detectar secuelas a largo plazo. La respuesta, prácticamente unánime, fue: escucha a tu cuerpo.
La vacunación reduce las secuelas del coronavirus
Otro tema recurrente entre las preguntas de los usuarios fue la vacunación. Al respecto, Sonia Villapol compartió algunos datos interesantes.
“Hay una hipótesis muy reforzada por científicos de la Universidad de Yale, que está inscribiendo un trabajo sobre esto; resulta que el 70% de la gente que pasó la covid y luego se vacunó, encontró reducción en sus efectos a largo plazo. Curiosamente. Y esto se puede explicar por distintos motivos. Por ejemplo, se sabe que la inflamación sistémica persistente que aparece durante la covid, a lo largo del recorrido, puede reducirse después de la vacunación.”
Si bien el meta-estudio publicado en días pasados aporta muchos datos que podrían orientar nuevas investigaciones, las científicas consideraron que hace falta realizar estas, a fin de develar los muchos secretos que aún nos repara el nuevo coronavirus. Por ejemplo, todavía no es claro si los asintomáticos presentan secuelas o no, aunque Villapol, quien hace gala de un conocimiento permanentemente renovado, narra lo siguiente:
“Se están viendo casos de niños con covid persistente a largo plazo, que tienen pérdidas de atención, más que nada problemas cognitivos meses después, y que superaron la covid con síntomas muy leves pero luego los síntomas a más largo plazo eran más prominentes, más graves; esta pérdida de atención y estados como de tristeza. Hay estudio psicopedagógicos (…) y es muy curioso. Creo que hay que hacer muchos estudios.”
Estudios posteriores, en los que los casos se puedan segmentar por sexo, edad, gravedad de la fase aguda de la enfermedad, grupos étnicos y otros parámetros, podrían ayudar a la comunidad científica a determinar con más precisión las probabilidades de cada individuo de padecer estas secuelas que, al día de hoy, siguen siendo parte del gran enigma llamado covid-19.
Reproducción autorizada con la mención siguiente: ©EnlaceJudío
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