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domingo 24 de noviembre de 2024

Bryan Acuña/ El discurso judeofóbico en el mundo árabe

Enlace Judío.- El antisemitismo indicaría el odio contra los «semitas», y se ha utilizado para explicar los ataques contra poblaciones judías en los casos mencionados en los artículos en Wall Street International (WSI) de septiembre 2020, así como de febrero y marzo de 2021, que van desde un enfoque meramente religioso, pasando por cuestiones políticas y circunstancias ideológicas, como es el caso de la crítica hacia el sionismo.

Sin embargo, para poder evitar errores conceptuales a la hora de abordar el tema del odio árabe contra los judíos se marcará una diferencia de conceptos, en este punto se usará el término «judeofobia», promovido por León Pinsker (1821-1891) que, en realidad, es un término más exacto que antisemitismo, aunque usado activamente desde hace menos tiempo.

La judeofobia, como su término lo expresa es el odio contra los judíos, si bien antisemitismo está bien utilizado como este mismo tipo de rechazo, algunos tienden a negarlo mencionando que los árabes son de origen semita; algo que es cierto, pero evitan mencionar que, cuando la palabra comenzó a usarse como una designación etnolingüística, la referencia era directa contra los judíos.

Por estos motivos, haré uso del vocablo judeofobia para conceptualizar este punto específico.

El odio árabe contra los judíos durante el siglo XIX y comienzos del siglo XX

Se considera que con el crecimiento del nacionalismo judío (sionismo), comenzaron a tener choques con el nacionalismo árabe (panarabismo) y esto llevó a actos de judeofobia muy marcados en los países musulmanes con acusaciones de libelos y reacciones extremadamente violentas.

En 1840, por ejemplo, aparece asesinado un fraile franciscano en Damasco, así como su criado. Por lo que el gobernador turco y el cónsul francés Ratti-Menton indicaron que, por estar cerca la pascua hebrea, de seguro se trataría de un asesinato ritual. Esto llevó a una investigación con confesiones bajo tortura, encarcelamientos y el asesinato de varios miembros de la comunidad judía.

Levantamientos populares judeofóbicos se realizaron a través de la África del Medio Oriente y del Norte: Aleppo (1850-1875), Damasco (1840, 1848, 1890), Beirut (1862, 1874), Dayr Al Qamar (1847), Jaffa (1876), Jerusalén (1847, 1870 y 1895), El Cairo (1844, 1890, 1901-902), Mansura (1877), Alejandría (1870, 1882, 1901-07), el Puerto Dijo (1903, 1908) y Damanhur (1871, 1873, 1877, 1877, 1891).

La alianza árabe-nazi

El nazismo sintió una buena acogida entre las poblaciones árabes del Medio Oriente y del Norte de África. Tenían tres enemigos comunes: democracia, sionismo y comunismo. A pesar de que los alemanes veían como inferiores a los árabes, por su presencia estratégica se transformarían en poderosos aliados para combatir a las fuerzas opositoras que tendrían espacio en esta región (Herf, 2009).

Enormes cantidades de propaganda nazi se empezaron a distribuir entre los países árabes, así como traducciones del libro Mi lucha de Adolfo Hitler a ese idioma, ayudados por los Hermanos Musulmanes. El nazismo ganó simpatía por la oposición árabe a la presencia de los británicos en tierras que consideraban completas para la creación de una Gran Nación Árabe, además de los roces contra los nacionalistas judíos que buscaban la independencia de los territorios donde tenían presencia en el Medio Oriente y que se había disparado desde el siglo XIX y comienzos del siglo XX (Duheaume, 2018).

De esta manera, el dinero nazi funcionó para apoyar y financiar la Revuelta árabe en la Palestina Británica (1936-1939) y el derrocamiento del regente probritánico de Iraq, Abdalá, en alianza con el Muftí de Jerusalén, Haj Amín el Huseini (1897-1974), quien además se reunió con los líderes fascistas de Roma y Berlín en 1941. Un año antes, habría solicitado a los nazis acabar con el «problema judío» de Palestina y otros países árabes en concordancia con un plan nacional y racial de los árabes, principalmente musulmanes. En el 43 instó al Tercer Reich a bombardear Tel Aviv y Jerusalén (Albert, 2008).

En el año 1942, Joachim von Ribbentrop (1893-1946) envió una carta al Muftí para dar todo el apoyo nazi a los «árabes oprimidos» en su lucha por destruir «El Hogar Nacional Judío en Palestina». Para 1943, el comandante nazi, Heinrich Himmler (1900-1945), elogiaba la alianza natural entre la gran Alemania y los musulmanes amantes de la libertad en el mundo.

El oficial alemán Wilhelm Melchers durante los Juicios de Núremberg (1945-1946) indicó sobre el Muftí que era un enemigo fiero de los judíos y no ocultó que le gustaría verlos a todos liquidados. Se conoce que, desde Berlín, trabajó insaciablemente entre 1942-1944 por impedir el rescate de judíos en Hungría, Rumania, Bulgaria y Croacia.

Por la influencia nazi en el mundo árabe, existieron una serie de pogromos contra poblaciones judías, por ejemplo, Argelia en 1930; ataques contra judíos libios e iraquíes en 1940; un año después, en Bagdad, se dio el pogromo denominado Farhud (desposesión) donde se asesinó a 180 judíos y se dañaron a otros 700 luego de la victoria inglesa contra el gobierno pronazi de Rashid Ali (1892-1965), publica Acuña en WSI.

Con la caída del nazismo, la influencia dentro de algunos países árabes mermó, aunque ya algunos sentimientos como la judeofobia se habían institucionalizado y se acrecentarían con el interés árabe de que toda la región del Medio Oriente quedara bajo la administración de grupos panarabistas.

Los resultados de la Segunda Guerra Mundial fueron nefastos, la golpeada Europa no dejó de ser antisemita a pesar de los efectos del nazismo contra los judíos, por lo que, tanto antes, como durante y después de la guerra, muchas comunidades se reubicaron en diferentes partes del mundo, entre esos la Palestina británica, donde se había desarrollado una importante colectividad con instituciones importantes e influyentes en la zona.

De lo anterior, se comienza a desarrollar un choque político por los intereses judíos de ocupar lo restante de la Palestina británica, tal y como lo designó la «Declaración Balfour» y dejar de una vez por todas asentado «El Hogar Nacional Judío», después de que una parte del territorio se otorgó para la creación de Transjordania (actual Reino Hachemita de Jordania) y el resto sería dividido entre un nuevo Estado árabe y un Estado judío.

Las confrontaciones entre árabes y judíos por el poder de la región, y contra la fuerza ocupante británica, acelerarían el proceso de partición y le atinarían finalmente, en noviembre de 1947, el primer triunfo del movimiento de autodeterminación judío (sionismo) y su segundo gran triunfo en mayo de 1948 con la Declaración de Independencia del Estado de Israel, donde, además de declarar su independencia, se extiende la mano al diálogo y a las relaciones cordiales con sus vecinos. Según aparece en el Acta de Independencia realizada por David Ben Gurión en el museo de Tel Aviv:

… Exhortamos; aun en medio de la agresión sangrienta que es lanzada en contra nuestra desde hace meses; a los habitantes árabes del Estado de Israel a mantener la paz y participar en la construcción del Estado sobre la base de plenos derechos civiles y de una representación adecuada en todas sus instituciones provisionales y permanentes.

Extendemos nuestra mano a todos los estados vecinos y a sus pueblos en una oferta de paz y buena vecindad, y los exhortamos a establecer vínculos de cooperación y ayuda mutua con el pueblo judío soberano asentado en su tierra. El Estado de Israel está dispuesto a realizar su parte en el esfuerzo común por el progreso de todo el Medio Oriente…

Lo anterior es solamente una reseña de lo que la judeofobia en el mundo árabe impulsó, por la propia influencia europea y, por supuesto, posteriormente con su propia manufactura. En una próxima edición se retomará el tema desde la Independencia de Israel, hasta el reforzamiento de un discurso en ocasiones judeofóbico; desde el liderazgo palestino vigente hasta hoy, donde se mezcla también el carácter religioso, lo ideológico y el reforzamiento de la identidad nacional.

Reproducción autorizada con la mención siguiente: ©EnlaceJudío

 


Las opiniones, creencias y puntos de vista expresados por el autor o la autora en los artículos de opinión, y los comentarios en los mismos, no reflejan necesariamente la postura o línea editorial de Enlace Judío.

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