Enlace Judío – Un estudio israelí publicado en Haaretz con motivo de Yom Hazikarón indica que las mujeres que sufren postrauma después de servir en unidades de combate o de apoyo al combate se resisten a buscar ayuda, y rara vez tienen oportunidad de ventilar sus emociones.
YANIV KUBOVICH
6 de junio de 2005, poco después de las 6:00 a.m. En el puesto de control de Qalqilya (Judea y Samaria) hay una larga fila de autos que esperan para transportar a palestinos que trabajan en Israel. Frente a ellos hay soldados de Caracal, un batallón mixto de combate. Uno de ellos ve a dos mujeres palestinas que entran en un taxi. Les pide su identificación y surge un enfrentamiento. La comandante del puesto de control, Lauren Dagan Amos, una de las primeras mujeres soldado de Caracal, corrió a ayudar a su compañero. “En medio del incidente oigo a los soldados del puesto de control gritar ‘ataque terrorista, tienen una bomba atada al cuerpo’, recuerda Lauren, que no puede evitar las lágrimas.
“No entendía lo que pasaba, me encontré tirada en el piso junto a las dos mujeres palestinas y todos a nuestro alrededor se alejaban. No recuerdo haber pedido ayuda, pensé que si esto es lo que está ocurriendo, que pase rápido, para no sentir demasiado dolor”.
Lauren no sabe cuánto tiempo estuvo tirada en el piso, esperando a morir, hasta que llegaron dos vehículos del ejército. Para su sorpresa, no intentaron rescatarla. “Eran soldados del servicio de seguridad Shin Bet o de combate, pero vi que se alejaron de mí y me gritaban que no disparara, porque haría estallar el explosivo”, dijo.
Sólo después, cuando quedó claro que las palestinas no llevaban explosivos, los soldados las atraparon.
“Nunca entenderé por qué me dejaron en el piso. Hasta hoy nadie me lo ha explicado. Sentí que mi cuerpo simplemente cayó allí”.
Tres meses después, cuando Lauren no avanzaba en su rehabilitación, la fisioterapeuta pidió hablar con su padre. “Esta chica sufre un postrauma”, le dijo al padre. Lauren nunca había oído hablar del trastorno de estrés postraumático (TEPT).
“De pronto me di cuenta de que mi fracaso tenía un nombre”, comentó. “A la hora de la verdad fracasé como soldado de combate. Es un fracaso con el que vivo cada minuto. Yo, una de las primeras mujeres soldado de combate en Caracal, una historia de éxito, una prueba de que las mujeres pueden servir en unidades de combate, que envió una carta de 10 páginas al jefe del Estado Mayor con investigaciones del extranjero que demostraban por qué merecía ser soldado de combate, fracasé a la hora de la verdad y eso me destrozó”.
Tras un agotador proceso de rehabilitación, Lauren fue reasignada al frente interno. Solo ahora, 16 años después, a los 35 años, candidata a un doctorado en ciencias políticas de la Universidad de Bar-Ilan sobre el conflicto palestino-israelí, encuentra el valor para hablar del incidente que no la abandona.
Lauren es una de las 100 mujeres que sirvieron en unidades de combate y de apoyo al combate que participaron en un estudio a gran escala realizado por las profesoras Ayelet Harel-Shalev, del Departamento de Política y Gobierno de la Universidad Ben-Gurión, y Shir Dafna-Tekoah, de la Escuela de Trabajo Social del Instituto Académico de Ashkelón, autoras del libro “Breaking the Binaries in Security Studies: A Gendered Analysis of Women in Combat” (“Rompiendo los Binarios en Estudios de Seguridad: Un análisis de género de mujeres en combate”).
Durante el estudio, las mujeres describieron el evento más significativo de su servicio militar.
“Casi todas dijeron que era la primera vez que alguien les preguntaba sobre sus experiencias durante su servicio militar y tenían oportunidad de ventilar sus emociones”, comentaron las investigadoras.
Todas indicaron que habían sentido estrés, ansiedad y peligro de muerte en diversos incidentes. Hablaron de lo que fue para ellas asumir un rol masculino y desempeñarse como soldado de combate frente a la población civil.
“Muy pronto nos dimos cuenta de que las mujeres que sirvieron en el frente sentían que estaban librando una doble batalla”, comentó Harel-Shalev. “Una en el campo de batalla y otra en la sociedad”.
Sólo seis de las cien mujeres dijeron haber recibido terapia o asesoramiento psicológico durante su servicio o después, aunque todas dijeron haber experimentado por peligro de muerte y lesiones físicas.
De acuerdo al estudio, las mujeres dudaban en pedir ayuda para no ser etiquetadas como “dañadas”. La idea de que habían luchado tanto para llegar a donde estaban, y que luego tenían que pedir ayuda “serviría a los intereses de quienes se oponen a su integración en batallones de combate”, dice Lauren.
“Las mujeres soldados de combate se encuentran hoy en el lugar de los soldados varones después de la Guerra de Yom Kipur, cuando era vergonzoso reconocer un trauma o requerir la ayuda de un psicólogo del ejército. Incluso hoy no puedo aceptar que tengo postrauma. Me da vergüenza”, añadió.
Shir Peled, la primera mujer soldado de combate en la Policía de Fronteras, fue diagnosticada con postrauma hace dos años. Posteriormente fundó un grupo en Facebook para mujeres soldado de combate. “Las mujeres soldado de combate se sienten fuertes. Es difícil para nosotras pensar que somos un grupo de apoyo, que somos víctimas”, expresó.
“Un terrorista me apuntó con una pistola, y el arma no se disparó”, dijo. “Cuando empezó a huir, lo detuve con el pie y así lo arrestamos. Hasta el día de hoy hay una broma en la unidad sobre cómo le puse el pie en lugar de dispararle. Pero detuve a un terrorista, lo atrapé. Si fuera un soldado varón habría recibido una medalla, pero con las mujeres siempre minimizan el logro”.
Según Harel-Shalev, la indiferencia del ejército por las mujeres soldados de combate se debe a la ignorancia. Hasta ahora, los estudios sobre postrauma se han centrado en soldados varones. “La ausencia de mujeres en el campo de batalla ha influido en la investigación”, aseveró.
“Los viernes, antes de volver a casa, nuestro comandante se cambiaba de ropa y de boina para que la gente no supiera que comandaba a las mujeres en Caracal. Le daba vergüenza”, comentó Lauren Dagan Amos. “Estas mujeres soldado de combate se levantan cada día para luchar por el país y proteger a los ciudadanos de Israel”.
“Es importante que el ejército sea consciente de que hay diferencias de género en la investigación de traumas. Ha llegado el momento de abandonar los estereotipos de las mujeres histéricas, de las mujeres como víctimas de violaciones y abusos, y de escuchar sus relatos sobre el trauma, incluido su trauma en la batalla”, señaló Harel-Shalev.
“Escuchar puede arrojar luz sobre aspectos ocultos de la guerra y del trauma”, añadió.
Sin embargo, a pesar de las dificultades, más del 80% de las mujeres entrevistadas dijeron que volverían a reclutarse en unidades de combate. Lauren Dagan Amos, la soldado que yacía en el piso abandonada aquella mañana en Qalqilya, no haría nada diferente.
“Volvería a hacer lo mismo de aquel día, aunque supiera que a lo que me llevaría. Haría cualquier cosa por volver a ser un soldado de combate. Es un orgullo que no se puede explicar a quienes no han pasado por ello”, concluyó.
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