Enlace Judío – Ya ha pasado más de un año desde que los supermercados se agotaron de botes de desinfectantes y toallitas impregnadas de cloro, cuando dejábamos en cuarentena los paquetes de compras en línea y limpiábamos con obsesión cualquier objeto que entraba a nuestra guarida. Algunos seguimos tallando mesas, paredes y manijas, otros hemos bajado la guardia y comenzado a olvidar las paranoias germofóbicas. En un principio la incertidumbre nos obligó a atrincherarnos en todos los frentes, pero hoy sabemos más.
Para prevenir una enfermedad infecciosa es fundamental conocer su forma de transmisión. Si no entendemos cómo se contagia es imposible protegernos con efectividad. Cuando la epidemia de SIDA recién comenzaba pasó un rato hasta que quedó claro sus vías de contagio: hoy sabemos cómo prevenirla. Sucede similar con la COVID-19. Ha pasado algo de tiempo y la ciencia ha mirado a detalle las formas en que nos hemos contagiado. Con ello, hoy tenemos con mayor claridad cuáles sí y cuales no son las vías principales para entrar en contacto con el virus SARS-CoV-2.
Es importante aclarar que hablaremos de las vías posibles de transmisión y la principal, aunque nada nos garantiza una protección total, completa; entender los detalles nos da las herramientas necesarias para minimizar los riesgos de contagio según cada escenario y situación.
En un inicio se daba mayor prioridad a la posibilidad de que las superficies fueran un medio de contagio, sin embargo a hoy no hay ningún caso confirmado que haya adquirido la COVID-19 por tocar una mesa sucia o el botón de un ascensor contaminado. Sin duda la higiene es siempre fundamental pero mientras nos lavemos frecuentemente las manos con agua y con jabón, especialmente antes de tocarnos la cara, es suficiente para interrumpir esta posible vía de transmisión. Es por ello que aunque siempre esta bien limpiar, especialmente porque el coronavirus no es el único patógeno que queremos eliminar, vale la pena dejar de darle tanta importancia a desinfectar la compra o colocar los tapetes de cloro en las entradas que solo incrementan el riesgo de caídas.
La segunda vía de contagio que inicialmente se pensaba era primordial es a través de gotas que salen expedidas como proyectiles cuando alguien con el virus estornuda o tose. Sin duda es una posibilidad, pero es importante hacer notar que las gotas si no chocan con nuestra cara, caen por la fuerza de gravedad al suelo y el virus queda inactivado. Pero además sabemos que entre un tercio y la mitad de los casos de COVID-19 se dan por contagios presintomáticos (antes de que aparezcan los síntomas) o asintomáticos (que nunca se sienten mal) dejando claro que las gotas no pueden ser las únicas responsables de los contagios.
Esto me lleva a explorar la última posibilidad y la que hoy piensan los expertos que es la primordial. Cada vez son más los científicos que coinciden que la vía principal de contagio del nuevo coronavirus es a través de aerosoles, de este humo invisible que flota en el aire impregnado de partículas virales suspendidas. Los aerosoles los expulsamos al hablar, cantar, gritar, incluso solamente respirar y van llenando los espacios con partículas virales flotando en ellos. Cada vez son más los estudios y evidencias que confirman esta hipótesis donde los contagios no se hubieran logrado si la transmisión hubiera sido por gotas o superficies.
Por ejemplo, en hoteles para cuarentenas se observaron contagios entre personas que nunca se vieron, que estaban en cuartos contiguos, donde uno de ellos estaba positivo y sus recámaras estaban conectadas por un tubo de aire. O el evento de súper propagación donde al cantar, miembros de un coro en EE. UU. se contagiaron a pesar de estar lejos una de otra.
Algo similar lo vimos en algunas cárceles, bodegas empacadoras, oficinas, cruceros, y residencias de ancianos, en que los contactos no fueron cercanos entre las personas sino que eran espacios cerrados donde el aire se compartía entre los presentes sin suficiente ventilación. Lo mismo en un restaurante en China donde una persona positiva contagio a los comensales de otras mesas que se encontraban en el paso del flujo del aire acondicionado y no a los acompañantes de su misma mesa. Y un experimento donde jaulas de animales conectadas a través de ductos de aire lograron que los infectados transmitieran el coronavirus a los animales inicialmente no infectados. En todos estos entornos el aire fue el transmisor del virus.
Pero además sabemos que el riesgo de contagio disminuye dramáticamente en espacios abiertos, al aire libre, en que las partículas virales suspendidas se esparcen rápidamente diluyéndose. Por eso la importancia de abrir ventanas, estar afuera, permitir el intercambio de aire en las habitaciones cerradas para que no respiremos el aire ya respirado. Recordemos que los humanos respiramos oxígeno del aire y luego del intercambio de gases en los pulmones exhalamos bióxido de carbono.
Es por ello que hay investigadores, como la del Prof. José Luis Jiménez de la Universidad de Colorado en Boulder que proponen usar medidores de bióxido de carbono en los lugares cerrados como un indicador de cuánto aire del que respiramos ha sido exhalado por otra persona que posiblemente esté positiva. Los medidores de concentración de bióxido de carbono no son una medida exacta de la cantidad de virus en el ambiente, pero si son una herramienta útil para evaluar la calidad del aire y darnos una idea del riesgo de estar en un espacio cerrado.
El Prof. Jiménez sugiere que no debemos estar en un ambiente con más de 300 ppm (partes por millón) de bióxido de carbono que el exterior (que generalmente tiene 400 ppm), y nunca permitir que el cuarto tenga más de 1,000 ppm por ser niveles perjudiciales para la salud y desempeño cognitivo.
Debido a que hoy consideramos a los aerosoles, al aire, como el medio de contagio principal del nuevo coronavirus, entendemos por qué en centros médicos donde el personal de salud llevaba protección contra gotas contaminadas (como las caretas) acabaron enfermando de COVID-19. De hecho en cuartos de hospital con pacientes positivos de COVID-19 se han tomado muestras del aire y encontrado virus de SARS-CoV-2 viable hasta por 3 horas, suspendido, flotando.
Por eso hoy con la evidencia que se tiene (y en la ciencia mientras no haya forma de refutar una hipótesis ésta se sigue fortaleciendo) se recomienda cuidar el aire que respiramos, especialmente limitar la exposición en lugares cerrados, el numero de personas, el tiempo en que compartimos el ambiente. Hoy sabemos que la famosa “sana distancia” solo funciona para prevenir contagio por gotas por lo que en un espacio cerrado medidas como la colocación de filtros, los medidores de bióxido de carbono y el lograr abrir puertas y ventanas para intercambiar el aire frecuentemente es fundamental.
Y finalmente regresamos a lo que conocemos como esencial: el uso de un buen cubrebocas, donde el punto más importante es que nos quede bien ajustado, bien sellado, para que los aerosoles no logren pasar a través de los espacios que queda entre el cubrebocas y nuestra piel. Cada cara es distinta y cada cubrebocas de otra forma, por lo que lo mejor es probar varios para encontrar el que a cada uno nos quede mejor. Sin espacios que permitan la entrada de aerosoles.
Hoy ya lo sabes. La vía principal de contagio de la COVID-19 es a través del aire, de partículas suspendidas llamadas aerosoles. Así que reorienta, corrige y enfoca tus esfuerzos en cuidar el aire que respiras. Aprovecha el clima de primavera para disfrutar el aire libre, abre ventanas y ventila. Sí podemos prevenir la COVID-19, pero para ello es fundamental saber lo que se entiende hoy acerca de cómo se contagia el virus.
Propaga esta información para cuidarnos todos: la calidad del aire que respiras sí importa.
Las opiniones, creencias y puntos de vista expresados por el autor o la autora en los artículos de opinión, y los comentarios en los mismos, no reflejan necesariamente la postura o línea editorial de Enlace Judío.
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