Enlace Judío México e Israel – Cuando uno habla de Torá, de D-os y espiritualidad, casi siempre se piensa que la religión necesariamente está separada de los conflictos bélicos; y aunque en la mayoría de los casos es cierto, no necesariamente lo es para todos. Nadie quiere la guerra, a nadie le gusta verse en la posición de matar a un hombre o perder la vida, sin embargo, la realidad es que no siempre podemos darnos el lujo de escoger la paz. Cuando uno se encuentra frente a un enemigo que quiere exterminar al pueblo judío, despojarlo de todas sus propiedades, esclavizarlo u obligarlo por medio de la fuerza a romper la Torá, uno tiene la obligación halajica de defenderse militarmente. Claro que es una situación que debe evitarse a toda costa y agotarse los recursos de negociación previamente, sin embargo, la guerra, en casos como los descritos no es una prohibición que la Torá tenga y en muchas situaciones se convierte en un mandato.
A lo largo de toda la historia judía existen ejemplos de civilizaciones y sociedades que han atacado al pueblo judío, buscando su exterminio o desposeerlo de su tierra. Por eso mismo la Torá, el Tanaj y el Talmud están repletos de historias de batallas bélicas en las que D-os ordena a los judíos defenderse. A través de estas historias podemos entender un poco de la perspectiva moral que la Torá trasmite sobre este fenómeno. A continuación hablamos sobre los cinco momentos más icónicos en que la Torá le pide al pueblo judío o a individuos defenderse militarmente.
Abraham y la Guerra de los Cinco Reyes
En el primer conflicto bélico que la Torá narra Abraham participa. En el Génesis (14) se nos narra la guerra que hubo entre los señores de la región de Canaán donde una alianza de cuatro reyes conquistó a los señoríos menores y exigieron tributo durante doce años a los reinos conquistados. Sin embargo, se formó otra alianza de cinco reyes que durante trece años se rebelaron contra los primeros entre esa alianza se encontraba el rey de Sodoma, reino donde Lot (sobrino de Abraham) vivía. Los nueve reyes entraron en guerra perdiendo esta última los rebeldes.
La alianza ganadora saqueó todos los pueblos incluso a reinos aledaños que no se habían revuelto y tomó como botín a civiles. Por el odio que le tenían a Abraham o lo magnanime que podría ser su recompensa pusieron énfasis especial en secuestrar y mantener cautivo a Lot. Al enterarse Abraham de lo ocurrido socorrió a su sobrino; armó toda su casa (318 hombres) y derrotó la mal formada alianza, regresando los bienes y personas secuestradas a sus dueños originales. Cuando el rey de Sodoma le ofrece obsequios Abraham los rechaza diciendo que no se vaya decir que fue él, el rey de Sodoma quien lo hizo rico, sino que se sepa que D-os solamente lo ha asistido.
Ese último comentario nos explica algunas de las razones que Abraham tenía al participar en la guerra. Sabía que al regresar los bienes y personas secuestradas haría el nombre de D-os grande entre la gente. Sin embargo, su objetivo principal era rescatar a su sobrino y esto también lo logra. Varios comentarios nos dicen que la Torá nos muestra la participación de Abraham en la guerra para recalcar que uno no puede permanecer separado de los asuntos seculares, D-os maneja la historia y participar de ella también es engrandecer Su nombre. Abraham, el padre de las naciones, el hombre más sabio y justo de su época, quien trajo el monoteísmo al mundo y enseñó el amor a D-os también fue un hombre de acción y siguió la voluntad de D-os al rescatar a Lot.
Moisés y la guerra entre Israel y Amalek
En el Éxodo (17:8) se nos presenta la guerra más clásica que define la participación bélica del pueblo judío, aquella contra un enemigo que los quiere exterminar. Amalek en la literatura toraica representa la maldad encarnada y busca el aniquilamiento del pueblo judío. El pasaje es muy explícito cuando nos dice que fue Amalek quien hizo la guerra contra Israel.
En esta batalla se nos narra como Josúe lidera el ejército judío mientras Moisés se encuentra en la cima de la montaña rezando. Se nos narra como sus manos se mueven conforme a la batalla, cuando sus manos están en alto Israel lleva la delantera en la batalla, cuando están quien la lleva es Amalek. Las manos representan la relación de D-os con el pueblo, Moisés se encontraba en la cima de la montaña por dos razones: para rezar por el pueblo judío y para inspirar fe a los soldados a través de su rezo. Las manos dirigidas hacia el Cielo es un recuerdo al pueblo judío de D-os, es a la vez una señal de esperanza y un recordatorio, cuando el pueblo judío dedicaba su corazón a D-os y tenía fe en Él ganaba la batalla.
Al final del pasaje D-os le dice a Moisés que borrará la memoria de Amalek y se nos dice que D-os mantiene una guerra contra Amalek de generación en generación. Es una mitzvá (un mandato divino) acabar con Amalek y participar en la guerra contra él, pues representa la maldad absoluta. Usualmente se entiende como la responsabilidad de luchar contra nuestra maldad interna, sin embargo, Amalek también es el primer ejemplo de un pueblo que busca el exterminio judío; al pedirnos acabar con Amalek, la Torá también nos recuerda la importancia de defendernos de aquellos que nos quieren exterminar.
La guerra de Deborá contra Sisera y el rey Jabin
Otro ejemplo de un momento en que D-os le pide al pueblo judío pelear ocurre en el Libro de Jueces (4). El rey de Jabin había conquistado y oprimido a Israel por veinte años durante la época que Deborá era profetiza y jueza. Cuando el pueblo, bajo su consejo vuelve a ganarse el favor divino, D-os se le presenta a Deborá y le ordena juntar un ejercito de diez mil hombres entre las tribus de Naftali y Zebulun y subir al Monte Tabor, pues le promete entregarle a Sisera (el comandante del rey Jabin) con todo su ejército. Deborá busca a Barak, pues debería ser él quien dirigiera este ejército. En la batalla Israel gana y Sisera huyendo termina por morir a las manos de Yael quien lo esconde en su casa para engañarlo y matarlo. Tanto Deborá, como Yael y Barak cumplen con un mandato divino al hacer la guerra y matar al general. A través de sus acciones Israel recupera la independencia y las tierras que les habían sido quitadas por la fuerza.
La guerra de Purim
Uno de los detalles de Purim que suele olvidarse es que en Purim no sólo festejamos la historia de la reina Ester y el rey Asuero, sino también el éxito bélico que los judíos tuvieron en Persia al defenderse de la gente que los quería asesinar. Casi todos los eventos de la historia que se nos narran en el libro de Ester ocurrieron en el mes de nisán, sin embargo, celebramos Purim en adar, porque en el 13 y el 14 de adar se libraron las batallas contra aquellos que buscaban su exterminio, y los judíos salieron victoriosos.
La historia de Purim es una continuación de la guerra contra Amalek que se nos narra en el Éxodo. A Hamán, el hombre que quería el exterminio judío, se le llama amalequita, él logra que el rey promulgue un edicto de exterminio contra los judíos radicados en Persia. Ester al revelar su identidad como judía logra cambiar la voluntad del rey, sin embargo el edicto que había sido decretado no puede ser anulado una vez que el rey lo firmó con su anillo, por lo cual lo que se promulga es un nuevo edicto que le permite a los judíos armarse militarmente y defenderse de aquellos que los quieran asesinar. Durante un año los judíos se preparan para la guerra y al final salen victoriosos. En este caso defenderse también fue un mandato divino, al igual que con Amelek, uno tiene la obligación de no dejarse exterminar.
Los macabeos y los milagros de Janucá
Finalmente otra de las guerras en las que D-os le pide al pueblo judío luchar es en la guerra de los macabeos. Ésta guerra ocurrió en las épocas de Antíoco IV cuando Judea estaba bajo el dominio de los seleucidas. Durante ese tiempo se había prohibido las prácticas judías relacionadas con la espiritualidad como la circuncisión, el estudio de Torá, la santificación del mes y festividades; se había desacrado el Templo y se quería obligar a los judíos a cometer idolatría. Fueron los macabeos, un grupo de sacerdotes, quienes decidieron revelarse. La revuelta duró 25 años al final de la cual se restablecieron los servicios en el Templo y se alcanzó la libertad de culto que se buscaba. En Janucá celebramos los milagros que ocurrieron durante esa guerra “que los muchos a las manos de los pocos… los fuertes a las manos de los débiles … los malvados a las manos de los justos”. Primordialmente se celebra que el pueblo judío haya tenido el coraje de revelarse y asegurar la continuidad de su fe, la independencia de sus creencias.
La importancia de la paz
Las últimas cuatro guerras que mencionamos ocurrieron en un momento en que el pueblo judío necesitó defenderse. Sin ellas, el pueblo judío no existiría hoy, sin embargo, eso no mina el hecho de que hayan sido libradas de forma ética, la Torá y el Talmud señalan las reglas morales que deben ser cumplidas bajo cualquier conflicto bélico y siempre se tiene la consciencia de que es D-os quien dirige el curso de la historia y por eso nuestras acciones deben caber en el marco de la moralidad. También se tiene presente que la guerra es el último recurso que uno tiene; se busca sólo en momentos de necesidad, cuando uno está bajo ataque. Si existe la posibilidad de tener paz uno siempre debe decantarse por esa opción.
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