Enlace Judío México e Israel – Cuando la Segunda Guerra Mundial inició en septiembre de 1939, muchos países tenían el objetivo de lograr mantenerse fuera del conflicto, ese el ejemplo de Dinamarca, que de manera inmediata se declaró neutral.
Pero declararse neutral no le garantizaba al país escandinavo ninguna seguridad, y el 9 de abril de 1940 la bella Dinamarca fue invadida.
Manteniendo su pacífica posición Dinamarca no realizó ningún movimiento bélico para defenderse, lo que sucedió a Polonia era algo que simplemente nadie quería imitar.
“No hemos venido como enemigos, sino cómo amigos” era la frase que podía leerse en miles de panfletos que los nazis antepusieron al momento de su invasión.
En el transcurso de la mañana Dinamarca quedó completamente ocupada, los nazis se comprometieron con el país ahora invadido que podrían continuar con su vida y su autonomía, así que el parlamento danés tomó la decisión de no luchar en una guerra perdida, no había razón para lastimar a sus ciudades en bombardeos que cobren miles de vidas.
Pese a la pacífica rendición el Rey Cristián X montaba su caballo y paseaba por la capital, queriendo llevar a los daneses un mensaje de que la invasión nazi no les tenía porque arrebatar la dignidad.
Sin embargo, a los nazis nada les importaba estas inútiles demostraciones de orgullo nacional, la Wermacht se concentraba en alimentar a sus soldados utilizando las granjas danesas, así como en mantener a las fábricas productivas para generar el armamento que en los próximos meses los nazis necesitarían.
Ante la invasión y la ocupación el debate no tardó en surgir dentro de la población, mientras algunos daneses argumentaban que esta relación pacífica con los nazis les estaba garantizando preservar la vida y la seguridad, otros criticaban la pasividad de su país a través de una condenatoria prensa informal.
Entonces el sabotaje por parte de los daneses se endureció, las órdenes de los alemanes a los daneses se cumplían tan lentamente que a veces simplemente no se concluían, los jóvenes daneses averiaban tanques, provocaban incendios y robaban a los nazis de sus depósitos de armamento.
Hartos de la situación los nazis exigieron al gobierno de Dinamarca ejecutar a los rebeldes, pero el gobierno danés se negó, con la relación de colaboración severamente fracturada el Primer Ministro danés Erick Julius Scavenius renunció y Dinamarca quedó en manos nazis sin ningún tipo de protección.
La hostilidad entre daneses y nazis continuó hasta el final de la guerra, pero la forma en la que el pueblo danés se defendió, quedó para generaciones venideras como un gran ejemplo de fortaleza, dignidad y valor.
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