Enlace Judío México e Israel / Aranza Gleason / Shulem – Una de las cosas que siempre me gustaron de la serie “Shtisel” es la complejidad del mundo y los personajes que se nos presenta, casi ninguno de ellos es plano y sus conflictos aunque íntimos y comunes se vuelven complejos y extraños por la profundidad con la que son presentados. Todos hemos anhelado casarnos con un hombre o mujer que no nos corresponde, sin embargo, las pasiones en Akiva y el conflicto con la pintura hacen que esas emociones se exacerben, que el personaje se sienta cercano e interesante al mismo tiempo; que no deje de parecernos extraño para que nuestro interés se pierda, ni lo suficientemente lejano como para que no empaticemos con él.
Lo mismo ocurre con Guiti, con Lipe y con Rujami. Si bien el móvil de sus historias es común y se refiere a situaciones y emociones que cualquiera de nosotros enfrentaría, cada uno de ellos tiene una característica que los distingue de la gente común y los vuelve extraños, complejos e interesantes. Sin embargo, de entre todos el que más extraño e enigmático me parece es Shulem, pues nunca actúa de forma clara y sus emociones se manifiestan sólo a través de sutilezas.
La soledad de Shulem
Es un hombre fuerte y claro en sus acciones, su lealtad a la tradición a la rectitud en el actuar son las características que más lo definen. Sin embargo, de repente lo vemos actuar de formas en donde se muestra vulnerable y que no parecieran propias de un hombre como él. La debilidad que presenta frente a ciertas mujeres, la angustia y necesidad de control que quiere ejercer sobre la vida de Akiva, y ciertos momentos que tiene donde se quita los lentes y toca su frente, nos hacen ver que Shulem no siempre es la roca que pretende ser. Nos abren una ventana a la soledad que este hombre sufre. Y es curioso, si tuviera que escoger una sola característica que lo define hablaría primordialmente de un hombre solo, pues seguido en la pantalla lo vemos solo: en la calle yendo por las compras, en la sala de casa estudiando el Talmud y en muchas ocasiones en su cuarto recordando a su esposa muerta.
Esta soledad que se esconde rige muchas de las interacciones que tiene con el resto de los personajes de la serie, se encuentra en el centro de sus relaciones con las mujeres que procura y es la madre de muchos de sus miedos con respecto a Akiva.
Aliza y Dvora
Uno no entiende porque Shulem trata de esa forma a Aliza, pareciera que la usa para evadir su soledad; que disfruta de la comida y no le importa jugar con los sentimientos de esta mujer. Al mismo tiempo tampoco se entiende porque ella se lo permite y porque lo espera. Sin embargo, hay una escena en la segunda temporada que nos ayuda a entender con mayor complejidad la relación de ambos.
Shulem acaba de comprometerse con Menuja (otra mujer que aparece en su vida) y es el aniversario de nacimiento de su esposa muerta. Saca dos copas para hablar con Akiva por un pleito que tienen y éste se va. Al final Shulem se encuentra sólo en su sala, se sirve una copa de un licor caro para él y otra a la muerta que bebe por ella.
Akiva
Akiva es el hijo más cercano a Shulem, es el menor y el único que aún vive con él. Tienen una relación muy compleja porque en muchos sentidos uno es el espejo del otro y los miedos del padre se reflejan en las acciones del hijo. Shulem tiene miedo a que Akiva cometa los mismos errores que él, los consejos que le da se basan primordialmente en las experiencias que ha tenido en carne propia. Su soledad y carencia de compromiso hace que empuje a Akiva a comprometerse prematuramente y lo empuja a buscarse mujeres tradicionales que no quiere. Ello termina por causar conflictos entre padre e hijo. Sin embargo, ninguno es tan marcado como la diferencia de perspectivas que tienen frente a la vida.
Shulem es un hombre rígido que cree en actuar correctamente conforme a la tradición en todo momento y Akiva aunque es sumamente obediente y tradicional tiene sus propios intereses y vive una vida bastante alternativa y desordenada para el gusto de su padre. Todas las veces que Shulem lo lastima, lo hace pensando en el bien del hijo. Ahuyenta a Elisheva porque representa un peligro para el futuro de Akiva, aurrina el premio de pintura porque quiere que su hijo regrese a estudiar Torá únicamente y es una forma de recordarle la importancia de lo que a los ojos de Shulem Akiva está abandonando, lo corre de la casa para demostrarle que no lo necesita como compañía y que debe de hacer su camino solo. Sin embargo, muchas de esas acciones lo llevan a que su hijo se aleje y esa es la principal tragedia de Shulem que en su afán de control se va quedando solo. Tiende a alejar a la gente que le es más cercana por imponer lo que él cree es mejor para ellos. Le sucede con su madre, con Akiva, con Guiti en su momento y con su hermano. El mayor reto para este personaje será aprender a aceptar a las personas que ama y no ejercer control sobre ellas.
Esa aceptación lo logra en la escena final de la segunda temporada, Shulem vende su tumba a lado de la mujer que ama para comprar la pintura que Akiva hizo sobre su madre. Shulem tiene todas las intenciones de quemar esa pintura pues lo considera una difamación a su esposa muerta, peor aún hecha por su hijo. Cree que es la prueba fehaciente de que Akiva los ha abandonado y ha abandonado una vida con D-os por la pintura, cuando le dice “nos vendiste, me vendiste a mí y vendiste a tu madre” lo dice desde el dolor más profundo y se refiere no sólo a la pintura sino a la creencia de que Akiva ha dejado el mundo de Torá.
Sin embargo al final de la escena no se atreve, en lugar de quemar el lienzo como planeaba prefiere cubrir con un gorro pintado los cabellos que se salían de la imagen. Es una forma de aceptar nuevamente a su hijo, de hacer las paces con lo ocurrido y crear un espacio nuevo para su relación. Es el cambio más grande que Shulem necesita.
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