א שִׁיר, הַמַּעֲלוֹת: אֶל-ה’, בַּצָּרָתָה לִּי– קָרָאתִי, וַיַּעֲנֵנִי.
ב ה’–הַצִּילָה נַפְשִׁי, מִשְּׂפַת-שֶׁקֶר: מִלָּשׁוֹן רְמִיָּה.
ג מַה-יִּתֵּן לְךָ, וּמַה-יֹּסִיף לָךְ– לָשׁוֹן רְמִיָּה.
ד חִצֵּי גִבּוֹר שְׁנוּנִים; עִם, גַּחֲלֵי רְתָמִים.
ה אוֹיָה-לִי, כִּי-גַרְתִּי מֶשֶׁךְ; שָׁכַנְתִּי, עִם-אָהֳלֵי קֵדָר.
ו רַבַּת, שָׁכְנָה-לָּהּ נַפְשִׁי– עִם, שׂוֹנֵא שָׁלוֹם.
ז אֲנִי-שָׁלוֹם, וְכִי אֲדַבֵּר; הֵמָּה, לַמִּלְחָמָה.
Este es un “extraordinario” Salmo, porque creo que a pesar de haber sido escrito hace 3000 años, hoy no es difícil identificarnos con él.
1-2 Clamo a Dios desde mi angustia, sabiendo que Él me responderá.
HaShem, libérame de los labios de la mentira, de la lengua de los embusteros.
El rey David comienza rogando a Dios que lo salve de estos inusuales enemigos. A diferencia de otras ocasiones en las cuales el rival es caracterizado por su poder militar que pone en peligro la vida de David (por ejemplo, Tehilim 144) en este Salmo la amenaza no llega desde el campo de batalla: este enemigo es peligroso porque traiciona y miente cuando parece que procura la paz, y no es posible confiar en sus promesas de no agresión
3.- ¿Qué [paz] se logrará [con este enemigo]? ¿Qué [otras mentiras] habrán de sumar [para engañar] los pueblos de lengua embustera? 4 [Sus promesas de paz] son [tan engañosas] como las flechas venenosas de sus guerreros; o como las brasas de retama [que no parecen ardientes] con las que simulan [la paz]
Sus mortales flechas no solo dañan la parte del cuerpo herida, porque están envenenadas: así, las palabras de este enemigo son de odio y muerte, no de paz y convivencia. En tiempos de paz, la estrategia del enemigo se compara con las brasas de la “retama” (¡me costó mucho encontrar esta palabra, que seguramente tiene su origen en el hebreo “rotem”): las brasas ardientes de este arbusto salvaje se ven grises, apagadas, y parecen inocuas como la ceniza. Y cuando confiando en que esta ceniza está fría uno la toca, ¡se quema! Y ya es demasiado tarde para darse cuenta. Este enemigo se muestra pacífico e inofensivo, como las brasas de la retama: pero eso es sólo apariencias, y promesas vacías. Cuando le acercas tu mano extendida pensando que su odio está apagado, ¡te quemas!
5.- ¡Ay de mí que tengo que vivir entre los habitantes de Méshej [=pueblos del Levante, como Turquía] , y que tengo que residir junto a los pueblos de Kedar [los Ishmaelitas]!
David expresa la angustia de vivir rodeado de pueblos traicioneros. Y finalmente rebela la identidad de estos inusuales rivales sin honor. Son los propios vecinos de Israel: Méshej, al norte —en el Levante o lo que hoy sería : Libano, Siria, Turquia— y Kedar al sur— Gaza, Egipto. Un poco de contexto nos va a ayudar a comprender mejor este Salmo. En los tiempos de Rey David y su hijo Shelomó, el reinado de Israel florecía y había alcanzado su apogeo económico.
El rey David también había firmado la paz con otros pueblos, como los Fenicios, con quienes estableció tratados comerciales que eran beneficiosos para ambos. La región entera, el Medio Oriente de aquel entonces, se beneficiaba enormemente de la prosperidad y estabilidad de Israel. Era una situación de “win/win”, como dicen hoy, donde todos podían prosperar.
Pero para Méshej y Kedar la “prosperidad y estabilidad” de Israel era insufrible ¡No podían soportar que Israel triunfase y estuviera en paz! Y aunque parezca absolutamente descabellado, para los líderes de estos pueblos era más importante destruir a Israel que beneficiarse de la prosperidad que Israel generosamente compartía con toda la región.
6.- Ya he pasado demasiado tiempo al lado de estos pueblos que odian la paz [y solo piensan en destruirme]. 7 Yo quiero la paz,[y busco la paz]. Pero mientras les hablo de paz, mis enemigos piensan en [cómo destruirme con] la guerra.
David los conoce. Vivió mucho tiempo junto a ellos. Estos pueblos, en realidad, no les importa la paz. Su objetivo principal es la destrucción de Israel. Para estos pueblos un tratado de paz no es un objetivo en sí mismo: es solamente un medio para que Israel —confiando ingenuamente en promesas huecas— baje su guardia, se debilite y se exponga más fácilmente a los ataques de sus vecinos.
Pero después de haberse quemado repetidas veces con las brasas de retama, David superó su ingenuidad. Y expresa aquí palabras con dolor: ¿Cómo aceptar que nuestros vecinos —especialmente los Ishmaelitas, los antiguos pueblos árabes, que supuestamente son “nuestros primos”— se hayan contagiado del odio existencial que Amaleq tiene por los judíos?
David, con mis propias palabras, finalmente reconoce que este enemigo es como un tigre salvaje y hambriento, que se acerca a uno con un solo objetivo en mente.… Imaginemos lo peligroso, ingenuo y suicida que sería extender al tigre mi mano de paz, y con una sonrisa ofrecerle ir a cenar juntos al mejor restaurante (¡y hacerme cargo de la cuenta!).
No hay nada más peligroso que imaginar que el tigre “comprende mi idioma”, y que aceptará mi invitación a cenar en paz. El tigre entiende mi lenguaje. Su hambre no puede esperar. Su olfato y sus instintos lo controlan. Y si me descuido y no me defiendo con mis armas, voy a terminar siendo su cena.
Las opiniones, creencias y puntos de vista expresados por el autor o la autora en los artículos de opinión, y los comentarios en los mismos, no reflejan necesariamente la postura o línea editorial de Enlace Judío.
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