Enlace Judío México e Israel – Una de las cosas que siempre considere más bellas del judaísmo es que a través de sus ojos cualquier experiencia en la vida se convierte una fuente de crecimiento. Bajo su filosofía vinimos al mundo a mejorarnos y todo lo que hacemos: los ritos, las leyes, los rezos deben llevarnos a estar más cerca de D-os. Eso incluye desarrollar herramientas emocionales, observar el mundo que nos rodea y acercarnos a los hombres, intentando cada vez actuar bajo la mejor versión de nosotros mismos. De entre los aprendizajes más valiosos que nos ofrece es el de aceptar el dolor y usarlo para crecer.
Sin la oscuridad no conoceríamos la luz, el dolor es una muestra de la fragilidad que tenemos como humanos es una reacción ante el alejamiento de D-os; ante el reconocer las faltas que tenemos y los deseos no cumplidos. Cuando logramos verlo, sentirlo y aceptarlo estamos más preparados para entender y corregir aquellas cosas que lo producen, para caminar hacia un mejor lugar y fortalecernos a través de ello.
Existen dos festividades que directamente nos ponen en contacto con nuestro dolor y nos empujan a conocerlo y crecer a través de él. La primera es el ayuno del 17 de tamuz que se conmemorara el próximo domingo 27 de junio; con este ayuno comienzan lo que se conoce como las Tres Semanas de Luto en el judaísmo. La segunda es Tisha B’Av, es la cúspide y conclusión de esas semanas, el punto en el que el luto llega a su mayor profundidad y donde mayor hincapié se hace sobre el crecimiento a través del dolor. Si bien el ayuno es más un momento reflexivo que inicia un periodo de luto más que un luto intenso como tal es el momento en que empezamos a estudiar sobre las diferentes tragedias que han ocurrido al pueblo judío y nuestra propia conexión con D-os. Empezamos a pensar en el enojo, el dolor, la decepción y la frustración y a lo largo de tres semanas profundizaremos día con día sobre esas emociones y su significado en nuestra vida hasta llegar a Tishá B’Av donde se vive plenamente el sentimiento y se deja ir.
Es importante recalcar que el luto es un luto moderado bajo ninguna forma se busca que la persona caiga en estado de depresión profunda; es más las haftarot de las semanas si bien narran varias tragedias del pueblo judío también tienen mensajes llenos de esperanza y aluden constantemente a la Redención.
En honor al periodo de luto que empieza me gustaría hablar sobre ciertos aprendizajes sobre el dolor que obtenemos de la Torá y sus historias.
Aprendizajes sobre el dolor que encontramos en las historias de la Torá
I) El dolor puede ser una fuente de crecimiento
La Torá es una revelación divina que fue dictada por D-os a Moisés letra por letra, narra la historia del hombre y del pueblo judío en su búsqueda por acercarse a D-os y obedecer su ley. Está llena de personajes, de leyes y descripciones que nos enseñan lo que D-os busca del hombre y las formas en que crea el mundo. Lo que es sorprendente de ella es que los héroes generalmente fallan o se equivocan en su misión; Noé se emborracha en el viñedo, Moisés le pega a la roca y Judá y sus hermanos venden a Yosef.
Son historias de crecimiento donde los personajes aprenden a través de sus errores y casi todas están llenas de dolor, incluso cuando la persona no peca. Ninguna de las matriarcas era fértil inicialmente, Abraham escucha de D-os mismo el mandato de sacrificar a su hijo más querido y Jacobo llora la muerte de Raquel. Sin embargo, en cada caso el dolor se convierte en una fuente de crecimiento para los personajes, porque es parte del reto que enfrentan en su vida. Adán crece tras la caída y Moisés se vuelve “el sirviente de D-os” tras su primera decepción
II) El dolor se suaviza cuando uno tiene un objetivo en mente o cuando se conoce el papel que desarrolla en el mundo
Una de las personas que más sufre en la Torá es Lea, sin embargo, al ser constante en su deseo se gana el amor de Jacobo y logra ser la que más hijos le dé. Los nombre de Levi y Yehudá reflejan el amor de su esposo por ella. Todos los años que pasa a lado de Jacobo entregándose a él con el tiempo pagan sus frutos.
En cuanto a conocer el lugar al que pertenecemos en el mundo. El ejemplo más claro es Job, su respuesta constante “D-os lo ha dado, D-os lo ha quitado” es una de las formas más sabias de responder a una pérdida; evita que la persona caiga en enojos y resentimientos. Le permite hacer las pases con la situación que se presenta frente a él y asumirla. También el pensar en la grandeza de D-os y su plan divino ayuda a la persona a que el peso sea más liviano y no se enrede en la tristeza.
III) Incluso en los momentos más oscuros no podemos perder la esperanza
Justo en las tres semanas de luto que empiezan este domingo se nos trasmite dicho mensaje. Todas ellas hablan del Exilio y la destrucción de Jerusalén, sin embargo, cada una de ellas encierran en sí un mensaje de esperanza: hablan de la Redención, de la reconstrucción de Jerusalén y la época mesiánica. En cierta forma se nos dice que la Redención inicia en el Exilio que todo lo que ocurre, sucede por un motivo y los momentos más profundos de dolor serán redimidos como momentos de alegría y celebración en el futuro. Rab Jonathan Sazks Z’’L solía decir que el pueblo judío era un pueblo que siempre ponía como prioridad la fe y la esperanza.
IV) Puede haber belleza en el dolor y podemos conocer a D-os a través de él
Los Salmos del Rey David están llenos de dolor y pide por asistencia constantemente, sin embargo su poesía es de una belleza que hasta la fecha no ha sido igualada y sigue siendo leída y recitada en todo el mundo por numerosas culturas. En esos salmos se expresa el corazón del que en su sufrimiento busca a D-os. Algunos de ellos parten del agradecimiento, la alegría y la alabanza; sin embargo muchos parten de un sentimiento de desesperación y tristeza profunda, encuentran el consuelo pidiendo ayuda y socorro.
V) Es importante asumir nuestra responsabilidad con respecto al dolor que sentimos y no enmascararlo con enojo u odio
Las historias de Caín y de Esaú nos muestran lo peligroso que es culpar a otro por las frustraciones que encontramos en nuestra vida. La envidia y el odio de Caín hacia su hermano nace del dolor de que su ofrenda no fuera recibida, mientras que el odio a Jacobo de Esaú nace del dolor de haber perdido la primogenitura y la bendición de Isaac. Si ambos hubieran asumido el dolor que sentían y hubieran tomado acciones para cambiar su situación personal no se hubieran convertido en los asesinos que después se vuelven.
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