Enlace Judío – Un viejo chiste pregunta que por qué los judíos tocamos el violín y no el piano. Y entonces el infalible sarcasmo ídish contesta que es porque nos expulsan de todos lados todo el tiempo y por eso tenemos que dedicarnos a un instrumento que sí podamos llevar con nosotros.
Pero el chiste no es muy correcto que digamos. En realidad, desde Ignaz Moscheles (íntimo amigo de Beethoven), y luego Ferdinand Hiller, Felix Mendelssohn y Giacomo Meyerbeer, los pianistas judíos han dejado una profunda huella en la cultura musical occidental.
Aquí te presento una lista de pianistas judíos contemporáneos cuyas magistrales ejecuciones debes conocer, si te gusta la música clásica.
Evgeny Kissin
Sin duda, el último gran caso de niño precoz en el piano. Nacido en 1971 en Rusia, Kisin es un sorprendente caso de Asperger superdotado para el piano. Quienes lo conocen de cerca señalan que es una persona casi incapaz de estudiar de manera normal y de joven dependía de que sus profesores (su mamá, la primera de todos) le enseñaran nota por nota cada partitura.
Pero su memoria es prodigiosa y se aprende las obras casi con solo tocarlas una vez. Heredero de la escuela pianística de Rachmaninoff y Richter, representada también por otros pianistas judíos como Emil Gillels y Lazar Berman, Kisin tiene un estilo poderoso, imponente.
No juega con el piano. Dotado de una capacidad de concentración fuera de lo normal, propia de gente que se desenvuelve en algún nivel del espectro del autismo, Kisin generalmente llega al piano, se sienta y de inmediato comienza a tocar. Pareciera que ni siquiera tiene que pensar las cosas. Su dominio de sus manos y del instrumento es absoluto.
Su debut profesional lo hizo a los 10 años de edad en la todavía Unión Soviética y a los 13 años interpretó los 2 conciertos de Chopin con la Orquesta Filarmónica de Moscú. A los 17 años interpretó el Concierto para Piano no. 1 de Tchaikovsky, bajo la batuta del legendario y controvertido Herbert von Karajan. Desde entonces, se ha consolidado como uno de los mayores genios del piano de su generación.
Generalmente colabora con los músicos del máximo nivel en la música clásica. Por ejemplo: Claudio Abbado, Vladimir Ashkenazi, Daniel Baremboin, Sir Colin Davis, Carlo Maria Giulini, James Levine, Lorin Maazel, Ricardo Mutti, Seiji Ozawa, George Solti, Marta Argerich, Gidon Kremer, Mischa Maisky o Isaac Stern.
Pocos saben que es un gran aficionado a la poesía y su autor favorito es Pushkin. Pero también disfruta mucho de la lectura de Lorca (en español, como debe ser), y casi nadie sabe que su gran pasión después de la música es escribir sus propios poemas en ídish.
Desde 2002 está nacionalizado como ciudadano británico.
Vladimir Ashkenazy
Nacido en 1937, fue un caso de precocidad similar al de Kisin, si bien tuvo que sufrir las difíciles condiciones impuestas por el régimen soviético a sus propios músicos.
Ashkenazy llamó la atención del mundo cuando ganó el segundo lugar en el Concurso Internacional de Piano Frederic Chopin, en Varsovia en 1955. Fue superado solo por el pianista polaco Adam Harasiewicz. Pero luego vino la catástrofe para el orgullo ruso: en 1958 se organizó la primera edición del Concurso Internacional de Piano Piotr Illich Tchaicovsky, en Moscú, y el primer premio se lo llevó el pianista estadounidense Van Cliburn. Fue un golpe demoledor, porque el objetivo de ese concurso era demostrar la superioridad cultural soviética. La segunda emisión del concurso se hizo en 1962 y un joven Ashkenazy de 25 años fue obligado a participar con la consigna de ganar, so pena de decirle adiós a su carrera musical.
Vladimir Ashkenazy lo logró, aunque —para dolor de hígado para los soviéticos— el pianista inglés John Ogdon compartió el primer lugar. De cualquier modo, eso lanzó a Ashkenazy al estrellato y el gobierno soviético le permitió dar recitales en Occidente.
Para Ashkenazy fue una experiencia casi traumática. Según él mismo contó, llegar al mundo capitalista y descubrir la música de Mozart o Beethoven fue todo un acontecimiento. En la URSS se le había inculcado que toda la producción cultural occidental era básicamente basura, y a partir de ese criterio, los pianistas rusos eran educados exclusivamente con música de compositores rusos o de Europa del Este.
Pero ya en el mundo libre, Ashkenazy descubrió que la tradición musical occidental estaba llena de verdaderas joyas, y pronto se convirtió en un destacado intérprete de autores como Beethoven. Destacan sus interpretaciones de las sonatas y los conciertos para piano del gran genio de Bonn, así como de sus sonatas para piano y violín haciendo una mancuerna insuperable con Itzhak Perlman.
Vladimir Ashkenazy huyó de la Unión Soviética a los 26 años refugiándose en Inglaterra, luego en Islandia y, finalmente, en Suiza, donde estableció su residencia definitiva.
Tras el colapso de la Unión Soviética, pudo regresar a dar recitales en su país natal. De esa época cuenta una anécdota muy singular: en el otoño de 1989, estuvo en Moscú para dar recitales, y le avisaron que el mismísimo Gorbachov pasaría a saludarlo —en secreto— a la casa del papá de Ashkenazy, donde se estaba quedando.
Pero el líder ruso no pudo llegar y envió un mensajero para expresar su gran admiración por el pianista judío y disculparse porque “tenía muchas cosas que hacer” esa misma tarde. Y es que justo esa misma tarde estaban derrumbando el Muro de Berlín, y Gorbachov tenía asuntos que atender con Erich Honecker, el dictador de la moribunda República “Democrática” Alemana.
Martha Argerich
Fuera de toda duda, Marta Argerich —argentina de nacimiento y que recientemente cumplió 80 años de edad— fue la pianista más destacada de toda una generación. Apenas en últimas fechas la ucraniana Valentina Lisitsa ha venido al relevo.
Argerich es de familia de catalanes por el lado paterno, pero su madre Joana Heller, es de familia de judíos ucranianos.
Niña prodigio, dio su primer recital profesional a los 7 años, interpretando el Concierto para Piano no. 20 en Re Menor KV 466, de Mozart (uno de los más difíciles del repertorio mozartiano). Así comenzó a hacerse de renombre, y a los 12 años fue invitada a tocar para Juan Domingo Perón.
Argerich recuerda que no fue un evento que le gustara demasiado, porque ella —ya desde esa edad— era antiperonista. Sin embargo, todo salió bien, salvó porque su mamá propuso que le organizaran un recital en la Unión de Estudiantes Secundarios (una agrupación peronista), idea que no le cayó nada bien. Lo simpático del asunto fue que Perón se dio cuenta de la inconformidad de la niña, y aunque le dijo a la mamá que seguro se organizaría algo, le guiñó el ojo a Marta y por debajo de la mesa le dijo con el dedo que no.
De cualquier modo, el líder populista argentino estaba tan complacido que nombró al papá de Marta como agregado de la Embajada de Argentina en Viena y a la mamá también le consiguió un empleo allí. Y es que Perón aceptó enviar a la niña prodigio a Austria para estudiar piano con el legendario Friedrich Gulda, considerado por entonces como el máximo intérprete de Mozart.
Allí comenzó un largo proceso de estudio que llevó a Martha Argerich a ser discípula de pianistas notabilísimos, como el propio Gulda, y el otro titán de esa generación: Arturo Benedetti Michelangeli.
Desde 1954 se radicó en Bruselas y desde allí continuó con su notable carrera musical.
En 1957 logró una proeza que tal vez nunca haya sido igualada: en el transcurso de 3 semanas, ganó 2 concursos internacionales de piano (el Premio Busoni, en Bolzano, y el Concurso Internacional de Piano de Ginebra); luego, en 1965 ganó el primer lugar en el Concurso Internacional de Piano Frederic Chopin en Varsovia.
Su discografía es inmensa. Es una de las pianistas que más discos ha grabado, y en los años 2000, 2005 y 2006 ganó Premios Grammy.
Su última distinción notable la recibió en 2018, cuando se le concedió la Orden al Mérito de la República Italiana, en grado de Comendatore.
Vale la pena que busques y consigas todo lo que se pueda de estos 3 pianistas. Pero mis recomendaciones particulares, que puedes encontrar sin problemas en diversas plataformas musicales en internet, son las siguientes:
De Evgeny Kisin, su interpretación de los Cuadros de una Exposición, de Modest Musorgski.
De Vladimir Ashkenazy, su interpretación del Concierto para Piano no. 3, de Ludwig van Beethoven.
Y de Martha Argerich, su interpretación del Concierto para Piano no. 3, de Sergei Rachmaninoff.
Los vas a disfrutar. Yo sé lo que te digo.
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