Enlace Judío – Esta semana, los titulares en Israel fueron acaparados por una marca de helados. El lunes, la empresa matriz de Ben & Jerry’s anunció que dejaría de vender sus productos en los territorios ocupados de Cisjordania. Asimismo, avisaron que seguirán ofreciendo su producto en Israel.
El suceso marcó la ruptura de un paradigma: el de la posibilidad de una protesta llevada a cabo por empresas particulares dirigida a políticas públicas del Estado de Israel. Además, dejó entrever aspectos interesantes de distintos discursos relativos al conflicto. Por ahora, la decisión de Ben & Jerry’s/Unilever no influirá de manera sustancial en materia económica o legislativa. Sin embargo, su peso simbólico vale la pena ser analizado a fondo, poniendo en perspectiva matices históricos y analíticos.
Cabe mencionar que el propósito de este artículo no es dar una opinión sobre las razones de Ben & Jerry’s para no vender helado en los asentamientos. Es decir, no hablaré sobre si la compañía buscó hacer una estrategia publicitaria con el anuncio o de su silencio relativo a injusticias en otros lados del mundo, sino que pretendo subrayar narrativas sobre Israel que salieron a flote en medio de la controversia.
Las interpretaciones
Para el establishment en Israel, la decisión de Ben & Jerry’s fue catastrófica. La reacción dentro del país fue abrumadoramente negativa. La indignación se hizo notar a lo largo y ancho de la derecha israelí. Distintos políticos y periodistas basaron sus argumentos en dos ejes: acusaciones de antisemitismo y de una supuesta capitulación al BDS, un movimiento que llama a boicotear completamente a Israel.
Opinadores prominentes de la derecha llevaron su disgusto tan lejos como para comparar las acciones de la compañía heladera con la persecución del régimen nazi a los judíos en Alemania. No debería hacer falta decir que tales símiles son absolutamente desproporcionados: que los judíos viviendo en asentamientos no puedan comprar helados de una marca cerca de su casa no tiene que ver con las aberrantes acciones de los nazis.
Mientras tanto, la izquierda proisraelí y grupos pacifistas recibieron la noticia con satisfacción. Organizaciones como Shalom Ajshav han buscado por años hacer una distinción entre Israel y los territorios ocupados. Mediante su anuncio, Ben & Jerry’s logró exactamente eso, pues clarificó que seguiría vendiendo sus productos dentro de la Línea Verde que divide las fronteras del Israel de antes y después de 1967.
No obstante, el anuncio de Ben & Jerry’s fue visto con malos ojos por otro sector de la izquierda, al que yo llamo anti-israelí. Proponentes del BDS se quejaron de que la empresa seguirá comercializando sus productos en el Israel ajeno a los asentamientos. Tan solo basta ver los comentarios debajo del tuit de Ben & Jerry’s en el que comunicaron sus intenciones: sobran los usuarios que tacharon a la compañía de “pretenciosa” por no boicotear a Israel.
En el sector izquierdista anti-israelí también proliferaron las absurdas comparaciones con los nazis, pues muchos erróneamente consideran la situación en Israel/Palestina indistinta del Holocausto. De nuevo, no debería hacer falta decirlo, pero un conflicto geopolítico tan complejo de ninguna manera se puede equiparar con los horrores de un genocidio industrializado. En el mejor de los casos, dichos comentarios nacen de la ignorancia. En el peor, están plagados de antisemitismo.
¿Una victoria para el BDS?
A raíz de la noticia de que Ben & Jerry’s dejaría de vender sus productos en los territorios ocupados, surgieron dudas legítimas sobre si el comunicado abriría las puertas a un boicot contra Israel. Para analizarlo, es necesario remitirse a los orígenes del BDS así como delinear algunos problemas que trae consigo.
En 2001, ante el evidente fracaso de los Acuerdos de Oslo, activistas de alrededor del mundo se reunieron en Sudáfrica y sentaron las bases para lo que sería el llamado de BDS en el 2005. Con el objetivo de protestar la discriminación hacia los palestinos, los firmantes pidieron tanto a países como a empresas romper sus relaciones comerciales y culturales con el Estado de Israel.
Los críticos del BDS, entre quienes me incluyo, argumentamos que el movimiento es problemático por una variedad de razones. Primero que nada, se dirige a las personas equivocadas. Un boicot perjudicaría a todos los israelíes, sin importar ideología o religión. Israel es un país diverso, y castigar a todos sus ciudadanos por las acciones de unos cuantos sería injusto. Basta con ver que promotores del BDS han arremetido contra David Grossman, uno de los más feroces oponentes a la ocupación en su país, para entender que generalmente no distinguen entre un israelí y otro.
Segundo, porque fundadores del movimiento como Omar Barghouti han admitido abiertamente que el BDS “se opone a un Estado judío en cualquier parte de Palestina”. Los que consideramos que un país judío es esencial para la seguridad y liberación de nuestro pueblo no podemos estar de acuerdo con un movimiento que busca su desaparición.
Habiendo dicho lo anterior, es posible contrastar el anuncio de Ben & Jerry’s con los objetivos del BDS. A diferencia de los proponentes del boicot, la empresa hace una distinción: al no vender productos en los asentamientos pero sí hacerlo en Israel, la heladera deja en claro que no se opone a la existencia del Estado Judío pero sí a una política de éste.
De igual forma, es importante señalar que el caso de Ben & Jerry’s no es el primer programa en el que un agente internacional distingue entre Israel y los territorios ocupados. Aún más revelador es el hecho de que el gobierno israelí ha colaborado en este tipo de planteamientos en el pasado: en 2014, Benjamín Netanyahu aceptó dinero de la Unión Europea dirigido a investigación científica, con la condición de que no se usara en universidades de más allá de la Línea Verde. Incluso este año, el gobierno de Bennett-Lapid aceptó capital de la Unión Europea dirigido a programas culturales que no se puede administrar en Cisjordania.
Premisas y realidades
Desde 1967, Israel ha mantenido un statu quo con respecto a los territorios ocupados. En ocasiones, ha dado a entender que los considera parte de la nación. La incesante construcción de asentamientos, la falta de distinción entre las señalizaciones en los caminos a Cisjordania y la aplicación de la ley israelí en las partes judías de los territorios son algunas de las pruebas de lo empañada que ha quedado la Línea Verde. Por el otro lado, al no anexar de manera formal los pedazos de tierra obtenidos en la guerra de 1967 indica que no pertenecen a Israel.
El caso de Ben & Jerry’s ha dado cuenta de lo difuminada que está la distinción. El discurso de la derecha, que condena el anuncio como una capitulación al BDS y al antisemitismo implica que no hay distinción alguna entre Israel y los territorios. De ser este el caso, la coyuntura señala que Israel sería un país discriminatorio, pues en Cisjordania los judíos gozan de diferentes derechos que los palestinos (ciudadanía, libre tránsito y protección del Ejército, son algunos ejemplos).
De otra manera, si los territorios no se consideran parte de Israel, entonces organizaciones como Unilever tampoco los deben de tratar como tal. Bajo esa premisa, la suspensión de venta en Cisjordania no sería considerada una extensión del BDS.
El mensaje del helado
El anuncio de Ben & Jerry’s es estrictamente simbólico. No afectará de una manera importante al Estado de Israel. Sin embargo, nos obliga a confrontarnos con la incómoda realidad, analizarla y posicionarse. Al hacerlo, los eslóganes vacíos pierden su fuerza y nos encontramos en interminables enramadas de discusiones.
Las reacciones a la decisión de la heladera son testimonio de la condición de los discursos relativos a los territorios ocupados. Entretanto, el significado detrás de la suspensión de ventas es claro: Israel debe existir, pero la ocupación debe de cesar.
Las opiniones, creencias y puntos de vista expresados por el autor o la autora en los artículos de opinión, y los comentarios en los mismos, no reflejan necesariamente la postura o línea editorial de Enlace Judío.
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