Enlace Judío México e Israel – Hace muchos años una amiga me dijo que se veía en el espejo y no le gustaba lo que veía; le gustaba su ropa, pero no le gustaba ni su cara, ni su cuerpo, se sentía fea. Años antes había escuchado lo mismo de otra persona en la secundaria durante una actividad de teatro. En ambos casos, no sabía que pensar, ni que responder. Me parecía una situación sumamente complicada: Por un lado, la apariencia física es una parte muy importante de la autoestima de una persona y pensaba que todo mundo debía de ser capaz de verse en el espejo y gustarse. Sin embargo, cuando no es así, uno no simplemente puede engañarse, cuando uno ve los rasgos de su cara y piensa que no son agradables, no puede mentirse y mágicamente convencerse que es distinto ¿qué se hace en esos casos?
Años después encontré la respuesta: el problema no radica en el físico, ni en la percepción del mismo, sino en cómo se ve la persona dentro de las otras áreas de su vida. A ambos de mis compañeros no les gustaba lo que veían porque tampoco les gustaba quienes eran, ni lo que estaban haciendo con sus días. Si hubieran tenido vidas plenas, o logros de los que se sentían orgullosos, se hubieran visto en el espejo y verían el camino que recorrieron con una sonrisa; su cara sería el símbolo de quienes son, y les gustaría sin importar cual simétrica o no ésta fuera. Artistas como Jac Brel, Mick Jagger o las Kardashian nunca han tenido problemas para encontrar pareja, ni destacar en los medios como gente atractiva pese a que sus cuerpos y caras no encajan dentro de los parámetros aceptados como estéticos por la mayoría de la gente. Es su actitud al pararse frente al público lo que los vuelve sumamente atractivos, es la seguridad que tienen sobre sus logros y personalidad lo que les permite llevar una figura pública. Es gente que al estar bien consigo misma supera la barrera de lo físico.
En el judaísmo se piensa que el físico debe convertirse en un medio para hacer brillar lo espiritual, no al revés. Por eso existen muchas mitzvot (mandatos) que nos empujan a cubrir el cuerpo o darle un significado nuevo a la vestimenta. El objetivo de estas mitzvot precisamente es que cuando nos veamos en el espejo podamos apreciarnos por quienes somos y no por lo que la gente ve en nosotros; que podamos realmente sentir alegría por las virtudes que tenemos y por el brillo que trasmitimos. También existen costumbres que nos ayudan a identificarnos como judíos y se vuelven un símbolo de nuestro proceso espiritual e identidad o una forma de identificarse dentro de un grupo. Los caireles (peyot) que usan los hombre judíos cae dentro de esta categoría. Es la vez una costumbre que se hace únicamente por “adornar” un mandato toraico, como una costumbre que se hace para fortalecer la imagen e identidad de la persona. Los motivos para usar caireles y la forma dependen mucho del grupo al que uno pertenezca.
¿Qué son los caireles o “peyot”?
Los “peyot,” o caireles en español, son mechones de pelo que se dejan sin cortar desde las sienes de la cabeza hasta el final de las patillas y los usan los hombres de distintos grupos judíos. Pueden ser largos y rizados como suelen usarlo los jasídicos o cortos y lacios como los de muchos ortodoxos. Su origen se encuentra en la Torá y el Talmud y hay muchos motivos por los cuales se hace.
El mandato y la longitud que el el pelo debe tener
Frente a cualquier práctica judía lo primero que uno se pregunta es el origen de la misma en la Torá o el Talmud. En el caso de los caireles más que una mitzvá activa empieza como una prohibición que se menciona en el Levítico (19:27), donde se prohíbe cortar los bordes de la cabeza y la barba. El Talmud (Makot 20a) nos explica que es una mitzvá obligatoria únicamente para los hombres. Los bordes de la cabeza precisamente se refiere al pelo que crece frente a las orejas y se extiende hasta los pómulos o a la altura de la nariz (es decir el área de la sien a las patillas). Mientras que el borde de la barba incluye cinco puntos particulares que rodean el área.
Existe una discusión en cuanto al tamaño que el cabello debe tener para considerar que no fue eliminado. La más popular dice que la prohibición se refiere únicamente a rasurar el área al nivel de la piel, que incluso uno puede cortar el pelo si lo hace con tijeras. Otra sostiene que el pelo debe ser lo suficientemente largo para que se pueda doblar hasta tocar su raíz (se toma la medida de medio centímetro para asegurarse de que ello suceda); finalmente hay quien mantiene que el largo debe extenderse hasta la altura de las orejas. En cualquiera de los casos se refiere al requerimiento toraico en cuanto a una exigencia no tanto en sí a la costumbre que los distintos grupos han desarrollado. Si es así por qué entonces vemos imágenes de hombres con caireles tan largos hasta los hombros.
La costumbre y el largo de los caireles
En realidad el largo de los caireles depende de la costumbre que cada grupo siga. Hay muchos grupos que decidieron “adornar la mitzvá” y por eso desde que nacen hasta que se mueren deciden nunca cortar esa parte del pelo, pues es un recordatorio de la ley divina. Sin embargo, el largo es demasiado variable: hay grupos que esconden los caireles tras las orejas y los cortan cuando el largo alcanza al final de las mismas, otros permiten que crezca hasta la barbilla, los hombros o incluso el antebrazo. Todas ellas son costumbres y rebasan por mucho el requerimiento halájico, se hacen primordialmente como un símbolo de arraigo y aprecio a la tradición que uno decide seguir.
Razones y significados que se dan al mandato y a la costumbre
A lo largo de los siglos se le han dado muchas explicaciones a por qué la Torá exige que esta parte del pelo no sea cortada y por qué se ha decidido crear caireles a raíz de ello.
La primera es una razón identitaria: el dejarse los caireles largos le ayuda a la persona identificarse como judío dentro de un grupo. Varios textos como el Sefer Ha Jinuj nos dicen que la Torá ordena está mitzvá particular para distinguirnos del resto de los pueblos. Hay fuentes que también sostienen que en antaño había grupos de culturas idolátras que solían cortarse esa parte del cabello; para separarnos de ellos y sus practicas, la Torá nos dio esta prohibición.
Otros rabinos catalogan la mitzvá como un “jok” un mandato que no tiene una explicación racional aparente. Algunos creen que el motivo de estos mandatos será revelado al final de los tiempos, junto con la Redención del mundo. También se piensa que fueron dados por D-os para que pudiéramos demostrar nuestra fe y amor incluso en el desconocimiento. La palabra “mitzvá” proviene de “ordenar” por eso se le llama “mandato divino” según esta postura uno sigue las mitzvot porque D-os las ordena no por las razones lógicas que haya detrás de ellas, pues las explicaciones y significados que damos a los mandatos son hechos por nosotros para nosotros, no por D-os mismo, según esta postura D-os nos pide obedecerlas con o sin entendimiento de las mismas. Es importante rescatar que frente al motivo de las mitzvot se despiertan numerosos debates que aceptan o rechazan la posición anterior.
La mística le da un sentido a la posición de los caireles: nos dice que éstos separan a la cabeza en dos, en la parte frontal y la parte trasera. La primera representa la parte lógica y racional de nuestro pensamiento, mientras que la segunda la parte sensual y sensorial; los caireles nos ayudan a reconocer las dos dimensiones y aceptarlas e integrarlas.
Rab Hirsch por su lado da un sentido muy profundo a la costumbre, con la prohibición la Torá nos separa del movimiento de la moda del momento. No importa cuántos años pasen y cómo cambie el peinado en el tiempo, el judío no puede rasurar esa zona. Según este rabino es un freno a la vanidad de la persona, le recuerda que lo que importa de ella es el carácter y sus cualidades internas, no el arreglo externo de su imagen. Le ayuda a reconocerse a sí mismo frente al espejo, cada vez que se mira y cumple con la mitzvá de preservarlos.
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