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martes 05 de noviembre de 2024
Artem Dolgopyat

Yossi Khebzou/ Olimpiadas, religión y Estado: un matrimonio inesperado

Enlace Judío – Entre los individuos como entre las naciones, hay situaciones que nos obligan a voltearnos a ver. Cuando los reflectores brillan más, los espejos para observar nuestro reflejo son aún más grandes.

El pasado domingo por la mañana, Artem Dolgopyat recibió la primera medalla de oro para Israel en los Juegos Olímpicos de Tokio. El patriotismo que acompaña a las Olimpiadas iluminó su lugar en el podio. Mientras la bandera blanquiazul se alzaba detrás de él, Dolgopyat recibía el aplauso de su país. Su recién descubierta fama dio la oportunidad para que sus compatriotas lo comenzaran a conocer. Así, su situación marital se convirtió en tema nacional, abriendo un debate más grande sobre la intromisión de la religión en el Estado.

El día del triunfo del gimnasta, su madre apareció en la radio explicando que Dolgopyat no se puede casar en Israel, ya que no es judío de acuerdo a la ley ortodoxa. Al igual que el atleta, existen alrededor de 400,000 israelíes, principalmente inmigrantes de la antigua Unión Soviética, que no tienen los documentos para “comprobar su judaísmo” ante el Rabinato. Por lo tanto, derechos como el matrimonio les son negados. Aunque tengan la opción de casarse en otro país y que sus nupcias sean reconocidas en Israel, muchos no tienen los recursos o el tiempo para hacerlo.

Israel es el único país democrático en el mundo que no cuenta con una figura de matrimonio civil. El asunto no es menor, pues viola el principio de igualdad establecido en la Declaración de Independencia. Los ciudadanos seculares tienen que cumplir con lineamientos religiosos, normalmente ajenos a ellos, para ejercer un derecho básico.

El debate sobre los límites de la religión y el Estado judío es tan antiguo como el sionismo mismo, pero Dolgopyat volvió a encender sus llamas. El asunto sobre su imposibilidad de casarse llegó hasta el gobierno. El ministro de turismo Yoel Razvozov, también proveniente de la Unión Soviética y exatleta olímpico, se pronunció en Twitter al respecto: “Los ciudadanos israelíes, sin importar dónde hayan nacido, no deberían tener que someterse a un proceso tedioso y humillante para obtener la aprobación o el rechazo del Rabinato para poder casarse”, escribió Razvozov. “El orgullo de Israel en el podio, pero un ciudadano de segunda clase bajo la Jupá [el palio en una boda judía]. No es lógico que el Rabinato del mismo país que Artem Dolgopyat representa con honor no le permita derechos civiles básicos como casarse en Israel”.

Asimismo, el Ministro de Exteriores Yair Lapid dijo que “es intolerable que alguien pueda luchar con nuestro nombre en los Juegos Olímpicos, representarnos, ganar una medalla de oro y no poder casarse en Israel”.

Las restricciones del matrimonio en Israel no solo afectan a ciudadanos provenientes de la ex Unión Soviética, sino también a hijos de matrimonios mixtos y a parejas del mismo sexo, que no son reconocidas bajo la ley religiosa. De esta manera, por más de que Israel tenga avanzadas leyes de protección en materia LGBT y presuma a Tel Aviv, la capital homosexual del Medio Oriente, dentro de su territorio, falla estrepitosamente en otorgarle a sus ciudadanos queer un derecho tan fundamental como el matrimonio.

Los derechos no se deberían someter a consulta, pero incluso si en Israel se preguntara a la gente si el Estado debe de reconocer todos los matrimonios, las encuestas muestran que la mayoría de la gente respondería afirmativamente. Entonces, además de ser injusta, la ley marital en Israel es antidemocrática.

El rabino Uri Regev, director del grupo Hiddush por la Libertad de Religión, mantiene que “las cuestiones de quién es un judío y quién se puede casar han sido dos interrogantes que Israel no ha podido abordar en sus 72 años de historia”. Y sí, la zona gris entre religión y Estado en un país judío es amplia y da pie a innumerables debates. Sin embargo, al jactarse de ser una democracia liberal, Israel tiene la responsabilidad de asegurar que todos sus ciudadanos tengan la posibilidad de casarse sin restricciones.

La situación de Artem Dolgopyat abrió las puertas de la discusión relativa al matrimonio. Por primera vez en décadas, el gobierno de Israel cuenta con una coalición sin presencia de los partidos ultraortodoxos, dando una oportunidad de oro para reformar la ley relativa a los matrimonios. Dolgopyat rompió paradigmas en las Olimpiadas ¿Podrá hacerlo en el Rabinato de Israel también?

 


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