Carol Perelman/ Lo que los papás debemos saber frente a la variante Delta

Enlace Judío – Estamos sin duda en medio de la mayor ola de contagios en México, sobrepasando incluso la trágica y dolorosa segunda ola del invierno. Muchos erróneamente sintieron que al ver los casos bajar en la primavera habíamos dejado atrás al virus, sin embargo como ya es evidente, el coronavirus sigue, y seguirá.

La pandemia acabará, y tendrá eventualmente un fin, sin embargo el coronavirus probablemente quedará ya para siempre en este mundo, por lo que los habitantes del planeta debemos acoplarnos a la nueva realidad y aprender a coexistir, sin convivir, con este virus. Pero para hacerlo de forma segura hay que comprender todos los factores aquí involucrados. Seguir pretendiendo diferente nos lleva a ver esas enormes curvas de contagios.

Es por ello que en la conversación requerimos incluir a nuestros niños. Esto no es una película de terror donde les tapamos un ratito los ojos y acabando la función salimos a otra realidad. No. Eso ya lo hicimos y no funcionó. Ahora es fundamental que comprendan cómo se esparce el virus para que por ellos mismos puedan protegerse. Este no solo es nuestro mundo, también es el suyo. Y para disfrutarlo con mayor seguridad requieren los menores ser partícipes de la solución. Es nuestra obligación como padres, abuelos, educadores, líderes, adultos, darles las herramientas para que tomen por sí mismos decisiones y puedan “cuidarse” sin importar si estamos ahí cerquita para darles instrucciones. Además, nuestros jóvenes y niños, los líderes del mañana, posiblemente se enfrenten a más retos más allá de esta pandemia.

Ya hace unos días el Panel Internacional para el Cambio Climático nos recalcó la inminente catástrofe que se nos viene. Estamos obligados a educar a esta generación de menores que requieren de nuestra confianza, que seamos sus guías, que les demos las herramientas y  entrenemos su pensamiento lógico y crítico para que tomen acciones y decisiones adecuadas. Pensando no solo en ellos, sino en toda la humanidad. El egoísmo del que sufrimos las últimas tres generaciones de la post guerra solo nos ha llevado a catástrofes mundiales. 

Y ahora, el mejor campo de entrenamiento para ello es Delta, es un reto real que tenemos frente.

Para ello primero hagamos claros los hechos. Para tomar mejores decisiones y especialmente ahora en que la vida misma podría estar en riesgo es fundamental tener información clara y basada en evidencia.

Los menores son una población que ha mostrado menor riesgo de enfermar gravemente de COVID-19 y morir, es por ello que no fueron el grupo etario prioritario en el desarrollo y aplicación de las vacunas. Sin embargo este riesgo aunque menor, no es cero. En México tenemos confirmados por datos oficiales al menos 6,500 hospitalizaciones de menores de 18 años y 700 muertes por COVID-19. Y el Instituto Nacional de Pediatría reportó en julio de 2021 que el 5% de los pacientes que habían recibido con COVID-19 fallecieron, y de ellos, en la misma proporción eran menores de 18 años con enfermedades crónicas, con comorbilidades y niños previamente sanos. La misma proporción. 

Pero la otra cara de la moneda es que en efecto, como lo indicó un estudio hecho en EE. UU., el 75% de los menores que han tenido COVID-19 han sido asintomáticos. Y por ello es que tenemos esta sensación de que les ha ido mejor. Ojo, que aún los asintomáticos pueden contagiar el virus. Por eso cualquier persona con COVID-19 se sienta bien o se sienta mal debe aislarse.

Pero además, un reciente estudio de Gran Bretaña encontró que el 4.4% de menores quedan con algún tipo de síntoma por 28 días luego de su COVID-19, esto es sin duda menor al 80% hallado en adultos, pero de todas formas los menores no están exentos del long covid, siendo la incidencia poco mayor en los adolescentes que para los niños. 

Pero ahora frente a esta variante Delta que es mucho más contagiosa que las versiones anteriores del virus, de ese virus inicial que salió de Wuhan y que ya no existe, se están reportando más contagios de adolescentes y niños, más hospitalizaciones de menores de edad. ¿Por qué? ¿Qué cambio?

Cambió mucho. Estos son tres factores principales que si los desmenuzamos podríamos crear una estrategia para seguir protegiéndolos y evitar que se contagien. La información nos ayuda a transitar con mayor certeza. Así que aquí van:

1.- La vacunación

El virus no distingue la edad, grado de escolaridad, ni color de pelo de quien infecta. No. El coronavirus lo que busca son células humanas donde replicarse para garantizar su permanencia en este planeta. Sin embargo, si se encuentra con personas ya vacunadas pues le cuesta más trabajo desarrollar la infección porque el cuerpo humano del vacunado se defiende con gran agilidad e interrumpe su misión. Así en términos simplistas es cómo funcionaría la vacuna. Haciendo más difícil la invasión. Antes, en un inicio todos éramos susceptibles a este virus que nadie conocía, ahora con la vacunación, pues siguen estando sin protección aquellos no vacunados, entre ellos los menores.

2.- La movilidad

El virus no camina por sí mismo ni toca la puerta de nuestras casas. No. El coronavirus lo llevamos nosotros de un lugar a otro, somos los humanos quienes con nuestro comportamiento y nuestra movilidad provocamos los contagios. La dispersión, esta pandemia, ha sido una hazaña humana. Sin embargo en un principio, ante la incertidumbre, teníamos a todos en casa, encerrados, y especialmente a los menores tomando clases a distancia casi sin salir. Y hoy que los adultos muchos están vacunados y en las actividades cotidianas, ellos también salen con sus padres y andan por todos lados. Y no digo que debemos de encerrarlos en una torre de cristal. No. Pero obviamente entre más salimos, más probabilidad tenemos de encontrarnos con alguien contagiado, especialmente ahora que al menos 3 de cada 1,000 mexicanos tiene la infección activa. 

3.- Delta modificó las reglas conocidas

El coronavirus cada vez que se replica, y eso lo hace millones de veces en el cuerpo de un individuo con COVID-19, copia su material genético; duplica las casi 30,000 letras que componen su ARN. Cuando lo hace, una revisora especial del coronavirus checa que no tenga equivocaciones pero a veces este proceso no es 100% efectivo y los descendientes del virus terminan con alguna mutación. Muchas de estas mutaciones quedan silenciosas y no tienen gran repercusión. Como ponerle una H a la palabra CASA y leer CAHSA que sin duda la Real Academia de la Lengua me reprobaría ante tal falla ortográfica, pero que en términos de entendernos pues no causa mayores problemas. Sin embargo a veces algunos cambios sí tienen impacto. Como ponerle una Z a la palabra CASA y leer CAZA que sí cambia el sentido. Cuando ocurren estos cambios, o mutaciones que alteran el comportamiento del virus y en especial si le dan ventaja entonces se conservan, y sucede el proceso de evolución. Tal como lo describió Charles Darwin, se seleccionan los “mejores”. También el ser humano ha mutado a través de los milenios, sin embargo el virus se reproduce mucho más rápido que nosotros y tiene más “crías” así que la evolución que en el Homo sapiens se ve en el transcurso de decenas de siglos, la estamos viendo en tiempo real.

Hoy este coronavirus “perfeccionado” conocido como la variante de preocupación Delta ha mostrado que con su arsenal de mutaciones acumuladas, escapa ligeramente a las vacunas, posiblemente da una enfermedad más severa (pero esto aún no ha sido comprobado), y lo que sí, es que se contagia mucho más fácil, como la varicela. Es decir. Antes, una persona podía contagiar a 1 o 2 personas, pero hoy con Delta 1 persona puede contagiar a 8. Esperemos no suceda, pero posiblemente pueda ocurrir, que tengamos el surgimiento de otras variantes con aún mayores ventajas y vuelvan a cambiarnos las reglas. Por eso es fundamental quitarle al virus la oportunidad de seguir multiplicándose. Frenar los contagios, vacunarnos, porque las variantes encuentran amplio espacio de experimentación en personas no vacunadas. 

Así, estos tres factores hacen que debamos repensar nuestra actitud hoy y si comprendemos las implicaciones de cada uno de ellos entonces podemos comunicar mejor, actuar mejor y prevenir mejor. Incluso participar a nuestros hijos, a los jóvenes y niños, en cómo vivir una vida más segura y procurar la salud de todos.

La economía, los viajes, incluso los colegios están abiertos. Esto es principalmente por tres factores: por un lado porque cerrarlos tiene un alto costo (no solo económico); también porque hoy sabemos ya con certeza cómo prevenir contagios, entendemos cómo se propaga el virus y con esta evidencia es más sencillo esquivarlo; y finalmente porque hoy tenemos vacunas que previenen lo más importante, la hospitalización y la muerte.

Sin embargo, ni los comercios, ni las escuelas, ni las oficinas son ajenas a su entorno, y si la epidemia, los contagios están como se reportan hoy, con máximos históricos en esta tercera ola, es evidente que en los espacios que son parte de la sociedad encontremos casos positivos. Aún con medidas estrictas es posible tener casos. Las medidas lo que evitan son brotes, contagios masivos. Pero además, ya sabemos cómo se propaga el virus, lo hace principalmente por vía aérea, flotando en el aire como un humo transparente capaz de permanecer ahí por horas. Es por ello que usando las medidas que ya conocemos que funcionan podemos tener la apertura y nosotros tomar las riendas de nuestro comportamiento para ni contagiarnos ni contagiar.

Muchas veces cuando doy platicas con niños algunos me dicen que le tienen pavor al virus. Y es lógico. Pero lo que hago es compararlo con un tigre. Si yo me encuentro con un tigre en la selva por supuesto que tendría miedo. Pero si lo veo en un zoológico, con las medidas adecuadas como una reja, entonces puedo hasta acercarme.

Aquí es igual, el virus anda circulando, hoy cada vez más. Ante ello podemos hacer un manejo de riesgo y enseñar a nuestros hijos a hacerlo, con las herramientas que ya conocernos. Pasos a seguir:

1.- Vacunarnos los adultos para hacer el entorno más seguro y así ponerle barreras al virus. Sabemos que los mayores contagios se dan en casa, así que mientras no tengamos vacunas para los menores podemos protegerlos vacunándonos los que sí podemos, los adultos, los que estamos a su alrededor. 

2.- Tomar decisiones sobre a dónde vamos y cómo es el entorno a donde vamos. Algunas actividades son esenciales, otras no tanto. Para el mejor manejo del riesgo debemos de procurar espacios abiertos, ventilados y limitar las salidas a espacios con gente; haciéndolo estamos bajando la posibilidad de encontrarnos con el virus.

3.- Sabemos que el virus Delta se propaga al igual que sus antepasados, así que cuidar el aire que respiramos es lo más importante. El cubrebocas es de esas medidas que tienen el mayor beneficio con el menor costo y hemos visto como los menores son quienes mejor lo usan. Saben que con él limitan los contagios y son realmente disciplinados en su uso. Sigamos los adultos su ejemplo. La Academia Americana de Pediatría recomienda que desde 2 años de edad los menores usen cubrebocas. La idea es escoger uno que les quede bien para no dejar espacios entre la cara y la tela y lavarlos diariamente. Si es un KN95, N95 o KF95 mejor, pero es aún mejor que quede cómodo. Si es reusable que sea de triple tela. El cubrebocas es una medida de higiene esencial. Y aunado a otras medidas como abrir ventanas, monitorear el dióxido de carbono en los espacios, y lavarse frecuentemente las manos, logramos bastante. Sumar varias medidas nos blinda mejor. No al 100%, pero sí mejor. No confíes en solo la vacuna, o solo en el cubrebocas, o solo estar con la ventana abierta o lavarte las manos. Haz de todas estas estrategias hábitos que procuren tu salud.

Es fundamental mencionar que si les explicamos todo esto a los menores entonces podrán tomar mejores decisiones. Los empoderamos. Los incluimos. Entendiendo cómo el virus se propaga entonces pueden cuidarse. Como ejemplo hablemos del humo de cigarro que se esparce de la misma forma que el coronavirus con la diferencia de que al primero lo vemos y lo olemos; pero pensemos así en el virus que sale de una persona contagiada cuando respira, habla, canta, grita, éste humo viral transparente va llenando una habitación.

El tema aquí es que muchos tienen el virus y no lo saben. Son asintomáticos. Pero si todos, todos, usamos cubrebocas, abrimos ventanas en escuelas, incluso en el transporte, o mejor si estamos al aire libre; hacemos que le sea más difícil a éste humo encontrarnos.  Y si además estamos vacunados, que esperemos pronto podamos tener la posibilidad para los menores de 11 años con los resultados que en otoño saldrán de las vacunas, entonces evitamos tener enfermedades graves y hospitalización, salvamos vidas.

Hoy COVID-19 es una enfermedad que podemos prevenir. Ninguna medida es 100% por lo que requerimos acumular varias estrategias para minimizar nuestro riesgo. Esto es de todos. No solo de adultos, no solo de políticos, no solo de científicos, no solo de médicos, no solo de líderes, no solo de los papas. Esto es de toda la humanidad. La humanidad incluye a los jóvenes y a los niños.

 


Las opiniones, creencias y puntos de vista expresados por el autor o la autora en los artículos de opinión, y los comentarios en los mismos, no reflejan necesariamente la postura o línea editorial de Enlace Judío.

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