Adán y Javá: 4 aprendizajes que el Génesis nos ofrece

Enlace Judío México e Israel – Nos encontramos en la primera semana después de Simjat Torá, eso quiere decir que ha pasado un año, el ciclo de lecturas semanales de la Torá se ha concluido y vuelve a empezar. Por eso mismo se lee la primera parashá (porción de Torá) en esta semana. Me atrevería a decir que es la parashá que más información e historias concentra en sus capítulos. Empieza con la Creación del mundo y termina con la generación de Noé cayendo en la inmoralidad; narra la formación del primer hombre, la historia de Adán, Eva y la serpiente y el altercado entre Caín y Abel.

Cada una de las historias nos muestra formas en que Dios se expresa en el mundo y concentra la visión judía sobre el sentido del mundo y la existencia de todo lo creada; pues en sí narran el inicio de todo lo que conocemos: el primer hombre, la primer mujer, el primer mandato divino, el primer altercado entre hermanos, la primera ruptura entre el hombre y Dios. Esos primeros comienzos son importantes porque bajo la visión judía se ven como influyentes en nuestro presente; marcan tendencias espirituales que afectan a todos los hombres y que su corrección o aceptación marcan el camino hacia el cual la humanidad se dirige en su caminar con Dios.

Los temas que abren esos primeros capítulos de la Torá son tantos y tan vastos que es imposible abarcarlos de forma breve, por ello nos enfocaremos a explorar las líneas generales y algunas de las enseñanzas y exploraciones filosóficas más importantes que estas historias presentan.

La Creación del mundo

La Torá empieza narrando cómo cada uno de los componentes de la materia fueron creados: la luz tanto espiritual como material, los mares, la tierra, las plantas y los animales salvajes. Nos dice que la tierra estaba oscura, vacía y desordena, y el espíritu de Dios rodeaba la superficie. Habla de cómo Dios ve y aprueba cada una de las creaciones que surgen en el mundo. El trasfondo de esta narración es remarcar que la realidad material tiene una base espiritual, que toda la materia fue creada con conciencia y depende de la voluntad divina. Las cosas se mantienen en existencia al ser llamadas “buenas” por Dios.

La formación del hombre

Inmediatamente después de presenciar la Creación del Universo, la Torá narra la formación de Adán y los primeras interacciones de éste en el mundo. En esta primera narración nos dice que “hombre y mujer los creó,” sin embargo, más adelante nos vuelve a narrar como fueron creados por separados. La primera narración nos habla de Adán como ser humano, al hombre como especie y criatura que incluye también a la mujer, en la segunda muestra la evolución de los roles de género en el tiempo.

En esta primera narración destacan tres cosas principales: la característica dual del hombre entre su naturaleza divina y su naturaleza animal, el dominio de éste sobre la materia y la soledad del mismo, la necesidad de tener una pareja. En cuanto a la primera se nos narra que el hombre fue creado del polvo el nombre de “Adam” incluso viene de la tierra “Adama.” Sin embargo se remarca el aliento divino que Dios vierte sobre el y se nos dice que fue hecho “Tzelem Elokim” usualmente traducido como “imagen de Dios” también significa “esencia.”

¿Qué significa que tengamos una esencia similar a la de Dios? Es algo que se ha debatido por milenios, una de las respuestas es que ha diferencia de los animales tenemos libre albedrío y conciencia; podemos decidir sobre nuestras acciones, podemos adquirir responsabilidades voluntariamente y como tal entender el mundo de lo moral. Somos el único ser creado que al ser libre y tener conciencia de su libertad puede entender a Dios, y puede entender la sintonía de la Creación. Sin embargo, seguimos teniendo impulsos materiales, impulsos carnales, por nuestra constitución estamos atados a aquello que no prevalece en el tiempo al polvo del cual fuimos creados. Cuando nos separamos de la voluntad divina nos olvidamos de aquello que nos hace similares a Dios, aquello que nos da vida a nosotros y todo lo creado; se nos da la posibilidad de escoger o de integrar nuestras dos naturalezas, la transitoria y la eterna. También es nuestra conciencia lo que nos permite reinar sobre los animales y las plantas, pues al final de cuentas, esas criaturas no tienen la posibilidad de escoger sus acciones, porque no pueden asumir responsabilidades.

La relación entre Dios y el hombre

Con los sucesos del Jardín del Edén se nos muestra cómo el hombre se relaciona con Dios. El Edén representa la sintonía absoluta entre lo material y lo espiritual, entre el mundo, Dios y el hombre. Es el lugar al cual regresaremos un día, cuando el hombre y el mundo vuelva a crear el balance y la sintonía que perdió al escuchar a la serpiente. Es una historia que nos habla sobre el origen de la tentación, la raíz de la división interna en el hombre y las distintas formas que tenemos de responder frente a la adversidad. Den entre todos los elementos de la historia lo que más me gusta de ella son las respuestas y dialogo que tiene Adán con Dios.

La desnudes de Adán no es sólo una desnudes física, es una desnudes emocional y espiritual, al romper el mandato divino ha perdido fortaleza, ha perdido cercanía, ha perdido sentido y ve los efectos que la fruta tiene en él la división interna que el conocimiento del árbol trajo a él. Antes la tentación era externa al comer del árbol Adán la hizo interna, e impurificó su cuerpo. Siente vergüenza de Dios por haberse alejado de Él y por eso se esconde. Las preguntas que hace Dios generan nuevamente cercanía, Dios sabe dónde está Adán, Dios sabe que comió del árbol, pero le abre el camino al diálogo, a la aceptación y a la corrección. Es bello pensar que incluso en los momentos de mayor lejanía y oscuridad Dios nos ofrece una respuesta. Las maldiciones son caminos que el hombre tiene para corregir sus errores, son a la vez castigos, consecuencias y caminos que se abren; a través de la muerte serán superadas al final de los tiempos.

Las relaciones amorosas

Otro aspecto muy importante de las historias que aparecen en esta parashá es la evolución en el retrato que se nos presenta de la mujer a través de los nombres que recibe. Por un lado se resalta la naturaleza independiente de cada uno de los individuos que participan en una relación amorosa y por el otro se resalta la unión que deben crear y el camino compartido que deben seguir. Se nos dice que el hombre abandona su madre y a su padre para unirse a su esposa y convertirse en una sola carne. Sin embargo, el primer nombre que recibe la mujer es “Ezer Knegdo” “una ayuda en tu contra” remarca la separación en la pareja; la persona amada puede ser a la vez tu contrario, una oposición o un aliado, una ayuda, una amistad. La oposición en el fondo es una ayuda, porque obliga a la persona a salirse de sí misma para abrirle un espacio en su vida al otro, la obliga a crecer y a confrontarse. Sin embargo, no puede ser lo único que exista en la relación porque la confrontación constante y diaria hace que pierda el camino compartido y la persona amada se convierte en un enemigo más que en una ayuda.

En cuanto al nombre de Eva, es un símbolo de la unión más íntima que el hombre y la mujer crearon tras la caída. Antes de la caída Adán llamó a Eva “Isha” “Porque del hombre (ish) fue tomada” se reconoce a sí en ella ve que es “carne de su carne y huesos de sus huesos” puede admirarla como una compañera a su altura, sin embargo no está viendo la individualidad de ella. Tras la caída entiende que son distintos y logra verla por una cualidad que el no comparte y que es hermosa “Java” (Eva) porque de ella depende toda la vida. La reconoce en base a ella, no en base a él.

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Aranza Gleason: Aranza Gleason se define a sí misma como una judía en el exilio. Nació con una raíz dividida como sus poetas favoritos; busca y ama al judaísmo, pero como a los personajes que lee, éste, también se le escapa de las manos. Estudió Lengua y Literatura Inglesa en la UNAM y ha trabajado en Enlace Judío desde el 2017. Le gusta leer, viajar y experimentar el mundo de forma libre.