Cuéntamelo de nuevo: Noé y el descubrimiento de la muerte
Enlace Judío México e Israel- ¿Qué causó el diluvio universal? ¿Un meteorito? ¿Un cambio climático? La Torá no es un libro común. Es un libro divino. Y como tal, exige una lectura poco convencional. Este tipo de lectura implica, entre otras cosas, leer los silencios del texto, leer entre sus líneas y, sobre todo, saber que no hay nada superfluo en una obra Divina.
En el quinto capítulo de Bereshit (Génesis) en la Parashá de la semana pasada, leemos la primera genealogía humana: una lista, aparentemente innecesaria, de los años que vivió cada uno de los descendientes de Adam, el primer hombre. La Torá menciona 9 generaciones: Adam, Seth, Enosh, Kenan, Mahalalel, Yared, Janoj, Metushelaj y Lemej, el padre de Noé. Todos vivieron una larga vida. El récord de longevidad (hasta ahora …) es el de Metushelaj, que vivió 969 años.
De cualquier manera, la pregunta sigue allí: más allá de satisfacer nuestra curiosidad genealógica, ¿qué nos enseña este registro civil de edades pre-diluvianas? ¿Por qué necesitamos estos detalles sobre la edad de los primeros humanos?
Si observamos con atención, descubriremos algo maravilloso.
¿De qué murió Adam?
En el año 930, contando desde la Creación del mundo, tuvo lugar un hecho extraordinario: la muerte de Adam (Adán), el primer hombre. Los hombres –cientos de miles o millones– de descendientes de Adam a través de 10 generaciones, sabían que se podía “matar” a otro ser humano, como sucedió con Abel.
Pero ahora, por primera vez, se enfrentaban a la muerte «natural». HaShem ya le había dicho a Adam que no vivirá para siempre. Pero esa advertencia tardó más de nueve siglos en materializarse. Tiempo suficiente para que los humanos se olvidasen de la mortalidad. Adam, Set, Enosh, etc., dada su avanzada edad, eran vistos como inmortales.
La muerte natural de Adam provocó un estado de conmoción y pánico. Lo único que podía aliviar este miedo, el terrible miedo a la muerte, era asumir que la muerte natural de Adam fue un hecho excepcional, y que mortalidad lo afectó por haber desobedecido a Dios al comer del fruto prohibido.
La inocencia perdida
Pero en el año 987 (hay que calcular los años a partir del texto, porque esta fecha no está explícita en la Torá) se registra la segunda muerte natural: Janoj muere a la relativamente temprana edad de 365 años … Esta segunda muerte ya no se podía atribuir al castigo por la desobediencia, como en el caso de Adam. La Tora declara explícitamente que Janoj era un hombre justo, que caminó por el sendero Divino (Gén. 5:24) … La muerte de Janoj fue un evento devastador. La Torá lo describe con palabras que parecen reflejar la sorpresa y el terror generalizado de los humanos de esa generación, enfrentados a un evento que nadie entendía muy bien. “Fallecer” de muerte natural era algo tan novedoso que los hombres aún no podían definirlo con palabras convencionales. El texto, por lo tanto, no dice que Janoj «murió», sino que lo dice con la misma inocencia que un niño describiría la muerte, “y Janoj ya no está… porque Dios se lo llevó”. La tercera muerte natural fue la de Set, el hijo de Adam. Esto sucedió en el año 1042.
Ahora la muerte ya era un hecho confirmado. Y estaba allí para quedarse.
El fín del mundo
La reacción de la humanidad ante el descubrimiento de la muerte no fue muy positiva… La conciencia de la mortalidad provocó un pánico que hizo salir lo peor del ser humano. Al igual que una escena de Hollywood en las que los humanos reaccionan con violencia y desesperación al enterarse de la inminente caída de un meteorito que destruirá la tierra, cuando los hombres de esa generación comprendieron que “iban a morir”, recurrieron a la violencia, abusar de los más débiles y quitarles sus posesiones.
Luego: “Y los hombres poderosos vieron a las mujeres [de otras familias, tribus. etc.] y las tomaron [por la fuerza] …». La generación del diluvio no solo fue culpable de robo sino también de asesinato y violencia sexual. En esa situación, HaShem decide dos cosas:
1. Acortar la vida humana, algo que como veremos sucederá de forma paulatina. Diez generaciones después de Noé, la vida humana alcanza apenas los 150 o 200 años, y en las generaciones posteriores el tiempo de vida continuará disminuyendo. Una vida más corta ayudará al hombre a tomar una mayor conciencia sobre su mortalidad y la necesidad de vivir una vida con propósito.
2. Dios también trae el diluvio, para un «reset» de la civilización humana con Noé y sus hijos.
¿Cambio climático?
Ahora entendemos que lo que provocó el diluvio no fue un meteorito ni un cambio climático: fue ese estado de anarquía, caos y corrupción de los hombres que reaccionaban violentamente al descubrimiento de su inevitable mortalidad. Noaj, el protagonista de nuestra Parasha, nació en el año 1056. Y es el primer hombre que nace en un mundo de hombres conscientes de su mortalidad.
Al final del diluvio, Noé recibió el primer código de leyes. Siete reglas básicas que condenan el asesinato, el robo, la violación, etc. y ordenan el establecimiento de tribunales de justicia para evitar la anarquía y la impunidad. Todo esto traerá un nuevo clima de ley y orden.
Pero tendremos que esperar otras diez generaciones hasta que otro hombre, Abraham Abinu —y sus descendientes— hagan un segundo descubrimiento.
1. Aunque limitada y relativamente corta, la vida es una oportunidad que nos concede HaShem para acercarnos a Él por nuestra propia voluntad y esfuerzo.
2. Que no fuimos creados por Dios para explotar al prójimo, sino para ayudarlo. Y finalmente,
3. Que la mortalidad afecta el cuerpo del hombre, pero su espíritu Divino, la neshamá, sobrevive a la muerte si se la nutre adecuadamente.
Las opiniones, creencias y puntos de vista expresados por el autor o la autora en los artículos de opinión, y los comentarios en los mismos, no reflejan necesariamente la postura o línea editorial de Enlace Judío.
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