Enlace Judío – Durante casi 70 años, el reconocido antropólogo israelí, Emanuel Marx se negó a pensar en el Holocausto o en la Kristallnacht, cuando su padre fue arrastrado a Dachau.
Más de 1,000 sinagogas fueron destruidas y al menos 7,500 negocios de propiedad judía fueron saqueados en la ola de pogromos que envolvió a Alemania y Austria en el transcurso de varios días, hace 83 años esta semana. Oficialmente, 91 judíos fueron asesinados durante la Kristallnacht, el primer acto de violencia antisemita organizada que se llevó a cabo bajo el régimen nazi, pero se cree que el número real fue mucho mayor.
Marx tenía 11 años cuando sonó el timbre el 10 de noviembre de 1938 y se llevaron a su padre. A los dos meses, Yitzhak volvió a casa desde Dachau destrozado, como lo describiría su hijo.
“Hasta el día de hoy, el corazón me da un vuelco cada vez que suena el timbre de una puerta y, siento una extensión de ese miedo, cuando oigo sonar un teléfono”, escribió Marx, en su estudio recientemente publicado sobre la violencia patrocinada por el Estado en la Alemania nazi, que surgió de este trauma infantil.
“De manera infantil, supe entonces que la Kristallnacht no era solo una escalada más en la serie de tribulaciones, prohibiciones y restricciones que llovían rápida y furiosamente sobre los judíos con el fin de expulsarlos de Alemania. Esto anunciaba un cambio fundamental en nuestro destino que yo no podía comprender”, dijo en una entrevista a Haaretz.
Su libro titulado “Violencia de Estado en la Alemania Nazi: De la Kristallnacht a Barbarroja” es una obra académica y personal.
Inspirada en hechos que el autor presenció y vivió personalmente, es su intento de “dar sentido a lo que sucedió”, cómo él mismo lo afirma.
Como antropólogo, el ganador del Premio Israel es más conocido por su investigación académica sobre la comunidad beduina. A mediados de la década de 1970, publicó un estudio pionero sobre la violencia en la ciudad de Ma’alot, en el norte de Israel, tras dos años de intenso trabajo de campo.
Pasaron 30 años antes de que volviera a tratar el tema de la violencia, e incluso entonces fue casi por accidente. “Durante muchos años, no podía siquiera mencionar el Holocausto. Me negaba a pensar y escribir sobre la Shoá”, comentó Marx, de 94 años”.
Pero hace unos 15 años, un colega lo invitó a participar en un taller académico mensual sobre el Holocausto, organizado por el Instituto Van Leer de Jerusalén, y Marx accedió. Fue allí donde habló, por primera vez, sobre sus recuerdos de la Kristallnacht.
“Creí que, como miembro de este grupo, podría estudiar mis recuerdos de la infancia a distancia, por así decirlo”, escribió en la introducción de su último libro. “Sin embargo, pronto me vi abrumado por los recuerdos y las reflexiones, que poco a poco despertaron en mí un impulso irresistible por comprender el periodo nazi”.
El libro, que le llevó 10 años de investigación y redacción, se centra en tres ejemplos clave de violencia patrocinada por el Estado bajo el régimen nazi entre noviembre de 1938 y agosto de 1941: La Kristallnacht, la invasión de Polonia y la invasión de la Rusia soviética.
Su familia paterna había vivido en Alemania durante más de 300 años antes del Holocausto. La familia de su madre era de Polonia. Emanuel Marx nació y creció en Múnich, donde su padre trabajaba en una compañía de seguros y su madre tenía una tienda de artículos de cuero. Su padre fue despedido en 1935, justo antes de que se promulgaran las leyes raciales de Nuremberg.
Marx recuerda claramente el día en que se llevaron a su padre: “Dos policías tocaron el timbre. Eran alrededor de las siete de la mañana y dijeron que mi padre tenía que acompañarlos. Él todavía estaba en pijama y preguntó si podía ponerse algo más presentable. Aceptaron, pero lo siguieron hasta el baño para no perderlo de vista. Y luego se desapareció”.
Para no alarmarlos a él y a su hermano Shimon, su madre, Rebeca, insistió en que en seguir la rutina. “Nos dijo que nos vistiéramos y fuéramos a la escuela, y así empezamos a caminar, como todos los días. Cuando nos acercamos a la escuela, que era una escuela judía, de pronto vimos enormes llamas que envolvían la sinagoga cercana y mucho humo”, relató Marx.
“Alguien nos detuvo y nos dijo que debíamos dar la vuelta y volver a casa. Entonces no sabíamos que quemaban sinagogas en todo el país ni que 30,000 hombres judíos ya habían sido detenidos y llevados a campos de concentración”, añadió.
En retrospectiva, dijo, la Kristallnacht marcó un cambio importante en la política nazi hacia los judíos. “Hasta entonces, lo único que querían era que los judíos abandonaran el país. Pero a partir de la Kristallnacht, eso no les bastó. El mensaje de la Kristallnacht fue que los judíos también debían ser explotados económicamente”.
Los acontecimientos de esa semana demostrarían que “a los nazis ya no les importaba lo que el resto del mundo pensaba sobre lo que hacían, y que podían hacer lo que quisieran”.
Yitzhak Marx nunca volvió a ser el mismo después de Dachau. “Al principio hablaba constantemente de las cosas horribles que vivió allí, pero nunca obtuvo la respuesta adecuada de nosotros”, dice su hijo.
Marx cuenta que una mañana, pocos meses después de volver de Dachau, su padre subió a su habitación, se sentó en su cama y se puso a llorar. “No sabía qué hacer. Mi padre siempre había sido la autoridad en nuestra casa, y yo era solo un niño. No había forma de consolarlo”.
Después de eso, Yitzhak dejó de hablar del campo de concentración. “Y nunca más volvió a hablar de lo que vivió”, continuó su hijo.
Unos meses después, Emanuel y Shimon fueron puestos en un tren y enviados al Reino Unido, como parte del esfuerzo de rescate del Kindertransport. Pasarían el año siguiente al cuidado de sus familiares británicos. Mientras tanto, sus padres, lograron obtener certificados especiales para salir de Alemania hacia la Palestina del Mandato Británico, y tan pronto como se establecieron sus hijos fueron enviados.
Emanuel Marx luchó en la Guerra de la Independencia de Israel de 1948 a 1949 y más tarde fundó el Departamento de Antropología de la Universidad de Tel Aviv, donde se jubiló en 1995.
Reconoce que su investigación sobre la violencia de Estado en la Alemania nazi no le aportó nada.
“Me di cuenta de que padecía un síndrome postraumático incurable y que profundizar en sus fuentes no aliviaría mis sufrimientos”, escribió en el epílogo de su libro.
“Este estudio ha dejado en mí un residuo de tristeza y desesperación”, concluyó.
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