Enlace Judío México e Israel – Las mitzvot (mandatos) que aparecen en la Torá y las practicas que llevamos a cabo como judíos están diseñadas para mostrarnos una cara más profunda del mundo que nos rodea. Son a la vez una exploración hacia adentro como una exploración hacia afuera, nos conectan con lo más bello de nosotros y fomentan la idea de que todo lo que nos rodea es para nuestro aprendizaje y crecimiento. En cierta forma cada ritual, cada mandato nos dirige a rodearnos de vida, a apreciar lo que es eterno y mantiene en existencia el mundo. Sin embargo, hay ciertos rituales y símbolos que particularmente recuerdan la vida, tanto la vida en este mundo, como la vida en el mundo venidero. A continuación hablaremos de ellos.
Pureza, impureza y agua
Uno de los conceptos más difíciles de trasmitir a quien no es practicante es la idea de “tumá y tahará.” Estos dos términos generalmente se traducen como “pureza o impureza” ritual y aunque razones para llamarles de esa forma, la traducción misma tiende a causar confusiones pues la gente termina asociando a la “tumá” con algo negativo y sucio cuando nunca se nos pide considerarlo así. Originalmente son categorías que la Torá usa para determinar qué elementos pueden ser usados en los sacrificios del templo y cuándo ciertos objetos o personas deben someterse a un baño ritual.
En realidad la característica de tumá está íntimamente ligada a la muerte; es el cuerpo muerto el que por excelencia trasmite la tumá a los objetos y personas y casi cualquier elemento que nos recuerde la ausencia de vida (como el sueño o la menstruación) traerá consigo tumá y requerirá de un baño ritual. El agua es el elemento que usamos para limpiar la tumá y representa la vida. Y aunque hoy no podemos alcanzar la pureza ritual absoluta pues no existe el templo y no se pueden hacer los sacrificios de purificación todavía estamos obligados a realizar ciertos rituales tras entrar en contacto con la muerte pues nos recuerdan y nos preparan para la vida. Por ejemplo después de ir a un cementerio debemos lavarnos las manos, pues es una forma de dejar atrás la muerte, de observar y reconocer la vida que nos rodea. También recurrimos al agua antes de realizar acciones sagradas que nos ponen en contacto con la espiritualidad y la vida; usamos el agua como una forma de sacralizar la vida. Por ejemplo nos lavamos las manos antes de rezar y antes de comer pan; y realizamos el baño ritual antes de reiniciar el contacto íntimo con la pareja como preparación para la creación de vida.
Mode Aní
Cada mañana al despertar lo primero que hacemos es agradecer a D-os con una oración que se llama el Mode Aní. Literalmente le agradecemos que D-os nos haya regresado nuestra alma tras una noche de sueño, es decir le agradecemos a D-os que nos haya dado vida nuevamente. Me parece una de las tradiciones más bellas porque nos obliga a reconocer que estar vivos es un milagro, nos ayuda a ver cada día como un nuevo comienzo, una oportunidad para crecer, conectarse con el mundo y la vida que nos rodea.
Pésaj y la primavera
Shabat
Shabat es el día en que celebramos la Creación y el nacimiento del mundo, como tal por necesidad celebramos la vida. Buscamos conocer a D-os a través de una forma muy particular de abstinencia: descansamos de todos los labores materiales y santificamos el día a través de rezos, comidas y estudio. Una parte esencial de ese encuentro espiritual radica en concentrarnos en el placer, si bien no creamos ni destruimos nada nuevo en Shabat sí disfrutamos del mundo material y gozamos de él comiendo y celebrando en comunidad. En cierta forma celebramos y disfrutamos haber sido creados.
La copa rota y el muro descubierto
Una cualidad muy curiosa del judaísmo es la habilidad de juntar dos emociones tan dispares en un sólo momento. Esto lo vivimos en las bodas, al construir nuestra primer casa y en otros momentos de gran felicidad en los que estamos obligados a recordar la destrucción de Jerusalén y el Primer Templo. Cuando nos casamos rompemos una copa, cuando construimos casas o templos dejamos una parte sin terminar; puede ser una esquina no pintada, un pedazo de muro descubierto, un pequeño hoyo en alguna parte o un elemento sin arreglar. Se hace para que en nuestro momento de mayor felicidad no olvidemos el Exilio y no olvidemos a Jerusalén. Genera en la persona una sensación doble de alegría y duelo simultaneas. Hay distintas explicaciones de por qué se hace: se nos dice que al recordar Jerusalén recordamos también la época mesiánica; el momento en que regresaremos del Exilio, estaremos juntos y Jerusalén sea reconstruida. Se nos dice que la plenitud que sentimos en este momento de alegría (la boda) será igual o menor a la plenitud que viviremos en las épocas mesiánicas; se nos recuerda que la felicidad de este mundo no es tan grande como la felicidad que vendrá en un futuro. Se nos invita a vivir la felicidad presente con mayor intensidad. El recuerdo de Jerusalén también es el recuerdo del mundo venidero, del placer de la vida eterna y la felicidad que nuestra alma sentirá en ella.
Aquí se puede leer el Salmo 137 más famoso que habla sobre Jerusalén destruida.
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