Enlace Judío México e Israel – “Tenemos que abrir la mirada para descubrir que el asombro debe ser parte de nuestras vidas cada día que nos levantamos”, dice Pepe Gordon, escritor, divulgador cultural y científico, promotor de un proyecto denominado “El colisionador de ideas”, que planea llevar a los museos y a todo espacio donde haya público dispuesto a sumergirse en el universo fantástico y sorprendente de la imaginación y de la inteligencia.
“Son espacios inmersivos de 360 grados, en los que te puedes voltear y ves las paredes y techos, mientras te están rodeando imágenes hermosamente animadas y musicalizadas con arte mexicano, desarrollado por nosotros con un gran equipo de trabajo”, así lo explica en esta entrevista con May Samra, directora de Enlace Judío.
“Lo que hacemos es colisionar impulsos de inteligencia y creatividad que vienen tanto de la ciencia como del arte, para hacernos ver algunas de las ideas que se visibilizan y nos permitirán transitar por el siglo XXI con nuevos proyectos que hagan burbujear la imaginación de niños, jóvenes y tomadores de decisiones” .
El promotor cultural dice que a veces las ideas y los conocimientos científicos ya están ahí; la sensibilidad que trae el arte está ahí, pero si no se los hace visibles, no se los puede usar para hacer el bien común.
Por lo tanto –explica Pepe Gordon- lo que él y su equipo tratan de hacer con este proyecto es “una sociedad de imaginación y conocimiento”, a la que invitan a la gente a que se vuelva su aliada; apoyando estas cápsulas, estos episodios audiovisuales, que van a estar en los museos mexicanos más importantes, para empezar en el MIDE, pero también en pueblitos y en escuelas secundarias públicas. “Me emociona profundamente que las niñas y niños puedan abrirse a ideas del siglo XXI; que serán importantísimas para cambiar un poco la mentalidad que tenemos”.
Sam Pitroda –cuenta el colisionador-, que fue quien revolucionó las telecomunicaciones en India, “decía que el problema que tenemos es que contamos con una mentalidad del siglo XIX, con procesos del siglo XX, y con necesidades de siglo XXI; pero es importantísimo el poder actualizar nuestra imagen de lo que es nuestro potencial del cerebro y de la ciencia para abrirnos a la vida”.
Cuando el arte es ciencia y la ciencia es arte
Esto es maravilloso -le dice May Samra a Pepe-, porque la idea de El colisionador es confrontar distintos conceptos, reconceptualizar; utilizar el arte y la ciencia…
“Así es –prosigue Pepe Gordon-, cuando Etgar Keret vio el primer episodio de El colisionador de ideas, en el que se encuentran el pensamiento del biólogo Antonio Lazcano con el de Gabriel García Márquez, en un episodio que se llama El Coronavirus y el virus del olvido, Etgar me comentó el valor profundo de esta idea, y es justo lo que tú dices; lo que tienen en común ciencia y arte es que los recorre la imaginación, pero la imaginación no solo como un adorno, sino la sustancia misma de la inteligencia que se expresa tanto en el arte como en la ciencia”.
En ese punto –añade Gordon– “la imaginación no quiere decir que algo se puede solo inventar y que no existe en la realidad; no, es el sustrato mismo de la realidad; la naturaleza misma tiene una imaginación fantástica”.
Gordon resalta que ese aspecto lo pudo describir en el mundo del arte Francisco Toledo, planteando en la “Zoología fantástica” que ya existen en la naturaleza asombrosas especies; como en los ríos de Juchitán donde habitan peces con ojos que pueden ver para arriba o para abajo mientras van moviéndose en el río.
Las galaxias del cerebro
“Entonces, qué decir de la ciencia, que puede descubrir también cómo hay formas en la naturaleza que son maravillosas y están ahí invitándonos a descifrarlas”.
Simplemente un dato -apunta el divulgador- que tiene que ver con ciencia y que nos habla de la profunda imaginación que hay en la naturaleza, y es el siguiente: si concebimos de cuántas galaxias está hecho el universo, sabemos que hay más de cien mil millones de ellas y en cada una hay más de cien mil millones de estrellas; lo interesante es que nuestro cerebro tiene más de cien mil millones de neuronas y esto es como tener una galaxia en el cerebro”.
Pensemos –agrega Pepe– que la imaginación está ahí, en la naturaleza, para empaquetar toda una galaxia dentro de nuestro cerebro, en una cosa que está limitada, la caja craneal: “Ese es un poder organizativo maravilloso de creatividad, de diseño, para empaquetar todo este universo dentro de nuestro cerebro, pero el problema es que no lo hemos explorado”.
La imaginación, el sustrato mismo de la realidad
Entonces, estos episodios narrativos, estas experiencias inmersivas, lo que tratan es de ver que esa imaginación es el sustrato mismo de la realidad y tenemos que aprovecharlo, subraya Gordon.
“Cuando yo veo esas formas tan hermosas que existen, estamos hablando prácticamente de que tenemos un museo vivo ante nuestros ojos y hemos perdido la capacidad de asombro para apreciarlo”.
Pepe Gordon apunta que tuvieron que venir grandes escritores, como Elías Canetti, para recordarle a la gente que ‘solo por los colores, ya valdría la pena vivir eternamente’…Solo por los colores”.
Ese asombro –subraya el entrevistado- y ese conocimiento del universo y de la naturaleza que tenemos alrededor es precisamente lo que nos abre nuevos caminos de ciencia y de tecnología, que nos llevan a la computación, al poder del maravilloso cómputo cuántico”.
Así llegamos a descubrir –abunda Gordon– que podemos combatir los virus, como lo planteamos en el primer episodio que se llama El coronavirus y el virus del olvido, en donde presentamos un laboratorio de El colisionador de ideas, de encuentro de ideas para que saquen chispas y se generen nuevas ideas; y “entonces aparece Macondo, recordándonos que precisamente lo que hemos olvidado es la memoria de nosotros mismos y del otro”.
La pandemia del olvido
García Márquez, en Cien años de soledad –abunda Pepe Gordon- hablaba de algo muy importante, una especie de pandemia del insomnio y del olvido, que ocurría en el pueblo de Macondo. “Resulta que se empiezan a olvidar los nombres de las cosas y cuando se olvidan los nombres, como vacuna le tienen que poner con hisopos de tinta a un florero la palabra flor; y así a los diferentes objeto para que no se les olvide… Pero esta vacuna no funciona y se les empiezan a olvidar incluso las funciones de las cosas”.
Entonces –continúa Pepe– “García Márquez, con cierto humor e ironía, nos dice que entonces se tenía que poner letreros en las vacas, que decían: ‘Esto es una vaca y en las madrugadas se les ordeña; y en esa leche caliente se pone café, y así es como tenemos café con leche’; pero resulta que ni siquiera estos letreros funcionan; la vacuna tampoco sirve y se van borrando los límites y contornos del propio cuerpo y de la propia identidad…
“Tal vez – explica el entrevistado- lo que García Márquez nos está recordando es que hay un virus quizás igual de pernicioso o más que el coronavirus, que es el virus del olvido de lo que somos, de nuestro potencial”.
Según el divulgador cultural, en este punto, el arte se convierte en la luz de la memoria, que nos vuelve a recordar quiénes somos, una galaxia en el cerebro, y que cuando lo usamos bien, nos permite tener vacunas que se pudieron generar en menos de un año, cuando antes tardaban en elaborarse de 10 a 15 años.
Cuando se olvida la propia identidad
Increíble esta idea de olvidar a veces nuestra identidad, Pepe –interviene May Samra-: extrapolando eso a la identidad judía, ¿crees que de alguna manera hemos olvidado un poco nuestra identidad?
“Es una pregunta muy hermosa, porque nos permite argumentar que estamos hechos de varias capas de identidad y todas deben respetarse porque ahí está una memoria, una experiencia, un legado que se tiene que volver vivo; para eso primero tienes que saber de dónde partes y eso tiene que ver con un respeto a tu historia a tu cultura, a tu identidad”.
El escritor explica que por eso no se debe perder esa capacidad de la memoria, “de nuestra cultura judía, para los que vivimos dentro de ese espacio y ese territorio; sin olvidar que esas capas a la larga nos conectan también con una capa fundamental que es el bien común que compartimos con cualquier cultura; y también se abre la capa de la cultura universal”.
Bashevis Singer –puntualiza Gordon- lo decía muy claramente: “Habla de tu aldea y serás universal; respeta tu memoria y serás universal”.
El entrevistado cuenta que cuando se tradujo a Juan Rulfo al chino, leyó con mucho interés las noticias y una decía que había opiniones de algunos lectores al leer Pedro páramo o El llano en llamas, y al asomarse a ver cuáles eran, se sorprendió que los chinos decían: -“Pues claro, es que Rulfo es chino”-…
“Eso es lo que nos pasa con la cultura –precisa Gordon-, que nos permite atravesar las diferentes capas para ver que en el fondo todos tenemos las mismas ilusiones, esperanzas, deseos, sueños”.
Carlos Fuentes decía – abunda el colisionador– que “destruimos al otro cuando somos incapaces de imaginarlo, y eso es el problema que vivimos en nuestra sociedad”.
Cuando solo escuchamos las propias voces
La invitación de Pepe Gordon al respecto es ir más allá de algo que se denomina, “el sesgo de la confirmación”. ¿Qué es el sesgo de la confirmación?, se pregunta: “Lo puedo ilustrar con un meme: hay un papá que está frente a la computadora y el hijo que está detrás de él, dice: -‘Todo lo que estás leyendo son noticias falsas’-, a lo que el padre responde: -‘Cómo pueden serlo si concuerdan con mi opinión’”-.
Y ese es el problema, dice el entrevistado: “Comenzamos a encerrarnos en cajitas en donde solo nos escuchamos a nosotros mismos y a los que piensan igual a nosotros.
“Y cuando se me pregunta cómo entonces romper esos círculos viciosos, estos sesgos en donde incluso tenemos empatías selectivas, pues la respuesta es la empatía, ponerse en la piel del otro”.
Pepe Gordon señala que en la Universidad de Chicago el neurocientífico Jean Decety ha realizado estudios que muestran que cuando alguien tiene enfrente a personas que le son similares en cultura, tiene empatía y se pone en la piel del otro; pero cuando le ponen a otros que son de otras cultura y regiones, se empieza a perder la empatía. “El problema es ponernos en la piel de los que no son para nada parecidos a nosotros. Entonces necesitamos algo que se llama empatía cognitiva, no solo empatía emocional”.
En respuesta a ese dilema, Pepe Gordon sostiene que el arte es uno de los mejores instrumentos para crear esta empatía. “La educación, el tratar de abrirnos la mirada para entender lo que está detrás de las apariencias, porque las apariencias engañan”…
El entrevistado cuenta que un maestro de los filósofos (Emmanuel) Levinas y Elie Wiesel, conocido como el Mozart del Talmud, tenía una memoria prodigiosa; él se llamaba Shushani, y hablaba de que para que el diálogo se dé, para que haya comunicación, “debemos callarnos internamente por lo menos durante 30 segundos para escuchar al otro”; porque si no, vamos a caer en lo que José Gorostiza llamaba “islas de monólogos sin eco”, en los que no estamos realmente tratando de entender lo que los otros nos dicen”.
Abrir la ventanas de la percepción
Creo –subraya Gordon- que es tiempo de romper estos sesgos de confirmación, esto que en otras culturas ya se está llamando “la grieta”… “En Argentina me decían que ese es uno de los grandes problemas que están viviendo”.
De manera inversa, Gordon sostiene que si de repente se abren las ventanas de la percepción, la gente va a descubrir una riqueza en el otro, que no sabía, pero para el efecto se tiene que ir más allá de las apariencias, y la ciencia y el arte son un instrumento fundamental para brincar esas barreras.
“El novelista Amos Oz –abunda el entrevistado- decía que el arte nos permite ir penetrando las capas más profundas del pensamiento propio, pero también del otro, y a la vez ir descubriendo con excavaciones, como si fuéramos arqueólogos, sustratos diferentes en donde de repente nos parecemos al otro y de repente, en un sustrato más profundo, somos iguales al otro, lo que nos permite hacer comunidad”.
Sin eso, puntualiza Gordon, “creo que el siglo XXI no lo será si no respondemos a esta posibilidad de compartir la inteligencia y la imaginación”.
La lección del COVID-19
Como nunca –argumenta el escritor- se está hablando de poner en marcha inteligencia e imaginación colectiva, donde lo que no da un cerebro puede darlo el otro: “Esto se estuvo dando en ciencia –por el Covid 19- y gracias a eso todos los científicos estuvieron intercambiando información que hizo que la vacuna se desarrollara de una manera que antes no se podía imaginar”.
Por eso –puntualiza- el arte ha sido tan importante en estos tiempos de encierro y de pandemia, porque nos ha hecho descubrir lo que verdaderamente es la literatura y la poesía: “Es una soledad acompañada, y eso es algo que descubres cuando se abren las ventanas de la percepción”.
El mundo mágico de las ideas
Con este universo que expone Pepe Gordon, en su carácter de divulgador, poeta, locutor, y un tanto de profeta –le dice May Samra-, lleva a los oyentes a un mundo mágico de ideas, de arte, de conceptos, de personas…
“Para mí –responde Gordon- es un gran orgullo el que compartamos esta imaginación y esa inteligencia conjuntamente; son varios años en los que tú estás precisamente haciendo eso: comunidad de inteligencia e imaginación, poniendo en contacto ideas cuando compartes una información que es valiosa para una comunidad”.
Decía Sam Vitroda -destaca el entrevistado- que “la información tiene poder organizativo”, pero él le daba una vuelta de tuerca, ‘compartir información’, eso es lo que tiene poder organizativo; y diríamos también ‘compartir imaginación’, pero hablando de ésta no como un ornato en sí, sino como el sustrato más profundo del universo, que de por sí ya es inconcebible, lleno de imaginación, pero que solamente se aprecia en niveles muy pequeños.
Entonces, tal es el mérito de El colisionador de Ideas: que quiere ‘compartir’, hacer llegar todo ese universo de imaginación a todos los sustratos, a todos los niveles –concluye May Samra-: parece que será una maravilla para México, y el mundo…
Pepe Gordon asiente y confiesa que es su mayor emoción llevar El colisionador de ideas a todos los rincones y en especial a las escuelas secundarias públicas, para que de verdad se cumpla la meta de hacer comunidad de inteligencia y de imaginación con ese público tan especial: “El que un niño o niña –concluye- esté con su cerebro burbujeando, con nuevas posibilidades; eso es lo que más desafía mi impulso imaginativo y mi corazón; y eso es el sustrato de lo que estamos haciendo con estas narrativas de vanguardia”.
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