Enlace Judío – En las entregas anteriores hemos realizado un recorrido por la arquitectura judía del México de mediados del siglo pasado. Ahora, para cambiar un poco los aires, decidí escribir sobre un elemento muy poco estudiado dentro de la pintura judía de los siglos XVII al XIX. Se trata de un elemento ligeramente reconocido en el arte pictórico judío. Me refiero a una curiosa lámpara sefardí.
Historia de la lámpara
Esta lámpara aparece en la pintura, el dibujo y el grabado de temáticas judías desde mediados de los 1600. La pieza en cuestión es sencilla o muy decorada, siempre pende del techo y se conforma de siete o nueve luces, lo que nos remite inmediatamente a una Menorá o una Janukiá. Esta lámpara aparece dentro del arte judío al mismo tiempo que las comunidades judías sefarditas florecieron en la lejana Holanda.
Como sabemos, tras ser expulsados de España en 1492, los sefardíes migraron a muchos lugares como Portugal, en donde estuvieron hasta 1497. La vida judía sefardí portuguesa terminó rápidamente debido a las leyes de conversión forzosa. Muchos de estos judíos pasaron a la tierra de Holanda que en ese momento pertenecía al Sacro Imperio Romano Germánico, pero cuyo marco legal permitió el establecimiento, y posteriormente florecimiento, de una comunidad judía sefardí portuguesa.
La lámpara, símbolo del sefardismo
La lámpara es producto de dicha cultura migrante. No tenemos representaciones de este objeto en otras manifestaciones de arte judío del Medio Oriente o del arte ashkenazí de los siglos XVII y XVIII. Las primeras apariciones de la lámpara se remontan a grabados de mediados del siglo XVII; incluso el Museo Judío de Nueva York tiene dentro de su acervo una de estos candelabros de nueve luces manufacturado en plata.
Lámpara colgante de 9 luces. circa 1680. Museo Judío de Nueva York. Imagen de Wikicommons.
El uso de dichos artefactos comenzó dentro de la pujante comunidad judía sefardí que se instaló en las tierras holandesas. Probablemente el origen se remonta a Portugal, y su diseño nos habla de una disposición halájica de una Menorá o una Janukiá. Lo curioso es que estos candelabros se volvieron muy populares en los hogares judíos neerlandeses durante todo el siglo XVIII, al grado de que se instalaron en la mayoría de las casas judías, incluso en las ashkenazim. Prueba de ello es el enorme corpus figurativo de dibujos y grabados de la época en donde aparece la lámpara sobre la mesa del comedor.
Para el siglo XIX, esta lámpara judía usada ahora por ashkenazim y sefardim tomó un lugar importante dentro de la pintura académica llamada de “género israelita”. Dicha corriente pictórica fue fundada por el primer pintor judío académico: Moritz Daniel Oppenheim. Él, judío heredero de la Haskalá, tuvo un gusto particular por retratar la vida religiosa de las comunidades europeas en diferentes ocasiones: el Shabat, fiestas como Purim, Sucot, o simplemente en su cotidianidad.
Oppenheim incluyó la lámpara sefardita dentro del programa iconográfico de sus primeras obras, tal y como lo muestra El retorno del voluntario judío, obra de 1833-34.
Moritz Daniel Oppenheim, El retorno del voluntario judío de las Guerras de Liberación a su familia aún viviendo según la tradición ancestral, 1833-34, Museo Judío de Nueva York. Imagen de Wikicommons.
La lámpara es el centro de una escena familiar cotidiana y preciosista, es decir, cargada de detalle. Oppenheim retrata una Mezuzá, un ramo de Aravá para Sucot, una copa de kidush y una Jalá para Shabat, entre otros elementos. A partir de este momento, Oppenheim transformó esta lámpara como símbolo de la vida judía cotidiana, e incluso me atrevo a afirmar que se trata de un iconograma de la familia judía. En ocasiones la lámpara arde para Shabat, en otras aparece en otras fiestas o apagada, pero siempre con la familia en la estancia que presenta.
Moritz Daniel Oppenheim, Luminarias de Shabat, 1867. Imagen de Wikicommons.
Moritz Daniel Oppenheim, Purim, 1873. Museo Judío de Nueva York. Imagen de Wikicommons.
La tradición iconográfica de la lámpara continuó en los alumnos de Oppenheim a finales del siglo XIX. Samuel Hirszenberg la utiliza como Oppenheim en su obra titulada El descanso sabático, de 1893.
Samuel Hirszenberg, El descanso sabático, 1893. Imagen de Wikicommons.
Posteriormente entrado el siglo XX, la presencia de este iconograma se diluyó, como si fuese un augurio, hasta desaparecer en la Primera y la Segunda Guerra Mundial. Como vemos, este icono de la religiosidad, la migración y la familia judía tuvo mucho peso durante varios siglos, volviéndose así uno de los símbolos más importantes del judaísmo en el grabado, el dibujo y la pintura.
Las opiniones, creencias y puntos de vista expresados por el autor o la autora en los artículos de opinión, y los comentarios en los mismos, no reflejan necesariamente la postura o línea editorial de Enlace Judío.
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