Juntos venceremos
jueves 21 de noviembre de 2024
Moisés y Estrella Asse

Jenny Asse Chayo/ De la otra entraña soy fragmento. En memoria de Moisés y Estrella Asse

En memoria de mi madre,Estrella Chayo de Asse y de mi padre Moisés Asse Duek

¡Madre vuelve a casa! llora la hija su rumor precario,
parda conquisto la voz de mis cadenas en el borde de la página vencida,
grito madre ¡vuelve!, anúdame el abismo.

Dame realidad Dios de mis cadenas, enrízame a la tierra con mi madre, haz algo Dios de las esperas celestiales, en un aullido de dolor me pierdo, irreal de la memoria de la muerte.

Y si me fuera madre, si me fuera contigo, con mi padre, nada pasaría, nada dejaría más valioso en este mundo que sus rostros, sus entregas sus miradas, crecimientos, sus moradas.
Auténticos de la llama, en los diciembres de mis dedos aletargada, no veo el despertar, y sin estuviera muerta en vida, vida en muerte, ¿qué de mí en la bacteriología de este Universo?

Llaga, llega, silencio el corazón, anudarnos, en el cordón umbilical de nuestras almas, nuestros cuentos, en la narración que el Eterno hace los cielos, en la espora de la carne, de la sangre, de los tiempos orfandades. Caigo en tu vientre, mujer, niña madre, madre amada, retorno al músculo del Edén.

Palpito, quiero retornarme porque no hay más luz que tus entrañas
y el mundo es guerra, pozo incalculable.
Guía la sombra, palidece, ¡he caído y quiero retornarme!: a tu voz cálida y ardiente
a tu silencio blanco, a la rosa de tu frente.

¿Crees que quiero el mundo?
Ese cáliz del furtivo desencuentro
roce del abismo y muerte
caricia de lo oscuro y sangre.

Encarcelada en la silueta que narra cada sombra,
cada noche que en mi cuerpo crece, la múltiple agonía de quererte
la sed desquiciada de encontrarte y sola, Madre, qué puedo hacer para tenerte, en cada intento te me escapas, te me huyes, en lo hondo de tu amor te me apareces.

Soy tu hija primogénita y pequeña,
Aunque a veces busques mi consuelo
Y creas que mi palabra es el ungüento.
Aunque inviertas mi nombre en los espacios
Y a mi lugar de hija des un movimiento

Madre adolescente
dieciséis años de tu vientre y me cargaste
de pronto fui simiente
en tu sed de vivir me palpitaste
quiero deslindarme
de este lloro inmenso
de esta sal de ser espina
de este polvo de la herida de esta carne.

En el círculo del verso
engendro la conciencia
duele mi amor tan ancho
y déjame ser la rosa, el lirio,
palpito orgulloso de tu ser.

Qué caiga cada piedra; en el cimiento
veamos el espejo del abrazo
Yo en tu alma
Tú en la mía
Engendrándonos despacio
Mujer frente a mujer.

Hija:
Palpitas en la entrelínea de mi silencio,
como un punto de fuego, arrolladora,
como una voz que cuestiona mis desvelos,
un cántaro hueco de mi llanto.

Quise entretejerte a mi destino,
como raíz entramarte a mis silencios,
quise ser tu hermana, rostro espejo,
darle a tu sin mundo la esperanza.

En el oculto suspiro de mi tiempo,
no había dicha más profunda que tenerte,
en la urdimbre de mis venas darte vida,
de mi carne ofrendarte el alimento.

De la leche probaste la pregunta,
insaciable de mis ungüentos te quedaste,
hija, te di cada gota de mi sangre.

Y he ahí que no entendiste la sustancia de mi sed,
darte el mundo de mi vientre, la alegría, darte un surco sin espinas y la siembra de una tierra florecida.
Y tú, pequeña, con tu cúmulo de risas, no comprendes
que una madre da la vida a un pedazo de sí misma.

Y me veo andar en ti los caminos que no pude,
los sueños que en mis noches no soñé,
y me veo tan infinita en tu camino,
divergente en el espejo de papel.

No hay alarde en la sombra de mis días,
ni vuelcos al abismo, ni cielos intelectos.
Hay la entraña que nutre cada día el hambre de sus hijos,
el deseo más profundo de su huerto.

En mi silencio dejé crecer sus voces,
callé para entenderlos; tu mordiste la afonía
y sembraste tus espinas en los huecos.
Tu piensas que la vida es un salto a las orillas escondidas,
yo te digo que no hay centro que tu madre desconozca,
no hay suspiro tuyo que no entienda,
ni lágrima que mi alma no recoja.

En el pan que comes cada día, en el abrigo que te llamo
en la sal con que nutres tu agonía van mis pechos y mi carne, van mis horas y mis manos,
cada trazo que en mi nombre comprendí.

Cómo iluminarte si no estás en el espejo,
con qué luz darte mi palabra,
si huyes de mis puertas, de mis ojos,
si crees que eres tú quien nos germina.

Cómo delinear tus parpadeos
si en cada rostro que te miro te me ocultas,
(no vislumbro quien has sido,
¡¿te habrás ido sin que yo me diera cuenta,
sin llamarme?!)

En mi vientre que/da un pálpito raíz,
una semilla ; un deseo de comprenderte en el libro, la locura, en el rastro fugitivo de tu tinta.

Y te vas de los sueños del papel,
a buscar en tu vientre las raíces,
los rostros que tu anhelo
han dejado en el papel.

Vete sin preguntas sin el alma,
sin el miedo que a tus horas heredé,
vete a tu silencio, a tu palabra, a los brazos del amado rostro espejo,
a la casa de tu nombre, vete en tu mirada
y devuelve el amor que en tu alma yo engendré.

Defendí con mis ojos tu nacimiento
Ya no temo por tu vida, ahora sé que te puedes defender,
que te engendras sola y fuerte, en tu cuerpo, en tu alma,
en el seno que te nombra mujer.

No te olvido, hija en el cielo no hay olvido,
Ábrete a los mundos del Amado, crea un nido
recibe en amor a tus amigos, tus hermanos, yo en la tierras celestes he llegado al paraíso.

Toco mi alma y de la entraña más profunda
nace la mujer que soy, el puro verso iluminado.
lluvia es el deseo, palpito fecundo de los labios.
Verbos del encuentro, rostro a rostro
me sumerjo en mí paso infinito,
después de las sombras soy el signo abierto,
el cuerpo que culmina me derramo,
en la espesura de la hoja
soy un vientre:
hablo,
rozo
me dilato
me entrego al nuevo nombre
púrpura en un beso madre, ¿no te has ido?
quema el rastro de tu nombre
y en los labios llamas.

Madre, por fin hablas tu deseo.
Me pariste en el poema De tu sed yo me desprendo
De tu hambre soy la nada.

Bendita sea mi madre
Y el cúmulo de voces que me sangran.
Cierra la herida, cierra el golpe de ser hija, de ser llaga.

En el espejo, mi madre cicatriz derrama tres palabras:

¡Hija eres perdonada!

Y yo me miro,

hija de la Estrella

en el cielo del amor
paloma blanca.

EPÍLOGO

Amada mi madre y tan amada, estos son los versos que has dejado inscritos en nosotros, madre tus hijos, tus nietos, sangre de tu sangre, te extrañamos tanto en la extrañeza de los días, de los meses, los pasares, pesares de tu partida hemos narrado en este libro y no hemos terminada de decir tanta grandeza en la belleza de tu amor inigualable.

Madre, implacable nos han arrancado de tu entraña, de tu cuerpo nos hemos quedado en este mundo madre, no te vayas, no nos dejes, no esculpas el sombrero de la mariposa blanca que se vuela, duele tanto que no estés, la vida ahora es un buscarte en cada calle, cada cuenco, cada rostro donde sembraste las huellas del amor.

Se te extraña tanto y tanto eres raíz de nuestros sueños madre signo frondoso de la luz. Madre, mar de mar de todos no nos dejes! En tu ser todo nuestro pueblo madre, representas lo mejor del Am Israel. Y ahora que estás en el paraíso cuéntale al Creador el desamparo de tu pueblo. Pide por nosotros madre tus polluelos que aquí se han quedado. Tú eres ahora el Águila que surca los recónditos palacios celestiales y en tu viaje hablas al Anciano de los días pide por el hombre madre y por las mujeres pide por nuestra libertad.

Te vas a los sueños del Eterno en paz pero aquí en el mundo estamos solos y nos hemos descubierto en oquedades, no podemos aún desprendernos de tu luz, Estrella, hija del Dios de los humildes y los buenos, de los que en su brillo siembran a su paso estelas, y cometas; chispas de luz hay en tu nombre, esplendores infinitos, tramos que enredo a mis silencios, ocres acres, ama madres no te vayas, siéntate a mi lado cuéntame la vida, desentrama mis encantos, mis embrujos cura desde el cielo tantas orfandades.

Aquí solos los del mundo, estamos buscándote los pasos todo el tiempo, en mi tiempo y no apareces madre, estamos todavía en este duelo, no hay palabras que entretejan nuestros desvelos, soñando en tu mirada, tus cuidados, tus visitas, madre, inspiración de la agonía, de mis versos este encuentro es un intento de crear un espejo de palabras, donde verte madre, no te encuentro, cada sábado te espero, y nos llegas madre, cada día espero un trazo de ti, una llamada, una palabra, una voz que me indique cuál es el camino y no veo madre, no te veo, cada paso es un desencuentro, madre mi cómplice y todo, en las calles en los templos, los doctores, las fiestas claridades, los estrenos, madre en esta película del amor, protagónica del aire, eras mi tierra, madre, flora, madre mis palabras, madre mis raíces no me encuentro, y no estoy en este mundo, acompaño a tu alma, once meses me dejaste vida mía, toda madre toda arde en mis entrañas tu partida, ¡dónde está mi madre y el cúmulo de voces que me faltan , donde está la casa del amor, nada hay que pueda compararse a tu presencia, nada que pueda pagar el precio de tu amor, tu partida me avergüenza, nada pude hacer para remediar la muerte, nada para retenerte en este mundo, nada en esta tierra que te mereciera ya, tan grande habías llegado a ser y tan pequeña madre años me dejaste huérfana de ti y nada pudimos para impedir tu arribo al otro mundo.

Como controlar la ira de la muerte, como si estamos vencidos tus hijos, tus retoños, aprendimos a querernos más, y aun sin ti estamos juntos, en la herencia del amor que nos dejaste. Centro iluminado sol de nuestras vidas, luz de nuestras noches, ni tú sabes qué tan grande fuiste, cuántas orfandades empezaron con tu arribo al otro mundo acompañada de miles de almas que se fueron, como palomas, como pájaros, gaviotas, ángeles blancos rodearon tu espíritu blanco.

Desde aquí tus hijos, tus nietos los rastros y las huellas de tu sangre honramos tu nombre, mujer de mil caras hermosas, cada una más bella que la otra, en la mocedad de tu vejez paloma, madre amiga, niña madre, madre hermana, tiempo sin tiempo de nuestro querer.

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