Luis Huitron para Enlace Judío México e Israel- La Asamblea General de las Naciones Unidas estableció a partir del 2005, el 27 de enero como el Día Internacional de Conmemoración anual en memoria de las víctimas del Holocausto, debido a que la liberación del campo de concentración y exterminio de Auschwitz-Birkenau sucedió el 27 de enero de 1945.
Esta efeméride trasciende el aspecto religioso y otorga la responsabilidad de recordar y enseñar este evento a todos los pueblos de la Tierra. Con motivo de esta importante fecha, el día de hoy comparto con todos ustedes un análisis iconográfico y simbólico de la obra conocida como “Crucifixión blanca” del artista judío franco-ruso Marc Chagall.
Moishe Shagal
Moishe Shagal nació en Liozna, cerca de Vitebsk, zona que pertenecía entonces al Imperio Ruso. A pesar de que el joven creció en el seno de una familia jasídica de orígen lituano, durante su infancia y su adolescencia se inclinó hacia las artes pictóricas. Su madre lo alentó al estudio de la pintura durante muchos años, hasta que Marc se inscribió en la escuela de Dibujo dirigida por León Bakst en San Petersburgo. El desarrollo pictórico de Chagall fue avasallador. Cuando viajó a París, se empapó de diferentes corrientes vanguardistas como el cubismo, el primitivismo y el fauvismo entre otras. Relacionado con el círculo de artistas e intelectuales entre los que se encontraban Gertrude Stein, Pablo Picasso y Eli Lissitzky, Chagall conoció diferentes técnicas, estilos y herramientas discursivas que elevaron su trabajo a una maestría ejecutoria.
La vida de Chagall estuvo marcada por un retorno a su natal Rusia, e incluso a la migración forzada por la Segunda Guerra Mundial y por los ataques antisemitas. Y es justo en este momento en donde vale la pena centrarse en una de sus obras más emblemáticas: Crucifixión blanca, creada hacia 1938, en un momento álgido por los pogromos, el antisemitismo y el avance de la política Nazi por toda Europa.
La Crucifixión blanca, óleo sobre tela conservado actualmente en el Art Institute de Chicago
En el centro de la obra aparece la figura de Jesús crucificado al momento de su expiración, es decir de la muerte. La escalera que aparece junto a la cruz, revela la acción pronta a suceder que dentro de la iconografía cristiana recibe el nombre de la deposición, es decir, el instante en el que bajan el cadáver de Jesús para ser sepultado. Para el cristianismo este momento es de suma importancia, ya que inicia el proceso de la Resurrección y, por ende, el cumplimiento de la profecía mesiánica entre los cristianos. Se trata en suma, de un momento climático y de espera dentro de la religiosidad cristiana.
Sin embargo, la figura de Jesús tiene una característica particular, no usa un sendal, lienzo típico para cubrir las partes pudendas y que aparece en todas las representaciones iconográficas. Por el contrario, el Jesús de Chagall aparece con un talit, en símbolo de la judeidad de su portador. Sobre su cabeza, aparece la leyenda: “Jesús de Nazareth rey de los judíos” escrita en hebreo de la siguiente forma: ישו הנוצרי מלכ אהיהודאי. Es importante mencionar que la escritura no corresponde con la gramática correcta y que varios investigadores y hebraístas han identificado algunos errores en la estructura de la frase, aspecto que pudo ser a propósito. Sobre la glosa en hebreo aparece la abreviatura en latín: INRI, correspondiente al mismo texto: Iesvs Nazarenvs Rex Ivdaeorvm.
El recorrido iconográfico
Comencemos hacia el lado derecho del espectador. Observamos una figura humana vestida como militar que tiene un parche en el brazo, elemento que nos remite directamente al uniforme de los militares nazis. Este personaje abre el Aaron HaKodesh de una sinagoga para tomar los libros sagrados. Detrás de los rollos de la Torá surge una llama que incendia toda la estructura. Es importante notar que el frontón del Hejal tiene los dos leones del reino de Yehudá y el Tzion haciendo referencia a la antigua tierra de Israel, y sobre éstos elementos aparecen las lujot. Detrás de la estructura sinagogal podemos ver la bandera de Rusia ondeando. En la parte inferior de esta escena aparecen una serie de elementos rotos y tirados, tales como una lámpara que representa la ner tamid o luz eterna, junto con varios sidurim desperdigados junto a una silla y a un objeto litúrgico que tiene pintada una menorah.
La destrucción de la sinagoga se encrudece con la representación de judíos escapando de la guerra y la persecución. El primero es un hombre vestido de verde, con una gorra azul y un fardo sobre su hombro. Esta figura había sido pintada anteriormente en otras obras de Chagall que retratan la vida judía rusa de manera pacífica. El hombre que en otros lienzos aparece tranquilo, en éste corre mientras mira una Torá tirada y abierta de la que se desprende una ventisca que llega hasta la escalera de la deposición. Debajo de esta escena se encuentra una madre que, temerosa, abraza a su hijo. Todas estas figuras: hombre, mujer y niño, representan una nueva diáspora que toma caminos separados.
Debajo de la cruz
Debajo de la cruz, se encuentra la representación de un candelero de shabat con la luz encendida, elemento que simboliza la esperanza, la luz del descanso y que tiene relación con el lapso de tiempo de Shabat y con la deposición de Jesús, es decir, una espera simbólica. La lectura continúa hacia el lado inferior izquierdo desde la vista del espectador, en donde podemos ver tres hombres avanzando por caminos diferentes, pero uno de ellos resguarda entre sus brazos los libros sagrados. Particularmente este hombre llama mi atención porque mira directamente hacia el otro que corre en sentido opuesto, aspecto que en mi opinión resalta el sentido de diáspora, de la persecución y del terror.
Hacia arriba de estas figuras encontramos un pueblo que representa el shtetl siendo atacado, desordenado y puesto literalmente de cabeza ante la destrucción causada por el Ejército Rojo que se abalanza desde la colina trasera. La escena de destrucción es fuerte y despierta un sentimiento de gran tristeza: una silla vacía, las tumbas de un panteón judío abandonado y una familia reunida en la nieve fuera de sus casas destruídas. Por último el cabrito, elemento importante que Chagall repite en otras piezas pictóricas en donde muestra la tranquilidad del shtetl y de la vida judía. Sin embargo el cabrito de esta obra, que también tiene simbolismo con Pésaj, está solo y acurrucado al lado de la silla que yace vacía, sin la figura de su dueño. Una escena diminuta pero cargada del sentido de arraigo a la tierra, al ganado y a la vida en un lugar.
Desde el Sheol
En la parte superior se encuentran cuatro figuras, un jajam con talit y tefilin que habla hacia otras tres personas, dos hombres y una mujer. Éstos lamentan desde el Sheol la destrucción, la muerte y la violencia que observan en la tierra. Puede ser que una de estas figuras masculinas también represente a Eliyahu HaNavi, con la carga simbólica que ello merece. El recorrido termina donde comenzó, con el rayo de luz que, de manera diagonal, ilumina desde el cielo. Tal vez esta sea la parte más compleja de la obra, la luz divina que baña la figura de Jesús y las velas de Shabat. Para mí como historiador del arte, esta parte representa una pregunta que hace el autor: ¿por qué los cristianos causan tanto dolor al pueblo de su Mesías? Ahí toma parte importante el talit de Jesús. El autor pone en el centro a la figura que debería de hermanar a dos pueblos, pero que sirve como sustento para la destrucción de uno de ellos.
En tiempos en donde el antisemitismo y la xenofobia en general siguen estando presentes, la Crucifixión blanca de Chagall tiene un significado que tristemente sigue siendo real y actual y que invita a recordar el duro trabajo que falta por hacer. Por todo ese camino por andar, el 27 de enero es el Día Internacional de la Conmemoración anual en memoria de las víctimas del Holocausto.
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