El Rab Obadiá de Bertinoro y la primera Yeshivá en Jerusalén

Enlace Judío – El rabino Obadiá ben Abraham de Bertinoro, conocido popularmente como “Bartenura”, nació en el año 1455. Fue alumno del famoso Rabino Yosef Colón, מהרי”ק, y ejerció como rabino de su propia ciudad, Bertinoro, en la provincia de Cesena, Italia, a los pies de los Apeninos. Allí se desempeñó también como banquero. Su nombre se menciona en la parte superior de la lista de banqueros autorizados para otorgar préstamos a los residentes cristianos en un documento oficial del papa Inocencio VIII, fechado el 12 de febrero de 1485. Al cumplir sus 30 años decidió establecerse en la tierra de Israel, y específicamente en Yerushalayim, Jerusalén. Tenemos detalles muy minuciosos de su viaje a Israel –que en esos tiempos no era ni fácil ni corto–, ya que muchas de las cartas que describen esta travesía fueron encontradas y publicadas, como lo mencionaremos más adelante.

De los apeninos a Jerusalén

A finales de 1486 abandonó su ciudad natal. Pasó por Roma y Nápoles y finalmente llegó a Palermo, Sicilia, donde permaneció tres meses predicando cada Shabat en la sinagoga local. En Palermo, la ciudad principal de Sicilia,  vivían alrededor de 850 familias judías, todas en una mismo barrio situado en una de las mejores areas de la ciudad. Los judíos de allí eran artesanos, herreros estibadores y campesinos. En Sicilia trataron de convencerlo para que se quedara como Rabino de esa comunidad, pero rehusó el ofrecimiento porque su mayor deseo era establecerse en Yerushalayim.

Viajó a través de Rodas, Grecia,  hacia Alejandría, Egipto, donde llegó a principios de 1488. De Alejandría procedió a El Cairo, donde el Rab Natan ha-Kohen Shoulal, dirigente principal de la comunidad local (naggid), lo recibió con grandes honores. También allí le ofrecieron permanecer como rabino, indicándole entre otras cosas que la situación de los judíos en Jerusalén era muy precaria,  pero nuevamente se negó. Continuó su viaje a través de Gaza —que en ese entonces era la cuarta ciudad con mayor población judía (luego de Jerusalén, Safed y Hebrón) y de allí se trasladó a Hebrón. Finalmente, llegó a Yerushalayim en la víspera de Pésaj de 1488. A su  llegada fue recibido por el rabino de la ciudad,   y se hospedó en su casa por el resto de la festividad.

Si me olvidare de ti, oh Jerusalén…

En esos años Jerusalén estaba bajo el control de los mamelucos, un grupo musulmán que dominó la ciudad hasta 1517. En Jerusalén vivían unas 4,000 familias gentiles, musulmanes y cristianos. La comunidad judía local contaba con aproximadamente 70 familias. Muchos judíos habían muerto de hambre, literalmente.  Los más pudientes habían escapado por los exorbitantes impuestos que demandaban los mamelucos. Los pobres no tenían donde ir y su vida se hacía insostenible. Según escribe el Rab Obadiá: “en la ciudad había muchas viudas y ancianos pobres… los que tienen algo de pan para comer…se consideran ricos… “. El Rab Obadiá también cuenta que quien lo recibió al llegar era un rabino italiano, Ya’aqob de Colombano. Este hombre era tan pobre que únicamente se permitía comer un pedazo de pan durante Shabat, mientras que durante la semana se alimentaba de las vainas secas de algarrobo que los productores desechaban después de producir la famosa “miel de algarrobo” o algarrobina.

Las sinagogas

El Rab Obadiá también escribe que unos años antes de su llegada había en Jerusalén unos 300 Sifré Torá—rollos de Torá rituales que se leen en la sinagoga. Pero ahora virtualmente ya no quedaban más. Los “me’ilim», es decir, las fundas decoradas hechas de telas finas que envuelven a estos rollos, y sus adornos que muchas veces se hacen de metales preciosos,  habían desaparecido, ya que las sinagogas eran frecuentemente saqueadas. La única sinagoga que funcionaba en Jerusalén era muy precaria, estrecha y oscura. Sin embargo, el Rab nota que había algo muy especial en Jerusalén: las plegarias, que no eran comparables en su belleza con ningún otro lugar que él había orado. Los sábados por la mañana, escribe el rabino, «los hombres se levantan una o dos horas antes del amanecer a cantar las dulces poesías religiosas” conocidas como “baqashot”. Luego recitaban el Kaddish, y entonces dos oficiantes (jazanim) comenzaban las plegarias con la recitación del Shemá Israel, al salir los primeros rayos del sol (vatiquin).

Corrupción

El Rab Bartenura se queja de la corrupción generalizada en Jerusalén. Cuenta como ejemplo que un hombre musulmán mató a su propia madre, degollándola con un cuchillo, en un ataque de ira. Cuando lo trajeron ante el tribunal local, el asesino se justificó diciendo que estaba borracho. Como sabemos, los musulmanes tienen prohibido en su religión beber alcohol, y por lo tanto, no producen ni venden bebidas alcohólicas. ¿Cuál fue entonces el veredicto de los jueces? El tribunal culpó a la comunidad judía por haber producido el vino que provocó a este hombre a emborracharse y asesinar a su madre. Los jueces, que siempre buscaban obtener algún beneficio económico,  impusieron a la comunidad judía pagar una multa de 6 monedas de oro, y el asesino quedó libre.

Desde tus ruinas te construiré

Al principio el Rab Obadiá tuvo que hacerse cargo personalmente de todas las necesidades materiales de la comunidad. Incluyendo cavar las tumbas en el cementerio judío y enterrar a los muertos, ya que nadie más podía dedicarse a este deber religioso. El Rabino decidió abocar todos sus esfuerzos a recaudar fondos para ayudar a la población judía de Yerushalayim y evitar el exilio. Sus amigos y conocidos en Italia le proporcionaron generosamente el dinero necesario para asistir a los pobres. Con el tiempo y gracias a la solidaridad de los Yehudim de Italia y otros países pudo establecer instituciones de beneficencia y asistencia médica para los enfermos.

Emanuel Jai Camerino de Florencia, a quien el rabino Obadiá le había confiado la administración de sus propiedades en Cesena, le enviaba 100 ducados (monedas de oro) al año, a lo que añadía otros 25 ducados de su propio bolsillo para caridad y otros donativos de parte de los familiares y amigos del Rab Obadiá. Así la comunidad judía fue creciendo y también el nombre del principal benefactor:  el Rab de Bertinoro, que desde que llegó a Jerusalén, trajo su bendición. Al cabo de unos años, gracias a la excelente reputación de integridad que tenía el Rab Obadiá en Jerusalén, los mismos musulmanes acudían a él para que resolviera disputas legales y conflictos comerciales, ya que sabían de su honestidad.

De Castilla a Jerusalén

En 1492 el mundo judía fue sacudido con la noticia de la expulsión de los judíos de España. Los refugiados no tardaron en llegar a Turquía, Egipto, Safed y también a Jerusalem. El rabino Obadiá se convirtió en el líder espiritual de estos refugiados y los ayudó a sostenerse materialmente ya que llegaban sin dinero, y para quedarse ene la ciudad debían pagar el impuesto al gobierno mameluco, el yiziá, que se cobraba por cabeza. Lo que significaba que con el aumento de la población judía los pesados impuestos se incrementaban también. Sin embargo, luego de unos pocos años, estos judíos que habían llegado de España sin nada, pero que tenían oficios y estaban entrenados en el comercio internacional, comenzaron a crecer económicamente, y la comunidad judía de Yerushalayim volvió a florecer. Como muestra de su enorme gratitud, los exiliados de España le hicieron al Rab Obadiá de Bertinoro el mejor regalo que él podía haber soñado: le construyeron su propia Yeshivá (academia rabínica) en Yerushalayim. ¡Esta fue la primera Yeshivá en Jerusalem luego de 1200 años!

El Rab Obadiá fue declarado como “abi hayishub”, patrón o benefactor máximo de la ciudad de Jerusalén. Murió en 1515 y su cuerpo descansa en el Har HaZetim (Monte de los Olivos) el cementerio más famoso de Yerushalayim.

Reviviendo el idioma hebreo

El Rab Obadiá de Bertinoro es conocido principalmente por su comentario a la Mishná. La Mishná comprende las tradiciones orales rabínicas, es decir, la aplicación y los detalles de todas los preceptos de la Torá. La Mishná se estudia por lo general junto con la Guemará, o Talmud, que la explica, la expande y elabora sus detalles. Maimónides fue el primer rabino que escribió un comentario independiente sobre la Mishná, basado obviamente en las explicaciones de la Guemará.

El rabino Obadiá siguió su ejemplo y escribió su propio comentario sobre la Mishná, que se convirtió en el más popular durante siglos. Al punto que es difícil encontrar una edición de la Mishná que no contenga su comentario. ¿Por qué razón el libro del Rab de Bertinoro fue más aceptado que el comentario de Maimonides? Porque a diferencia de Maimónides que escribió originalmente en árabe, el comentario del rabino Obadiá fue escrito en hebreo.

Aparte de este comentario, el Rab Obadiá escribió un libro sobre el comentario de Rashí a la Torá (‘amar neqé, עמר נקא, ver Daniel 9:7) y tres famosas cartas que describen su travesía y que contienen invaluables descripciones de la gente y las costumbres de las comunidades judías que visitó en el camino, desde Italia hasta Jerusalén. Estas cartas fueron escritas a su padre y a su hermano y se publicaron con el nombre «Darjé Ẓión» y «HaMasa le-Eres Yisrael”.


Las opiniones, creencias y puntos de vista expresados por el autor o la autora en los artículos de opinión, y los comentarios en los mismos, no reflejan necesariamente la postura o línea editorial de Enlace Judío.

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