Enlace Judío México e Israel- En el año 1480 en la ciudad de Sevilla, los judíos secretos “Anusim” sufrían persecuciones y maltratos.
Debido a esa situación, en algunos judíos se había despertado un rencor, que luego se convertiría en venganza. Una de estas personas, fue un famoso banquero de la reina Isabel de Castilla, llamado Diego ben Suson, quien era muy importante en la sociedad sevillana, y que junto a otros seis importantes criptojudíos: Pedro Fernández de Venedera, quien era el mayordomo de la catedral de Sevilla; Juan Fernández, quien era alcalde de justicia; Bartolomé Torralba; los hermanos Aldafes de Triana y Cristóbal López, estaban preparando los planes de sublevación en contra de los inquisidores de Andalucía, Miguel Morillo y Juan de San Martín.
Diego Ben Suson, el banquero de la reina Isabel, tenía una hija llamada Susana, a quien todos apodaban como “La Susona”, y que, por su impactante belleza, era conocida en Sevilla como “la fermosa fembra”. Susana, vanidosa por la admiración que despertaba su belleza, llegó a ilusionarse con alcanzar un alto puesto social entre los gentiles españoles.
“La Susona”, sin que su padre lo supiera, se dejaba cortejar por un caballero cristiano de apellido Guzmán, que pertenecía a una de las familias más ilustres de Sevilla, y que se veía a escondidas con él. Pronto pasó a ser su novio. Cada noche, ella esperaba hasta que su padre se durmiera, para salir de su casa y verse con su novio hasta el amanecer.
Sin embargo, una noche mientras esperaba acostada, simulando que dormía, escuchó como su padre tramaba la revuelta contra los inquisidores.
“La Susona”, sin que lo advirtieran los hombres, abandonó entonces su casa y se dirigió a donde se encontraba su novio, para contarle entre llantos, todos los planes que los judíos ocultos estaban maquinando. Este, rápidamente, se dirigió a la casa del administrador de Sevilla, Diego de Merlo.
De inmediato se presentaron los agentes de la inquisición a la casa de Diego ben Suson, y los aprehendieron a todos. A los pocos días se los enjuició.
Todos fueron condenados a muerte y quemados en la hoguera, el día 6 de febrero del año 1481, en la explanada de San Sebastián, donde hoy en día se organiza la famosa “feria de Sevilla”.
A consecuencia de este suceso, detuvieron a un gran número de implicados criptojudíos, que también terminaron en la hoguera. Se calcula que unos dos mil judíos fueron juzgados y quemados a raíz de este hecho.
Arrepentida de su acción, repudiada por su gente, e incluso abandonada por su novio, “la Susona” se encerró en un convento durante algunos años, para luego regresar a casa.
Sin embargo, ella no pudo superar el remordimiento de haber causado la trágica muerte de su padre, así como de sus amigos criptojudíos. Antes de su muerte, dejó un testamento en el cual escribió lo siguiente:
“Que esto sirva de ejemplo a los jóvenes y en testimonio de mi desdicha, ordeno que cuando yo haya muerto, separen la cabeza de mi cuerpo, y la pongan sujeta en un clavo sobre la puerta de mi casa, y que quede allí para siempre jamás”.
Aunque pueda parecer una locura, su último deseo se cumplió, y su cabeza convertida ya en calavera, estuvo expuesta y clavada sobre el marco de la puerta de su casa, y allí permaneció desde el año 1500 hasta casi 1700.
La casa de “La Susona” existe hasta hoy día en el barrio de Santa Cruz de Sevilla.
En un primer momento, y hasta el siglo XIX, la calle donde permaneció colgada la calavera de la Susona, se la conocía como “El Callejón de la muerte”. Después del siglo XIX, se cambió el nombre por “Calle Susona”, y así figura hasta el día de hoy.
En el mismo sitio donde estuvo colgada su calavera por más de doscientos años, aún existe un azulejo que recuerda donde ella vivía, así como una placa con el testamento de su último deseo.
¡Cuánto debemos de cuidar a nuestros hijos! Y transmitirles nuestro legado y nuestras tradiciones como yehudim, así como encaminarlos por el sendero de la Torá y las Mitzvot.
Como escribió el rey Shelomo: “Janoj lanaar al pi darko, gam ki yazkim lo yasur mimena” (Educa al joven de acuerdo con su camino, y aun cuando este envejezca, no se apartará de la Torá).
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