Enlace Judío México e Israel- A lo largo de la historia del pueblo judío han existido momentos de contacto que han beneficiado la religiosidad y el arte. Parafraseando al Dr. Daniel Fainstein: “El judaísmo no se dio en la luna”; esto significa que el pueblo judío ha tenido una serie de relaciones que han nutrido el esquema litúrgico, cultural y social. El día de hoy nos remontaremos al antiguo Egipto para adentrarnos en un tema interesante: la influencia de la arquitectura religiosa egipcia en la judía.
LUIS HUITRON
Cuando pensamos en arquitectura egipcia, regularmente viene a nuestra mente la figura de las pirámides y con ello asumimos que éstas fueron la apoteosis del arte y la religiosidad de aquel mundo, sin embargo estamos equivocados. Las grandes pirámides fueron construidas hacia el periodo inicial de conformación de los reinos egipcios, es decir entre el 2700 y el 2500 antes de la era común. Todavía mil años después encontramos algunas pirámides, sin embargo éstas fueron disminuyendo en tamaño. La razón de este cambio se debió al costo tan alto y lo tardado de su erección. Hacia el 2500 a.e.c., comenzó la construcción de nuevos templos y tumbas en formato de hipogeo que reemplazaron el uso de las pirámides.
Templo de Ramsés III en Medinet Habu. Imagen tomada de Wikicommons
Un hipogeo es una estructura conformada por varias salas alineadas entre sí y con una disminución de tamaño entre dichos espacios. Las tumbas hipogeo están excavadas en la roca, y los templos presentan un atrio externo y una fachada que ostentan la grandeza de los faraones que ordenaron su construcción. Al interior, los templos tienen patios llenos de columnas que reciben el nombre de salas hípetras; seguidas por espacios completamente cerrados que se llaman salas hipóstilas. Hasta el fondo se encuentran pequeñas habitaciones con fines religiosos que servían para guardar las arcas en donde los dioses eran trasladados y también las propias esculturas de dichas deidades.
Ahora bien, este modelo representó una herramienta de segregación social y de poder, toda vez que los espacios disminuían de tamaño a lo largo del orden descendente del templo. De esta manera los nobles, la realeza y el sacerdocio eran divididos a lo largo del edificio y su espacio era definido por las autoridades supremas: el faraón y el sacerdote mayor. La referencia del poder y la posición social quedaban definidos en el espacio sagrado y, de esta manera, se sustentaba y favorecía un sistema jerárquico, mismo que fue retomado por otras culturas de la antigüedad, entre ellas la judía.
Propuesta de la planta del Mishkán. Imagen tomada de Wikicommons.
El Primer Templo
En el libro del Éxodo aparece puntualmente la construcción del primer templo judío cuyo objetivo era el resguardo del Arca de la Alianza y de las Tablas de la Ley. Según la tradición, dicho templo que recibe el nombre de Mishkán, fue construído a partir de las ordenanzas directas a Moisés. Al leer con atención el programa espacial de este primer templo judío, nos encontramos con la segregación social y jerarquizada dentro del también llamado Tabernáculo.
El templo tenía un atrio delimitado por una barda que dividía el espacio profano del sagrado. Dentro de la barda se encontraba un atrio en donde los leviim atendían y cuidaban un altar de sacrificio y un lavatorio. En el centro de este atrio se encontraba la estructura de la morada o Mishkan, misma que se dividía internamente en dos secciones: el lugar santo o Makom Kadosh y el espacio santísimo o Kodesh ha-Kodashim en donde se resguardaba el Arca de la Alianza.
En el primer apartado se reunían los kohanim que atendían el santuario y también se encontraban los elementos litúrgicos como la menorah, el altar del incienso y la mesa de los panes de la proposición.
Al lugar más sagrado solamente entraba el sumo sacerdote.
Varios historiadores y estudiosos de la religión ven la influencia del espacio segregado de los antiguos templos egipcios en la conformación de la primera estructura sagrada para los judíos después de su cautiverio en Egipto. La organización y jerarquización del Mishkan ofrecía el reordenamiento del mundo religioso conformado por el templo, ombligo del todo u omphalos, que yacía en el centro de un atrio limitado a su vez por una barda, es decir, separado del campamento de las doce tribus.
Un axis mundi que marcaba el orden terrenal y celestial del pueblo judío en su transitar hacia la tierra de sus padres Abraham, Isaac y Yacov.
La disposición del Mishkán resultó tan práctica y funcional que se mantuvo en el templo central de la vida judía en Jerusalem: el Beit ha-Mikdash, durante sus dos etapas constructivas y remodelaciones intermedias.
Planta de la Basílica de Majencio en Roma. Imágen tomada de Wikicommons.
No solo el mundo judío
Sin embargo, la trascendencia de la disposición del Templo de Salomón, y por ende del Mishkan, no solamente impactó al mundo judío. Hacia finales del siglo I de la era común, los judíos adoptaron una tradición constructiva romana conformada por tres pasillos paralelos entre sí que recibía el nombre de basílica.
Para los judíos que sobrevivieron a la destrucción del templo hacia el año 70 de la era común, resultó muy práctica la unión de conceptos en el diseño y la construcción de las primeras sinagogas. De esta manera se mantuvo la misma disposición del lugar santo en donde se guardaría la Torá y un espacio sagrado para el rezo masculino, conformado ahora por tres pasillos paralelos entre sí, que permitieron albergar a las crecientes comunidades judías en el resto del Imperio Romano o la Diáspora.
Gracias a los arqueólogos y especialistas podemos apreciar que la disposición de las primeras sinagogas occidentales se mantuvo en un formato basilical, es decir de tres pasillos paralelos entre sí y con un espacio sagrado para resguardar la Torá. Este acomodo se mantuvo durante todo el período Amoraim, que es paralelo a la conformación del cristianismo primitivo. Tras la legalización del cristianismo en el Imperio Romano gracias al Edicto de Milán en el año 313, los primeros cristianos griegos y romanos adoptaron la disposición espacial de la sinagoga y crearon sus primeros templos en algunas basílicas de origen romano como la famosa basílica de Majencio en la capital del Imperio.
Posteriormente, las primeras iglesias de la cristiandad fueron construidas manteniendo el formato basilical romano y la disposición sagrada del hejal y la sala de oración de la sinagoga. Sin embargo comenzaron los cambios: al espacio más sagrado lo llamaron presbiterio y en lugar de un Arón ha-Kodesh, los cristianos construyeron mesas de altar con pequeños sagrarios, nichos donde guardaban el pan y el vino para la eucaristía.
De esta manera, podemos valorar la importancia y la trascendencia de una disposición arquitectónica y espacial. Con ello entendemos que la organización de una iglesia cristiana que se conforma de un atrio y un templo que contiene un lugar de oración y un presbiterio, viene directamente de la fusión del espacio basilical romano con la sinagoga, misma que se puede entender en la historia como una continuación del formato del Mishkán que se creó a partir de la influencia del antiguo Egipto.
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Sinagoga blanca de Cafarnaún, siglo I, Israel. Imagen tomada de Wikicommons.
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