Enlace Judío México e Israel- Nací en una familia judía de Líbano, entre dos culturas patriarcales, la árabe y la judía, en las cuales ser mujer definitivamente no era una ventaja.
MAY SAMRA
De adolescente, atravesé una guerra civil que me hizo aún más vulnerable, pues en la guerra mi familia lo perdió todo. La esposa de mi abuelo murió en la calle, alcanzada por unas balas de un francotirador. Si añadimos a esta mezcla el dolor del exilio y mi llegada como refugiada a México, cuya cultura es misógina, entenderemos, sin duda, la camisa de fuerza en la cual me vi envuelta cuando, a los 6 meses de haber llegado a tierra azteca, me casé con un clan árabe.
Una camisa de fuerza en la cual millones de mujeres están presas, hoy mismo, en el siglo XXI, en mi país y alrededor del mundo.
Una camisa de fuerza muy difícil de desgarrar, pues no hay nada más duro que deshacerse de conceptos heredados, casi genéticos, que imprimen en la mente que las mujeres somos vulnerables y que la única forma de salvación es a través de un hombre.
Mientras luchaba por salir de la servidumbre impuesta y autoimpuesta, escribí un libro de cuentos.
El libro se llama Mujeres des-atadas y lo volví a hojear mientras preparaba esta plática. Me impactó el hecho de que los 15 cuentos que componen el libro tratan de mujeres que están presas y han encontrado distintos subterfugios que les permiten sobrevivir, al no poder abandonar su dolorosa realidad.
Una de estas mujeres está teniendo sexo con su marido y se evade escribiendo la lista del supermercado, ajena a lo que vive su cuerpo. Otra se arriesga a tener relaciones adúlteras en el baño público de un gran almacén, bajo las cámaras, buscando ser atrapada y milagrosamente liberada del yugo.
El sexo ha sido una de las formas de controlar a las mujeres y también, para ellas, una manera de escapar*.
Otra más, cuyo parecido con mi suegra es pura coincidencia, encuentra la salida mediante la muerte; tristemente, así sucede en varias partes.
El cuento que, en retrospectiva, más me impactó es, por desgracia, una historia real.
Ana es una mujer judía sumisa que me contó cómo, un día, descubrió que Dios existe.
Ana tiene un hijo al cual dedica su vida; el hijo sufre de un defecto congénito en un dedo, que han empeorado las operaciones. Un día, para mimarlo, la mujer le compra un hámster. Voy a leer: “Entre el hámster y la terapia de su hijo, la jornada torna agotadora. Llega el marido tarde, cansado , desesperado por la situación y con ganas de desquitar su mal humor. Le pide bistecs encebollados con dos salsas, “como acostumbra hacerlas mi mamá”. La mujer accede, como siempre, pero algo sucede: “el hámster se ha salido de su jaula, corre por el pasillo, y se encuentra con el amo de la casa.
El hombre empieza a gritar: “Hay un ratón en mi casa” . Insulta a mujeres y ratas por igual, que son dos especies escurridizas. “Ya me dio asco” dicta, “ ya se me quitó el apetito, ya no quiero cenar”. El calvario de Ana es sustituido por una cama mullida. Al otro día, Ana revisa la jaula y no encuentra una sola rendija a través de la cual haya podido escapar el hámster. Primera conclusión: Dios y sus milagros existen, pues Dios sacó al animal de la jaula. Segunda conclusión: los hámsters sí traen suerte, pues el marido abandona la casa.
Al releer el cuento, no podía dejar de pensar en las miles de Anas, en el mundo que esperan la mano de Dios, o la de la suerte, o acuden a actos locos y peligrosos para liberarse. A las que rezan para que el marido, el suegro o el jefe mueran súbitamente. Algunas son como Ana y otras como el hámster. Son incapaces de tomar iniciativas y otros deciden el curso de sus vidas.
Y ¿por qué? Porque no tienen recursos, o estudios, o fuerzas ( la fuerza no es ilimitada). Porque no quieren perder a sus hijos. Porque no pueden renunciar al concepto tradicional de familia. Porque no quieren pelear. Porque las leyes así lo dictan. Porque la cultura, la religión, la sociedad o sus propias mentes las tiene presas a perpetuidad.
Son estas mujeres, estas millones de mujeres, que, como mujeres judías y empoderadas, debemos apoyar desde donde estemos.
Apoyarlas a través de legislar , desde las tribunas, para que tengan derechos. A través de la educación, para que conozcan estos derechos. A través de empleo, para que tengan oportunidades.
A través de la comunicación, de la prensa, luchando para que el mensaje no sea que las mujeres más guapas, las más esbeltas, las que compran la mejor crema, son las que tienen éxito.
Y a través del ejemplo porque, cada día, cuando una mujer fuerte sale a trabajar, inspira a otras, a niñas, a que desaten otra venda más de sus camisas de fuerza.
No cabe duda que todas ustedes han llevado a cabo una lucha, una lucha feroz por ser. por trascender, por ir más allá de sus límites.
El futuro está más allá del mundo judío, aplicando al mundo el valor judío de luz para las naciones.
Vengo de un país donde se anunciaba con tristeza el nacimiento de una niña.
Sin embargo, mi hija, al presenciar mi lucha, rompió todos los moldes, derrumbó todos los prejuicios, ha salido victoriosa y se ha vuelto mi fuerza en las batallas de la vida.
Por ello, no subestimo la fuerza de las mujeres del mundo judío. La lucha, la traemos en la sangre.
Los derechos de las mujeres en 2022
- Derechos reproductivos
*Solo el 55 por ciento de las mujeres, en 57 países en desarrollo, están totalmente empoderadas para tomar decisiones relacionadas con la atención de la salud, la anticoncepción y la capacidad para decir sí o no a mantener relaciones sexuales
Los nuevos datos, relativos a 89 países, muestran que hay 4.4 millones más de mujeres que viven en la extrema pobreza en comparación con los hombres. Gran parte de esta desigualdad se explica debido a la carga desproporcionada del trabajo doméstico no remunerado que enfrentan las mujeres, especialmente durante sus años reproductivos.
- Derecho a la educación
Asimismo, de cada tres infantes que nunca aprenderán a leer y escribir, dos serán niñas y uno niño.
De los 781 millones de adultos mayores de 15 años que se calcula que son analfabetos, 496 millones son mujeres,
- Derechos económicos
Aproximadamente 2400 millones de mujeres en el mundo no tienen los mismos derechos económicos que los hombres
Según el informe del Banco Mundial titulado La Mujer, la Empresa y el Derecho 2022, alrededor de 2400 millones de mujeres en edad de trabajar no tienen igualdad de oportunidades económicas, y 178 países continúan con barreras legales que les impiden participar plenamente en la economía. En 86 países, las mujeres enfrentan algún tipo de restricción laboral, y 95 países no garantizan la igualdad de remuneración por un trabajo de igual valor.
Pero, a pesar de la pandemia, 23 países mejoraron su legislación para promover la inclusión económica de las mujeres en el 2021.
Esto en comparación de 2019, donde el mismo organismo reportó que solo 6 países otorgaban a hombres y mujeres los mismos derechos económicos: Bélgica, Dinamarca, Francia, Letonia, Luxemburgo y Suecia.
En 2018, la brecha salarial de género global estimada era del 22 %, y las mujeres ganaban alrededor del 78 % de lo que ganan los hombres (fuente. OIT, 2018).
- Derechos legales
Solo 12 países, todos integrantes de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), tienen paridad jurídica entre los géneros.
A nivel mundial, las mujeres todavía acceden a solo tres cuartas partes de los derechos reconocidos a los hombres, lo que se traduce en una puntuación total de 76,5 sobre 100 puntos, que indicaría la existencia de una paridad jurídica completa. (2021)
- Derechos laborales
En 88 de 180 países, las mujeres no pueden trabajar en determinadas profesiones en las mismas condiciones que los hombres, y en 24 países necesitan el permiso de sus maridos o tutores legales para trabajar, según el Social Institutions and Gender Index de la OCDE (2019)
Las opiniones, creencias y puntos de vista expresados por el autor o la autora en los artículos de opinión, y los comentarios en los mismos, no reflejan necesariamente la postura o línea editorial de Enlace Judío.
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