Enlace Judío México e Israel – Aunque es católico practicante, el abogado Juan Velásquez es conocido como “el abogado del diablo”. Invicto en tribunales, este hombre ha defendido a grandes personajes como los expresidentes Salinas de Gortari, López Portillo y Echeverría.
“Mi abuelo fue un militar, general de división, subsecretario de Guerra y Marina con el presidente Porfirio Díaz. Mi papá fue también militar, egresado del heroico Colegio Militar. Un tío mío y un primo mío también fueron militares y yo pasé toda mi adolescencia interno en una universidad militar”, narra en entrevista Velásquez.
La disciplina marcó su vida desde temprana edad. Recibió una educación cercana a los libros y distante de los otros niños. Una educación que marcaría su futuro social. “Mi papá me tuvo a los 55 años de edad y entonces, más que un papá, pues fue como una especie de abuelo para mí. ”
Se refiere a su padre como “una gente muy formal, siempre de traje y corbata. Y entonces, mi adolescencia, mi niñez, primero fue muy ajena a los juegos de los niños. Yo crecí en un ambiente muy serio, siempre vestido de traje, yo vestido de traje con corbata y con un portafolios. En fin, esa fue mi niñez.
Por aquellos años, recuerda el abogado, la televisión era una rareza en los hogares mexicanos y el suyo no era una excepción. “Entonces, había una biblioteca enorme, de más de 10 mil libros y yo desde niño me la pasé leyendo y todavía hasta la fecha es mi gran afición leer libros.”
Juan Velásquez hubiera querido ser militar. “Sí, porque toda mi familia es una familia de militares y porque toda mi adolescencia la pasé interno en una universidad militar.” Pero fue abogado y, quizá, la disciplina militar con la que fue formado, incluyó de alguna manera en su vida profesional. “Tiene que ver con la disciplina que aprendí desde niño y que luego apliqué en mi vida profesional.”
Al salir del internado militar, “ingresé a la Universidad Nacional Autónoma de México, que también en aquella época era una de las universidades mejores del mundo y tenía un rigor en la educación. Eran años completos, empezaban en febrero, terminaban en diciembre, con exámenes orales, con maestros reconocidos internacionalmente y que los alumnos de ahora conocen por los libros de texto, que son los de aquellos que fueron mis maestros.”
Para graduarse, defendió la tesis “El genocidio: análisis crítico en el Derecho internacional”, en el cual habló de las atrocidades del Holocausto judío y de las leyes israelíes referntes al genocidio.
Uno de sus casos fue la defensa de Luis Echeverría. Juan Velásquez logró su absolución y, al hacerlo, engrosó su envidiable currículum de abogado invencible. También defendió a la Arquidiócesis de México y al cardenal Norberto Aguirre.
“Para mí fue una defensa muy fácil, porque consistió en demostrar que todos los casos que él había conocido de pederastas curas los había puesto en conocimiento de las autoridades ministeriales, los había denunciado, no los había encubierto. Me fue muy fácil defender ese caso, pero al final de cuentas fue un caso en el que defendí al cardenal de la Arquidiócesis Primada de México, que es la Arquidiócesis más grande del mundo, la de la Ciudad de México.”
Su expresividad es más propia de un jugador de póker y su voz conserva la parsimonia, la lentitud y la precisión de quien está acostumbrado a privilegiar la racionalidad. Su disciplina también incluye esa moderación, esa tranquilidad que parece caracterizarlo.
Afinidad con el pueblo judío
“Mi papá se hizo abogado y en su momento fue el abogado más importante que hubo aquí en la Ciudad de México, y en una época en que la comunidad judía no tenía esa instancia,que ahora tiene, que arregla los conflictos entre los judíos, en aquellas épocas, cuando no había esa instancia, mi papá fungió como mediador en muchos de esos pleitos entre judíos para solucionarlos. Y por ese motivo, desde niño, yo conocí a muchos judíos y me hice afín a ellos.”
Así narra el origen de una filia que continua hasta hoy y que lo lleva a ensalzar al pueblo judío. “Es un pueblo de sobrevivientes. Es tan especial, que es un pueblo que a través de los milenios ha sobrevivido y sigue existiendo (…). Es un pueblo admirable, admirable que, no obstante las persecuciones de todas sus épocas, de toda su vida, ha logrado sobrevivir gracias a muchas cosas, entre otras, sobre todo, a su religión, que hizo que ese pueblo absolutamente religioso pudiera enfrentar todas esas adversidades, todas esas persecuciones. Todos esos ánimos de exterminio. Y por esa religión que los mantuvo cohesionados y gracias a la cual me parece que han logrado sobrevivir y ser ahora (bueno, ser desde siempre, pero sobre todo ahora), un pueblo ejemplo para el mundo.”
Consciente de los discursos que todavía hoy persisten para infamar a toda una civilización, Velásquez argumenta con lucidez: “Hoy, es la idea errónea de que los judíos dominan el mundo, (que) los judíos son la mayoría. Los judíos son en el mundo una minoría, pero una minoría de personas tan notables, tan unidas, que por esa notabilidad, por esa unión, han logrado sobrevivir.”
Aunque no recuerda el año exacto en que conoció Israel, Juan Velásquez deja notar su admiración por ese país, al que defiende con la misma tenacidad con que ha defendido a otras causas que considera justas. “Me parece muy triste, muy triste, que en el mundo… no sé si en el mundo: en algunos lugares del mundo, haya nuevamente un sentimiento antisemita. Israel es un país tan chiquito, de sobrevivientes, que lucha por sobrevivir en medio de montones de países que pretenden exterminarlo. Y el hecho de que eso no se tome en cuenta, el hecho de que haya otros países que quisieran ver el exterminio de Israel, me parece absolutamente lamentable. Me parece muy triste.”
Habla de Jerusalén, de Tel Aviv, de “todos los lugares que conocí de allá, de Israel. Recorrer esas calles milenarias por donde Jesús había caminado, conocer la tumba de Jesús, conocer el Templo del Domo de los islámicos, este conocer el Muro de los Lamentos en Jerusalem, conocer el Monte de los Olivos, conocer Israel… Me parece que Israel es el lugar más maravilloso de todo lo que hay por allá, el más maravilloso, el lugar al que indudablemente yo volvería.”
Juan Velásquez y la justicia
“Justicia es un concepto muy subjetivo pero, al final de cuentas, hay una definición clásica desde el tiempo romano, de que la justicia es darle cara a cada quien lo que le corresponde“.
“Yo creo que el pueblo judío se ha caracterizado por ser un pueblo justo. Los judíos saben hacer justicia“, opina cuando se le pregunta sobre la relación entre el pueblo de la Torá y el concepto de justicia.
Desde su posición como defensor, Velásquez afirma convencido que ha “defendido casos justos. Nunca he defendido un caso que yo considere injusto. Nunca mi parámetro para defender un caso han sido los honorarios, el dinero sino, al final de cuentas, defender a alguien que reclama justicia. Y creo que a través de mi vida he logrado que mis defendidos tengan esa justicia que han reclamado.”
Uno de esos casos que considera justos corresponde a otro polémico expresidente de México: Carlos Salinas de Gortari. Así narra Velásquez su experiencia:
“Lo conocí porque primero yo fui abogado de la viuda de Luis Donaldo Colosio, Diana Laura Riojas, al que asesinaron y por el motivo de ser el abogado de la viuda, conocí y traté un poco a Carlos Salinas cuando era el presidente. Después de su presidencia, a Carlos Salinas, el entonces Partido de la Revolución Democrática lo acusó penalmente por una serie de hechos que no tenían que ver con delitos, sino con decisiones económicas: que si había privatizado, que etc. Carlos Salinas me pidió que lo defendiera y sin mucho chiste, sin mucho esfuerzo, lo defendí y gané los asuntos. Y a raíz de eso fue que lo conocí más y, por decirlo de alguna manera, que nos hicimos amigos.”
Respecto al “caso Colosio”, la opinión de Velásquez se ciñe a la que, hasta la fecha, se mantiene como versión oficial de los hechos. “Que hubo un asesino solitario al que detuvieron el día del crimen y que enjuiciaron, condenaron y sigue preso. Un señor llamado Mario Aburto”. Se refiere a él como “una persona protagonista, con problemas psiquiátricos, que se convirtió en un asesino solitario, con la hipótesis, según él, de que iba a transformar a México con ese homicidio.”
El gran crimen de querer sobrevivir
Para el polémico abogado, “hay que apoyar con todo y sin descanso a ese pueblo judío. Porque si el día de mañana se debilita la voluntad de mantenerlo presente en el mundo, pudiera, en una de esas, provocarse un nuevo holocausto, que Dios no lo quiera. Tenemos que estar muy presentes, tenemos que estar muy conscientes de que el pueblo judío es un pueblo de sobrevivientes que cada día, cada día se despierta y se acuesta queriendo sobrevivir.
“El gran crimen, el gran crimen del pueblo judío, el gran crimen de Israel es simple y sencillamente querer sobrevivir.”
Luego da una breve cátedra sobre un concepto jurídico que hoy en día es bien conocido: el genocidio.
“Después de la Segunda Guerra Mundial y del horror del Holocausto, la Organización de las Naciones Unidas convocó al mundo a una convención para que se discutiera, se aprobará una resolución que obligara a los países, en sus países, a legislar para prevenir y, en todo caso, para sancionar los delitos de genocidio.
México acudió a esa convención —a finales de los años 40, principios de los 50—. Pero después de eso, México se tardó todavía unos diez años en poner en su legislación penal federal el delito de genocidio. Y desde entonces, ese delito está en México para, en todo caso, prevenir, para que, precisamente porque está legislado como un delito, la gente no lo cometa o, si lo comete, para castigar con penas que van de los 20 a los 40 años de prisión para quien cometa el delito de genocidio.”
Como si quisiera responder una pregunta no formulada, Velásquez aclara:
“En México, obviamente, no ha existido ese delito, porque en México no se tiene una cultura genocida, nunca se ha pretendido exterminar a una minoría étnica y mucho menos, por supuesto, a la judía, a la que México desde siempre me parece que ha acogido con los brazos abiertos.”
Y no pierde la oportunidad de abonar al debate abierto sobre la Conquista, que ha formado parte del discurso público que mantiene en tensión las relaciones entre México y España:
“Ahora se critica mucho la intervención de los españoles en la conquista mexicana, en la conquista de la Nueva España, en la conquista de lo que luego se convirtió en la Nueva España. Sin embargo, tampoco hubo un genocidio de los indígenas porque no se les persiguió para exterminarlos, sino que se les integró en tanto un mestizaje, en tanto leyes de Indias.”
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