Enlace Judío – La realidad sobre el terreno en Ucrania ha sorprendido a la mayoría de los expertos militares, y podría provocar un cambio en las relaciones entre las potencias mundiales, afirma el experto militar israelí en una columna publicada en Haaretz y sugiere que Israel también puede aprender varias lecciones.
En esta cuarta semana de la guerra en Ucrania, que el Kremlin sigue insistiendo en que es operación militar limitada, la esperanza de un alto al fuego aumenta ligeramente. Al parecer, hasta el jueves por la mañana aún no ha habido un verdadero avance. Mientras tanto, los reportes de inteligencia del Ministerio de Defensa británico, una de las fuentes más confiables sobre el estado de la guerra, afirman que “la invasión rusa a Ucrania se ha estancado en gran medida en todos los frentes. Las fuerzas rusas han avanzado mínimamente por tierra, mar o aire en los últimos días y siguen sufriendo grandes bajas. La resistencia ucraniana sigue firme y bien coordinada. La gran mayoría del territorio ucraniano, incluidas las principales ciudades, sigue en manos de Ucrania”.
La invasión a Ucrania, y en particular sus consecuencias, la resistencia de la nación, la postura relativamente decidida que está mostrando Occidente frente a Rusia, se perfila como un punto de inflexión mundial crucial, el segundo en dos años (tras la pandemia de coronavirus). Los acontecimientos sobre el terreno han sorprendido a la mayoría de los expertos y, sin duda, se estudiarán en las escuelas militares. Pero también hay un potencial de cambios estratégicos en las relaciones entre las potencias. El presidente ruso, Vladimir Putin, jugó una gran apuesta que, de momento, no ha dado sus frutos. A pesar de la clara ventaja militar de sus fuerzas, podría encontrarse en un nuevo Afganistán, en suelo europeo.
Sumergirse en el fango ucraniano obstaculizará las relaciones de Rusia con Occidente durante los próximos años. Mientras, Estados Unidos, y desde el otro lado, China, están tratando la guerra en Ucrania como un frente de prueba en el que se reexamina el equilibrio de fuerzas, antes de un posible enfrentamiento frontal entre ambos países en la próxima década.
Esta no es la primera apuesta de Putin. En el pasado, el riesgo fue beneficioso. Occidente respondió con condenas y se limitó a encogerse de hombros ante la agresión militar rusa en Georgia (2008) y en Crimea y el este de Ucrania (2014), sin poder obligar a Putin a cambiar de rumbo. El presidente ruso redobló la apuesta en otoño de 2015 cuando decidió poner dos escuadrones de aviones de guerra a disposición del régimen de Assad, una intervención que acabó decidiendo el resultado de la guerra civil a favor del dictador sirio. Con estos movimientos, Putin volvió a situar a su país en la escena mundial como una potencia que debe tomarse en cuenta, a pesar de su evidente debilidad económica. Sin embargo, la incursión ucraniana podría resultar un puente demasiado lejano para Putin.
El miércoles, Neri Zilber, un periodista ubicado en Israel, publicó un sorprendente reporte en el periódico británico Financial Times. Según Zilber, el primer ministro Naftali Bennett es el principal mediador internacional en los contactos entre Rusia y Ucrania. En la agenda figura un plan de 15 puntos para poner fin a la guerra, que implica importantes concesiones por parte del presidente ucraniano, Volodimir Zelensky, pero que podría evitar que su país siga siendo destruido por la artillería y la aviación rusa. En el fondo, altos funcionarios en Washington siguen sospechando enormemente de las maniobras israelíes, que además de tratar de destacar al novato estadista Bennett en la arena internacional, es también, al parecer, un esfuerzo por aliviar la presión sobre Jerusalén para sumarse plenamente a las sanciones mundiales que encabeza Washington contra Moscú.
Victoria Nuland, subsecretaria de Asuntos Públicos del Departamento de Estado de Estados Unidos, fue más allá en una entrevista al Canal 12 israelí esta semana. “No querrán convertirse en el último refugio del dinero sucio que alimenta las guerras de Putin”, dijo, refiriéndose a Israel. En el fondo, más allá de las sanciones, está el enfoque indulgente que Israel ha mostrado hacia los oligarcas judíos de Rusia a través de los años. Mientras que Roman Abramovich, de quien se dice que es cercano a Putin, es obligado aparentemente a renunciar a sus posesiones en Gran Bretaña, incluyendo la propiedad del club de fútbol Chelsea, no hemos escuchado hablar de ninguna restricción que Israel sobre Abramovich, un ciudadano israelí que también logró obtener un pasaporte portugués por medios tortuosos.
De acuerdo a un destacado observador israelí, los rusos aún tienen tiempo. Es cierto que sus movimientos han encontrado una sorprendente resistencia ucraniana y amplias sanciones internacionales, pero eso no significa necesariamente que Putin haya abandonado sus planes militares. De hecho, es posible que al verse acorralado continúe pulverizando las ciudades del norte, el este y el sur de Ucrania, hasta que consiga un logro significativo, según su percepción.
Las sanciones eran esperadas (aunque sean más agudas de lo que parecía inicialmente), nadie está disparando cohetes a los ciudadanos rusos en sus casas y, desde la perspectiva de Putin, el reloj diplomático funcionará a la velocidad que él le indique. Rusia sigue buscando la manera de ocupar territorio y activos de suficiente importancia en Ucrania para enviar un mensaje sobre su determinación, cambiar el impulso a su favor y provocar gradualmente el desgaste del lado ucraniano y la pérdida de interés de Occidente.
En Oriente Medio todavía no hay señales de un cambio en la política rusa derivado de la guerra en Ucrania. Israel sigue atacando en Siria, según informan los medios de comunicación extranjeros. El aparato para evitar las fricciones entre Israel y las fuerzas rusas en Siria, por el que se avisa a los rusos con antelación para evitar bajas entre su personal, está funcionando bien.
Mientras tanto, Estados Unidos redujo el alcance de las maniobras anuales de defensa con Israel (“Juniper Cobra”) porque su Mando Europeo (EUCOM) debe enfocarse en los acontecimientos de Ucrania. Los elementos logísticos del simulacro, que incluyen la apertura de depósitos de emergencia estadounidenses, seguirán como estaba previsto, pero este año no habrá despliegue conjunto de sistemas de intercepción de misiles.
Israel ya tiene claro que la guerra en Ucrania le afectará de varias maneras. Aunque existe una gran disparidad entre la democracia israelí y la autocracia rusa (que poco a poco está volviendo a ser un régimen totalitario), también en Israel las decisiones fueron tomadas por un líder a lo largo de los años. Si volvemos al período de Benjamín Netanyahu, todas las decisiones importantes, la presión sobre Estados Unidos para que se retirara del acuerdo nuclear, el intento de anexión de los asentamientos mediante el “acuerdo del siglo”, los Acuerdos de Abraham con los Emiratos Árabes y Baréin, incluso el acuerdo sobre la compra de submarinos y otros buques, fueron tomadas por una sola persona, sin ningún mecanismo de supervisión real. Esta situación, en el que otras autoridades gubernamentales están debilitadas, aumenta el peligro de un error de cálculo que en algunos casos puede terminar con un desastre estratégico.
Al mismo tiempo, es imposible ignorar las similitudes entre los combates urbanos en Ucrania y los que podrían desarrollarse en la Franja de Gaza o en el sur del Líbano. En una época de guerras de información y de una creciente influencia de las redes sociales, Israel podría tener menos tiempo a su disposición que en el pasado para ejecutar planes militares antes de que la opinión mundial se vuelva en su contra. También cabe esperar que los responsables de la toma de decisiones y la jerarquía militar discutan ampliamente los efectos de construir las fuerzas terrestres de las FDI. ¿Está dejando el Estado márgenes de seguridad suficientemente amplios en caso de que Israel se vea envuelto en una guerra inesperada a gran escala en los próximos años?
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