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Introducción
Se puede decir que “Rusia” es una colección compleja de razas y pueblos distintos, cada uno de los cuales tiene su propia lengua, sus tradiciones y costumbres particulares, así como cada grupo de individuos tiene su único estilo de vida. Su población total la cual es de unos 200 millones de habitantes, comprende 180 nacionalidades distintas.
Los eslavos son, el grupo más numeroso. No obstante, también se encuentran los mogoles, los judíos, los polacos, los estonios, los armenios, por solo mencionar los principales.
Ningún otro país del orbe es tan extenso. En conjunto Rusia representa, aproximadamente, una sexta parte de la superficie terrestre del Planeta Tierra.
¿Cómo los judíos se adecuaron a un espacio geográfico tan variado con un tamaño desmesurado, un clima bastante complicado y una diversidad étnica tremenda, además de enfrentarse a las intensas políticas discriminatorias y persecuciones antisemitas?
A través de un breve análisis retrospectivo por el correr de los siglos, se responderá la pregunta planteada en el párrafo anterior.
Hace varios siglos el vasto territorio del Imperio ruso alojó a la mayor población judía en el mundo. Dentro de este amplio espacio geográfico, el Yishuv (comunidad judía), floreció y desarrolló relevantes tradiciones culturales, así como teológicas a través del tiempo.
Los primeros vestigios del judaísmo en Rusia, datan desde el cautiverio de Babilonia. Además, existen registros del siglo IV, que demuestran que había ciudades armenias con poblaciones judías junto con asentamientos en Crimea.
En los siglos XI y XII, los judíos ocuparon una zona determinada de Kiev conocida como el pueblo judío. En esa época, la comunidad de Kiev estaba orientada hacia Bizancio (los romaniotes), Babilonia y Palestina, aunque estuvo progresivamente más abierta a los askenazíes europeos a partir del siglo XII.
En los shtetls, pueblos donde los judíos conformaban una parte significativa de la población, las comunidades judías se gobernaban tradicionalmente a sí mismas según la Halajá y estaban limitadas por los privilegios que les otorgaban los gobernantes locales. Estos judíos no estaban asimilados en las sociedades de Europa del Este y se identificaban como un grupo étnico con un conjunto único de creencias y prácticas religiosas, así como un rol económico particular.
El judaísmo ruso está configurado por varios grupos de marcado carácter étnico. La comunidad más numerosa está constituida por los judíos asquenazíes, que representan más del 95 % de todos los judíos rusos. Oriundos de Alemania, de la zona llamada por ellos “Ashkenaz”, trajeron de allí su idioma, el yidish, que se divulgó en su época por todos los asentamientos judíos desde Estrasburgo, la capital de Alsacia, entonces una tierra poblada por alemanes, hasta Smolensk, ciudad rusa.
Entre los numerosos pueblos que formaban parte del Imperio ruso, los judíos fueron una nación discriminada. El judío solo podía acceder a los mismos derechos que el resto de la población a través de la conversión, momento en el que dejaba de ser considerado judío.
Desde el principio la autonomía de las comunidades judías en su Zona de Residencia fue respetada por el Estado, por lo que pudieron mantener su tradicional red educativa. La ley de 1791, confirmó el derecho de residencia en los territorios anexados de Polonia y les permitía establecerse en las deshabitadas estepas de la costa del mar Negro, conquistadas a Turquía a fines del siglo XVIII.
Más tarde, se autorizó a los judíos a residir en el Cáucaso y en el centro de la Rusia asiática, territorios donde ya habitaban antes de que fueran incluidos en Rusia.
Sin embargo, las murallas de este “guetto” no se levantaron solo desde fuera, desde el Gobierno, sino también desde dentro. Los judíos se resistían a su asimilación para mantener su cultura y sobre todo su religión. Un ejemplo típico de la resistencia judía frente a los intentos de cambiar su modo de vida fue la historia del reclutamiento para el servicio militar, muy duro y largo (veinticinco años) en Rusia.
La correspondiente ley fue aprobada durante el reinado Nicolás I, en 1827, y fue percibida por las comunidades judías como un trágico capítulo de su historia. ¿Por qué tan trágica? El servicio militar era extremadamente duro, pero era igual de duro para todos. Sin embargo, para los judíos estaban muy claro: se trataba de un intento de “convertirlos”, ya que seguir practicando el judaísmo en el Ejército era prácticamente imposible. No obstante, la ley tenía sus peculiaridades para las comunidades judías: pese a que se reclutaban dos veces más judíos en proporción a otras etnias del imperio, las comunidades judías tenían el derecho a “suministrar” al Ejército adolescentes a partir de doce años.
Inicialmente el propio Nicolás I, solicitaba informes mensuales sobre la cantidad de conversos. Probablemente este sistema de reclutamiento fue el único intento represivo en la política de los Románov de cristianizar en masa a los judíos.
Durante el reinado de Nicolás I, se emprendieron otros esfuerzos que coadyuvaron a una “modernización” de la vida de los judíos y a crear una capa social de “judíos ilustrados”. En los años cuarenta del siglo XIX, el Ministerio de Educación impulsó una serie de reformas llamadas a asimilar a los judíos en la vida rusa, entre las más dolorosas se encontraba el decreto cantonista.
La situación de los judíos cambió bruscamente al ascender al trono Alejandro II. Los jóvenes comenzaron a ingresar libremente en centros de enseñanza secundaria y universidades y, aunque de forma muy selectiva, el Estado abrió las puertas de la Zona de Residencia. Los grupos con derecho a abandonar la Zona eran: personas con enseñanza superior, médicos, tecnólogos, dentistas, enfermeros, artesanos y obreros cualificados, soldados retirados y los jóvenes que fueran a cursar cualquier tipo de estudios.
A raíz de las reformas de Alejandro II, en San Petersburgo, capital del imperio, nacieron organizaciones judías de servicios humanitarios. Quizá la más conocida de ellas fuera la fundación ORT, Organización para la Capacitación Artesanal y Agrícola, existente hasta hoy día, fundada en 1880, por Nikolái Baxt, profesor de Fisiología de la Universidad de San Petersburgo, Samuel Poliakov, contratista de ferrocarriles, y el banquero Goratsi de Guintsburg, quien también aportó, además de su influencia como consejero de Alejandro II, amplios recursos financieros y fue el principal sostén económico hasta la Revolución.
Los judíos en la socialdemocracia rusa
Además del al incipiente sionismo, gran parte de los jóvenes judíos se aficionaron a las ideas socialistas. Cientos de jóvenes marcharon a Palestina, donde establecieron los primeros asentamientos y en octubre de 1897, fue instituida la Unión General de Trabajadores Judíos de Lituania, Polonia y Rusia, más conocida con el térmico alemán “Bund”, federación o unión. Su objetivo era la unión de todos los trabajadores judíos del Imperio ruso en un solo partido socialista.
Otra gran parte de la juventud judía ingresó directamente en el Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia. En las filas de algunos de los principales partidos revolucionarios rusos —el Partido Social Revolucionario y el Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia— había numerosos judíos. Aunque gran parte de la fracción bolchevique de la socialdemocracia rusa era judía, su cantidad era aún mayor en la fracción menchevique del mismo partido. Bastaría con recordar los nombres de ambos fundadores y líderes de esta fracción: Yuli Mártov y Pável Axelrod. Aún más conocido se hizo Leiba Bronshtéin, el nombre verdadero de Lev Trotski, líder bolchevique y el fundador del Ejército Rojo.
Antisemitismo y pogromos en Rusia, el proceso de Beilis
La palabra rusa pogrom engrosa el vocabulario de varias lenguas…
Con el desarrollo de los movimientos revolucionarios en Rusia a finales del siglo XIX e inicios del XX resurgen las restricciones legales a los judíos. Tras el asesinato del zar Alejandro II, en 1881, una oleada de pogromos que duró hasta 1883, en los que la Policía local no hizo nada para impedir asesinatos y violaciones, azotó varias comunidades sureñas de Rusia.
El nuevo zar, Alejandro III, abolió la autonomía de los centros de educación superior y las elecciones de los rectores y decanos y estableció un control policial sobre los estudiantes.
En este ambiente, en 1887, entró en vigor la ley que establecía una cuota de judíos en las universidades. Asimismo fue dictada la expulsión de pequeños comerciantes y artesanos judíos de Moscú en 1891.
Los sucesos más graves sucedieron entre 1903 y 1906. Con frecuencia detrás de los pogromos estaban las tristemente famosas Centurias Negras. Hasta 1906 el antisemitismo, contando con el “silencioso” apoyo del Gobierno ruso, que solía castigar a muy pocos participantes de pogromos, tenía distintas formas: tanto la organización de pogromos como la falsificación y la publicación de libelos como Los protocolos de los sabios de Sion.
Escritores e intelectuales rusos como Maxim Gorki, Vladímir Korolenko, Alexandr Blok o el científico Vladímir Vernadski denunciaron la falsedad de las acusaciones. En el extranjero la condena del proceso fue protagonizada por el escritor francés Anatole France y por Bernard Shaw en el Reino Unido. Corresponsales extranjeros y rusos recogieron la evolución de los acontecimientos en numerosos artículos. En el proceso intervinieron varios conocidos abogados de Moscú.
Entre 1881 y 1914, más de dos millones de judíos emigraron de Rusia. La enorme mayoría se dirigió a Estados Unidos. Algunos grupos se marcharon a Palestina (Primera Aliá), Argentina y otros países. Durante la Primera Guerra Mundial la Zona de la Residencia dejó de existir de facto ya que un gran número de judíos huyó al interior de Rusia.
Situación de los judíos después de la Revolución Rusa
A raíz de la revolución rusa de marzo de 1917, la Zona de Residencia quedó definitivamente anulada por un decreto del Gobierno provisional ruso y muchos judíos se dirigieron a Moscú, a San Petersburgo y a otras ciudades grandes del país.
Pero la mayor parte se quedó en las ciudades de la Zona de Residencia en el sur del ya desintegrado Imperio ruso, donde posteriormente caerían en manos de la Alemania nazi durante la Segunda Guerra Mundial. En el caos “revolucionario” y durante la guerra civil que estalló en 1918, gran parte de la Zona y de sus habitantes pasó a ser parte de Polonia, que anexionó zonas occidentales de Ucrania y Bielorrusia en 1920.
Pese a la anulación de las “restricciones por motivos religiosos y étnicos”, los años de guerra civil fueron el periodo en el que se registraron mayor cantidad de pogromos y agresiones a judíos. En el caos de la contienda fueron registrados 1236 actos antisemitas, entre ellos 887 pogromos, es decir, acciones violentas de gran escala, en la gran mayoría en el este de Ucrania y Bielorrusia. Aunque todavía no existen estadísticas exactas sobre aquellos asesinatos y violaciones en masa, la mayor parte de los historiadores estima que el número de víctimas mortales entre los judíos en aquellos años ronda las 100 000 personas.
Aunque en los pogromos participaron efectivos de todas las partes, cerca de 40 % de estas acciones, y además las más crueles, son atribuidas al ejército de nacionalistas y separatistas ucranianos.
En 1920, millones de judíos se quedaron en los territorios que se separaron del imperio tras la revolución rusa: en Polonia (que anexó parte de Ucrania y Bielorrusia), Lituania, Letonia, Estonia, así como en Besarabia (ahora parte de Moldavia), ocupada por Rumania. Gran parte de los asentamientos judíos que más habían padecido los pogromos atravesaron una profunda crisis. Algunos fueron abandonados por completo. La juventud judía se marchaba a las grandes ciudades, dando preferencia a Moscú y San Petersburgo (entonces Petrogrado).
Anulada la discriminación, los judíos se adaptaron mejor que el resto de la población al desarrollo de las urbes que sobrevino a la industrialización de la URSS.
Fuentes de Referencia:
Earl, Alan. (1967). “The Story of Russia”. University of London Press Ltd. Londres, Inglaterra.
Earl, Alan. (1973). “Breve Historia de Rusia”. Editorial Plaza & Janés, S.A., Editores. Barcelona, España.
Plexandrov, Dimitri. (1989). “Historia de Todas las Rusias”. Editorial Plaza & Janés, S.A. Barcelona, España.
Richt, Antoine. (2009).”Rusia y sus Siervos”. Editorial Fondo de Cultura Económica”. Tercera edición. Berlín, Alemania.
La autora es Licenciada en Relaciones Internacionales, especialidades en Conflictos Regionales Mundiales, Protocolo y Ceremonial, Derecho Internacional Público, Terrorismo e Historia Contemporánea.
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