Enlace Judío México e Israel – Hace unos meses aconteció: En una clase transmitida por zoom, una maestra intentando ser agradable cuenta un chiste: –¿Cuál es la diferencia entre una pizza y un judío?, que la pizza no grita cuando la meten al horno–. Acto seguido: caras de incomodidad, una alumna judía ofendida sale de clase. El resto ya lo sabemos: El video se hace viral y todos nos ponemos muy moralinos. No tardan en escucharse en las cenas de shabat comentarios como: “maldita antisemita”, “qué bueno que la niña se salió de clase”, y mi favorito: “o sea, tal vez yo sí he contado un chiste así, pero ella es maestra”.
Con el afán de prestar más atención a la reflexión que a la injuria, más allá de si la maestra es tonta, o es una neonazi encubierta que pretende hacer un segundo Holocausto mediante chistes de pizzas; incluso más allá de si la alumna se portó como una heroína dispuesta a morir por quiddush Ha-shem o si debió haber dialogado, este escrito pretende aprovechar la situación para analizar el quehacer del humor negro. Básicamente el humor negro tiene que ver con burlarse de algo que cotidianamente suscitaría horror o piedad, lo cual generalmente produce incomodidad en el espectador debido a que lo confronta con algo que existe, pero de lo que difícilmente se puede hablar frontalmente.
Modesta proposición
Un claro ejemplo de humor negro es lo que hace el ensayista Jonathan Swift en el siglo XVlll con su polémica Modesta proposición, y con otros escritos que ahora no tocaré. En el ensayo de Swift, cuyo título completo es: Una modesta proposición: Para prevenir que los niños de los pobres de Irlanda sean una carga para sus padres o el país, y para hacerlos útiles al público, el autor propone comer a los hijos de los pobres, de manera que estos ya no tendrían que alimentar a sus hijos y ganarían algo de dinero, mientras que los ricos tendrían otro platillo del cual presumir.
Estilísticamente, el texto reproduce un ensayo científico típico del siglo XVlll con exquisito lenguaje, argumentos precisos y pruebas concisas. Uno lo lee y queda claro que esa propuesta es una buena solución para el problema de la pobreza, y es que la cosa es que Swift no se nos presenta como un ogro come niños o como un loco delirante, sino como un hombre ilustrado de clase media alta con educación y un discurso perfectamente razonado:
Por lo tanto, someto humildemente a consideración popular que, de los ciento veinte mil niños que ya he contabilizado, veinte mil puedan ser reservados para criar y, de estos, que solo sean varones una cuarta parte, lo cual es más de lo que apartamos cuando tratamos con ganado ovino, bovino o porcino; y el motivo, en mi opinión, es que estos chicos rara vez son fruto del matrimonio, una circunstancia no muy contemplada por nuestros salvajes, por lo cual un varón será suficiente para cuatro mujeres; y que los cien mil que quedan con un año de edad puedan venderse a personas de categoría y fortuna a lo largo y ancho del reino, avisando siempre a las madres de que les dejen mamar a demanda durante el último mes, para lograr así que estén rellenitos y regordetes de cara a una buena mesa.
De un niño saldrán dos platos para una comida con amigos, y cuando la familia cene sola, con un cuarto delantero y otro trasero se montará un plato bastante bueno; y si lo condimentamos con un poco de sal y pimienta, lo dejamos macerar durante cuatro días y lo cocemos después, resultará muy rico, especialmente en invierno (Swift, 15).
La propuesta está estudiada, da cifras exactas, brinda modos favorables para ejecutar el plan, manifiesta ciertos juicios morales de la época (muy aplicables a la nuestra) y toda la cosa; tal vez eso es lo más perturbador, que el villano, esta vez, se parece a uno; en otras palabras, lo más incómodo de Swift no es la propuesta de comer niños, sino el hecho de que, en el fondo, la consideramos. Lo verdaderamente inconcebible y doloroso es que el autor es un espejo en el que la sociedad se mira.
El quehacer del humor negro es observar de frente la herida, confrontarnos
Tal vez, en el caso de Swift la verdadera herida es topar con lo inhumano y monstruoso que resulta el aparente hombre ilustrado del siglo XVlll, aquel que disfraza de complejas palabrerías y perfectos argumentos el hecho de que la sociedad devora sin piedad a los pobres: “Reconozco que este alimento resultará bastante caro y por eso mismo muy apropiado para los terratenientes, quienes, como ya han chupado la sangre a la mayoría de los padres, parecen detentar un derecho preferente sobre los niños” (Swift, 16).
Swift parodia un ensayo científico de la época para hablar en el idioma del monstruo, para desmantelarlo, para mostrarle su semejanza y arrojarlo al vacío de su verdad, esta vez sin armas para encubrirse, sin pretextos para evitar reflexionar: “[…] pregunten primero a los padres de estos mortales si, a día de hoy, no considerarían digno de celebración que les hubieran vendido como comida al año de existencia del modo que yo he recomendado, ya que gracias a eso habrían evitado la continua sucesión de desgracias por las que han pasado[…]” (Swift, 28). Luego de proponer algo aparentemente cruel e inhumano, arroja esta pregunta que deja ver a la sociedad que devorar a los pobres es menos cruel que lo que realmente se les hace.
La pregunta que habríamos de hacernos no es sobre si Swift debió haber hecho esa broma de tan mal gusto o no, sino ¿en dónde está la verdadera crueldad: en quien señala la herida, o en quien la ejecuta; o más bien en quien la vuelve más profunda por intentar ocultarla? Ciertamente, señalar la herida es una forma de reabrirla, lo cual resulta doloroso; sin embargo, también es una forma de mirar un problema; por ende, la posibilidad de solucionarlo, como dice André Breton en su Antología del humor negro: “Mientras el humor exija…el problema continuará planteado” (Breton, 10).
“Cuál es la diferencia entre un judío y una pizza”
Claramente no pretendo comparar literariamente el complejo ensayo de Swift con el simplón chiste de la pizza y los judíos; sin embargo, hablo del ensayo para adentrarnos mínimamente en los efectos del humor negro y en la razón de la incomodidad; pues, me parece que varios de nosotros hemos estado intentando descifrar las intenciones de quien contó el chiste y no en el efecto del propio chiste en tanto acontecimiento.
El chiste contado, más no inventado, por la maestra en cuestión, está adscrito a una de las estructuras más básicas: Una comparación absurda de dos cuestiones que aparentemente no tienen nada que ver, planteada a la inversa: “Cuál es la diferencia entre un judío y una pizza”, como si en todo lo demás hubiera un extremo parecido entre estos dos elementos, excepto por lo que será el elemento sorpresa, la respuesta después de la cual se espera la reacción del público: “en que la pizza no grita cuando la meten al horno”. Sólo que aquí, el elemento sorpresa se vuelve oscuro porque nos enfrenta con una gran herida: La crueldad con la que se torturó y mató a los judíos en el Holocausto.
Ahora bien: ¿El chiste se burla de los judíos? Como lo dije anteriormente, la forma en la que opera el humor negro es hablar burdamente de algo que cotidianamente produciría horror o piedad; en este caso, hablar de una forma tan simple, ejecutando una comparación absurda, de un suceso terrorífico; sin embargo, el chiste busca un efecto perpendicular. El loco siempre aparenta ser el yo narrativo; es decir, el enunciador del chiste, aquel que pareciera no darse cuenta de su violencia mientras los demás leemos o escuchamos horrorizados; pero tras las risas y/o la incomodidad, descansa la insoportable verdad. En el caso de Swift, la crueldad de la sociedad que metafóricamente devora a los pobres.
Trata de una forma vil al sector más vulnerable de la sociedad
Swift aparenta ser un tipo inhumano que, con tal de solucionar algo, trata de una forma vil al sector más vulnerable de la sociedad: bebés de clase baja; sin embargo, lo realmente espeluznante es cuando las personas se dan cuenta de que los verdaderos monstruos son ellos; entonces entendemos su papel como humorista. Swift no se burla de los pobres en tanto su condición de pobreza, sino del trato que le da la sociedad a este sector vulnerable, y lo hace parodiando; es decir, haciendo una caricatura del tipo más vil que podría existir en dicha sociedad, siendo por unos instantes esa caricatura.
Habiendo entendido el quehacer del humor negro, decir que el chiste de la pizza es antisemita o que se burla de los judíos sería como decir que Swift se burla de los pobres; pero, sobre todo, sería no entender el efecto del chiste. La verdadera pregunta no debería de ser por la intención de la maestra, sino por el efecto del chiste; por ejemplo ¿éste genera odio hacia los judíos?, ¿invisibiliza o normaliza la situación de los judíos en el Holocausto? Me parece que ambas respuestas son: todo lo contrario; mientras que el antisemitismo genera odio a los judíos y normaliza situaciones discriminatorias hacia ellos, el chiste señala; por tanto, visibiliza una situación, y la risa es la respuesta de entendimiento; nos reímos porque entendemos la situación histórica a la que se alude.
Finalmente, creo que deberíamos de dejar de pensar como amenazante todo acto de humor, y entender éste como una forma de visibilizar; los chistes no son racistas, pero sí señalan una situación de racismo. Por otro lado, creo que es válido ofenderse, siempre y cuando, dicha ofensa no sea una evasión para evitar la reflexión, no sólo del chiste, sino de los verdaderos actos de discriminación que TODOS cometemos.
Bibliografía:
Bretón, André. Antología del humor negro. Barcelona: Anagrama, 1991.
Swift, Jonathan. “Una modesta proposición”. Una modesta proposición y otros escritos patrióticos irlandeses. Argentina: El cuenco de plata, 2010.
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