Enlace Judío- La ucraniana, Viktoria Kovalenko, fue testigo de la muerte de su esposo y su hija mayor cuando su automóvil fue alcanzado por un proyectil en el norte de Ucrania. Días después presenció su entierro por video, reportó The Times of Israel.
Cuando sus seres queridos tuvieron un funeral adecuado, ella estaba a 500 kilómetros de distancia. Por ello, solo pudo ver el entierro en un video de celular que le enviaron sus familiares.
Incluso en la relativa paz de Lviv, una ciudad poco tocada por la violencia en la guerra con Rusia, era una prueba que no podía soportar.
“Las lágrimas no me dejan ver hasta el final”, dijo mientras reproducía el video en un área boscosa donde empujaba a su hija Varvara, de un año, en una carriola.
A principios de marzo, Kovalenko y su familia estaban en su automóvil huyendo del área de la ciudad de Chernígov, una de las más intensamente sitiadas de la guerra.
En un puesto de control ruso cerca del pueblo de Yahidne, explotó un proyectil. Las ventanas del automóvil se rompieron, dijo, y ella y su hija Veronika, de 12 años, resultaron heridas por los vidrios rotos.
Lo siguiente que recuerda es la voz de su marido gritándoles que salieran del coche.
Entonces vio a Veronika. “Ella ya estaba tirada cerca del auto, no tenía cabeza. Vi todo claro, cómo salía la sangre del cuello”, dijo.
Fue en esos impactantes momentos que el esposo de Viktoria también perdió la vida. Viktoria y su hija menor, Varvara, escaparon, solo para ser capturadas por las tropas rusas y llevadas al sótano de una escuela en Yahidne.
Entierros y la odisea de la ucraniana
Los lugareños dijeron que más de 300 aldeanos fueron obligados a bajar al sótano. Luego, durante semanas de estrés y privaciones, algunos comenzaron a morir. Kovalenko y Varvara pasaron semanas en el sótano de la escuela, haciendo todo lo posible por mantenerse con vida.
Los residentes de Yahidne dijeron a The Associated Press que los obligaron a permanecer en el sótano día y noche. Excepto en los raros momentos en que se les permitía salir para cocinar en fogatas o usar el baño.
Como las personas morían una por una en el sótano, a los vecinos se les permitía de vez en cuando colocar los cuerpos en una fosa común en un cementerio cercano.
Al principio, los entierros del esposo e hija de la ucraniana fueron en el bosque. Pero luego volvieron a hacer en el cementerio de Yahidne, llevados allí en ataúdes por un camino accidentado mientras amigos y familiares lloraban. Algunos colocaban flores en la tumba y recogían puñados de tierra.
Los nuevos entierros de los ucranianos tuvieron lugar después de que las tropas rusas abandonaran Yahidne a principios de abril, para concentrarse al este del país.
Los recuerdos abrasadores de Kovalenko están enredados en los restos retorcidos de su automóvil.
Reproducción autorizada con la mención siguiente: ©️EnlaceJudío
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