Enlace Judío México e Israel – ¿Qué hubiera pasado si las noticias hubieran llegado a tiempo? Si pudiéramos disfrazarnos de alemanes, conducir una locomotora y llevar a toda nuestra aldea a un lugar seguro; un tren milagroso que sin ser visto llegará a Rusia, Palestina, América o China, a donde cada uno de nosotros quisiera ir. Si ya no podemos vivir en nuestra casa, que por lo menos nos lleve al lugar donde siempre quisimos estar, al sin fin de tierras prometidas que cada uno imaginó.
En los preparativos, la organización y la vida en el tren mismo vemos la riqueza cultural de los shtetls que se perdió con el aniquilamiento. Tenemos el disfrute y la belleza del idish con su ironía, la alegría del Shabat y la paz de la religión, la música klezmer y la vida familiar. Vemos al rabino discutiendo el destino de pueblo con el consejo de hombres importantes, a las mujeres cocinando galletas de Purim para sus nietos, defiendo que éstas también esenciales en una crisis; a un padre de familia negándose a casar su hija abogando por que conocerá a un mejor partido, a la joven enamorada y al idealista que se ha vuelto comunista y sueña con un Mesías más tangible; uno que haga a todos los hombres iguales sin divisiones.
En pequeños detalles y tramas secundarias nos muestra la realidad de los judíos que vivieron esa época, los sueños que tenían, las formas de expresarse. De golpe nos pone en contexto con aquello que se acabó al mismo tiempo que nos habla del hombre. Nos dice que rezamos a D-os para ver al hombre y es el hombre a quien buscamos. Nos habla del amor, de la locura, de la esperanza y el dolor de perder a lo que es nuestro, pero esencialmente nos muestra la imagen de los hombres que no fueron; que pudieron haber sido.
Y aunque sepamos que ese tren mágico no existió podemos ver la belleza de su sueño. A través de él podemos ver a los judíos que sí existieron, que soñaron con ese tren incluso frente a la muerte y a los judíos que existen hoy. En una de las últimas escenas vemos al rabino, a su mujer, al joven comunista y al judío disfrazado tomarse de las manos viendo de frente al horizonte mientras el tren avanza.
Cada uno de ellos representa la historia tan distinta que vivieron los hombres de ese momento; pero también representan las puertas que se nos abren hoy en día. El rabino representa la religión, la tradición que tenemos siempre presente, la mujer vestida como se vestían en el shtetl; nuestro origen histórico y cultural al cual siempre tenemos acceso, el comunista el idealismo típico de ese momento y los libros tan bastos que nos dejaron y el judío disfrazado con una kipá en la cabeza, al hombre de las dos culturas, el que no termina ni de asimilarse ni se aleja por completo de su pueblo.
En una semana se conmemora Yom Hashoa, el día que dedicamos a recordar y aprender sobre el Holocausto. Nuestros abuelos o bisabuelos fueron la imagen viva de esos cuatro hombres que existieron antes del aniquilamiento, el mundo del shtetl ya no existe y todavía hoy seguimos aprendiendo a lidiar con el dolor de haberlo perdido. Sin embargo, hoy seguimos teniendo los mismos caminos que ellos abrieron, las cuatro vías que la película muestra aún siguen abiertas frente a nosotros y está en nosotros aprender a vivirlas, acomodarlas, abrir y cerrarlas una y otra vez hasta que sepamos qué hacer con ellas.
Ver El tren de la vida en español y francés
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