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lunes 23 de diciembre de 2024

Charo Peres, una vida poniéndose “en la piel de las novias”

Enlace Judío México e Israel – La alta costura es un mundo selecto y fascinante. La alta costura de vestidos de novia es uno que, además, lleva la responsabilidad de convertir en tela y movimiento un sueño que comparten muchas mujeres pero que es único para cada una.

Un día, Charo Peres era una joven estudiante de Moda en España que tenía entre sus asignaturas la confección de trajes medievales. Al día siguiente, décadas más tarde, estaba cumpliendo el sueño de una pareja de novios que se ilusionaban con la idea de tener una medieval.

A esa fiesta llegó el novio con un halcón en el hombro, y algunos invitados llevaban incluso arcos y flechas. Pero la novia fue la reina: “con un vestido medieval, de mangas amponas sobre manga y brocado.”, recuerda con emoción Peres, desde su atelier en la Ciudad de México, Seneca 108, en Polanco.

Pero las bodas temáticas no son su tema cotidiano. Ella sabe que para muchas mujeres, el día de su boda es mágico y especial, incluso si el evento sigue las líneas convencionales de la sociedad, y está acostumbrada a hacer que las novias se sientan únicas en cualquier tipo de boda que hayan decidido celebrar.

Porque si Charo Peres se ha convertido en una de las diseñadoras de alta costura más apreciadas entre las contrayentes mexicanas y españolas es por su vocación de “ponerse en la piel de la novia”.

“Vamos a hablar, simplemente”, eso le responde Peres a las novias que solicitan sus servicios. “Tú y yo vamos a hablar. Yo me tengo que enterar —y no es de chisme— de dónde va a ser tu boda, qué época (del año), cuántos invitados, si es al aire libre…”, dice. Agrega que “Todo eso es importantísimo para la hora de decir qué es lo que le conviene” a la novia.

Para una diseñadora que cuenta con las tablas de Peres, los límites los marca solo el gusto y la imaginación. Todo es posible. Conoce cada tela, cada tipo de punto, cada accesorio e incluso sabe qué peinado va bien con qué clase de vestido. Lo primero es escuchar a la novia y saber el camino a seguir, en términos generales.

“Una vez que ya hemos llegado a aclararnos de cuál es la línea que la conviene y que la va a quedar bien, la segunda parte, miramos telas adecuadas a ese tipo de vestido. Si es un vestido con movimiento no puedo poner un mikado o un raso. Tiene que ser tipo muselina o tipo gasa o chifón, algo que tenga movimiento.”

Quizá sea en la tela donde habita el alma de una prenda. Su caída y movimiento, su peso, sus propiedades al hacer contacto con la piel que le dará vida en el gran día.

“Miramos las telas. Si el cuerpo (del vestido) lleva bordado, también le aconsejo qué tipo de bordado le conviene y, a raíz de ahí, ya tenemos el look del vestido, ya tenemos las telas y procedemos a tomar medidas.”

A diferencia del Prêt-à-porter (listo para usarse), el mundo de la alta costura se caracteriza por la confección de prendas únicas, irrepetibles, creadas desde cero para una persona en específico, para un tipo de cuerpo, para un tipo de personalidad, incluso. Peres y su equipo comienzan el proceso de confección cuando la cinta métrica ha relevado ya los primeros secretos de la novia. Un material para comenzar a trabajar a partir de la imaginación y el entendimiento de las necesidades de la novia.

“La primera prueba siempre se trabaja así, sobre medida, no hay de otra. Hacemos el vestido en una tela que no es la definitiva de la novia, precisamente, para hacer el molde al cuerpo de la novia y asegurarnos de profundidades de escote, ancho de tirantes, etcétera.”

Luego viene una segunda prueba. La boda se acerca, la novia está cada vez más nerviosa y la buena mano de Peres debe darle la confianza y la seguridad que necesita para saber que al menos esa parte del gran evento será todo un éxito. En esa segunda prueba, Peres ya utiliza la tela que la novia ha elegido bajo su consejería, y “todavía nos podemos permitir hacer algunos cambios.”

“La tercera prueba ya es absolutamente acabado” el vestido. El primer contacto real de la novia con la magia que portará. Ese vestido irrepetible que nunca se exhibirá en aparadores y que nadie más en el mundo podrá llevar puesto.

La magia y el atelier

Pero Charo Peres no cuenta con una varita mágica. Si ha de producir un atuendo perfecto, será mediante la aplicación de las técnicas aprendidas a lo largo de varias décadas de una carrera dedicada, que le ha dado una reputación de garantía.

Ya tomadas las medidas de la novia, Peres y su equipo deben hacer un molde sobre papel. “Una vez que ya hemos hecho el molde en papel, lo pasamos a la tela, que es la tela que se prueban en la primera prueba, que es la manta.”

Es cuando se ha aplicado el molde a esa manta, que “ya vemos si hay que bordar el cuerpo, hasta dónde hay que bordarlo, si tiene desvanecidas flores, hasta dónde lo vamos a desvanecer. Y en el taller, bueno, pues ahí nos dedicamos al corte de ese molde que hemos hecho, al bordado, que va separado, y a la confección de la prenda.”

Según la diseñadora, un gran vestido es el resultado de varios componentes que deben danzar en armonía:“La tela, el corte y la confección. Un vestido sencillo, de buena tela, bien cortado y bien confeccionado no necesita más adorno.”

Nadie se imaginaría que es justo en la sencillez donde radica la perfección del trabajo. Despojado de adornos, un vestido debe brillar por una hechura inmaculada que pone a prueba a la diseñadora y a su equipo.

La prueba de fuego es cuando usas una buena tela, les diseñas un vestido súper sencillo y no puede haber un defecto, porque no hay flores ni moños ni nada para tapar ese defecto. Ahí es donde estás demostrando si eres bueno o no eres bueno. En un vestido sencillo. Que las costuras queden bien asentadas; que los escotes no se desboquen…. La técnica es importante, lógicamente, y las telas, vitales, importantísimas.”

Pero sin importar la sencillez, los accesorios siguen siendo importantes. “A mí me gusta echarle un poquito de fantasía a los accesorios. Uno puede ir bien vestido pero si no va bien peinado y bien calzado, pierde.”

Peres lleva una frase de Coco Chanel como un mantra impreso: “menos es más”. Quizá sea esa su guía cuando decide agregar u omitir un detalle complementario a un vestido que ya brilla por sí mismo. “Hace más de 100 años que esa señora dijo esa maravillosa frase y sigue siendo actual.”

Peres agrega que “el peinado de la novia depende mucho de cómo sea el escote. Si lleva la parte de atrás cerrada, con botones, nunca debería de llevar el cabello suelto. (Aunque) puede llevar un chongo desecho, como despeinado.”

En cambio, “el velo es sí o sí. El velo hay que llevarlo siempre. Es que una novia sin velo, para mí que falta algo, no es completa.”

Las novias evolucionan. Los vestidos también

Siempre sonriente, evocativa, emocional, cálida, Charo Peres reflexiona sobre las tendencias actuales que guían a la alta costura y, en particular, a la confección de vestidos para novia, su especialidad junto con los de XV años.

“Las tendencias varían por un sinfín de situaciones, por ejemplo, cómo es el evento, la cantidad de invitados… Hay una base de tendencias pero luego se modifican dependiendo del perfil de la novia y del sitio donde se vaya a crear su boda.”

Una de las tantas formas en que la pandemia cambió al mundo es en cómo se celebran los eventos sociales a partir de la llegada del temido coronavirus: “actualmente hay muchas bodas en jardín y en playa. Tienen que estar al aire libre porque, lógicamente, el tema del covid ha limitado y limita la aglomeración de invitados.”

Bodas más discretas, para menos invitados y en espacios abiertos, han influido también en las tendencias de modas. Ahora, y aunque Peres advierte que cada novia es un mundo, la tendencia se dirige hacia los vestidos más sencillos, “menos colas y más vaporosos…”

Son populares las telas “con mucha caída, encajes con efecto de tatuaje, mangas, están pidiendo mangas. El strapless ya quedó, lógicamente, en la historia, y la línea sirena también ya no es tendencia. Quieren algo sin mucho volumen, sin mucha cola, para estar cómodas.”

Pero “también depende del perfil de novia y de la religión de la novia y de las necesidades de ese evento que tenga la novia”, aclara Peres, que tiene entre su clientela a muchas mujeres religiosas, por ejemplo, de la comunidad judía.

“Una novia religiosa, no solamente judía sino de cualquier otra religión, que tengo que son tradicionales y conservadoras, pues necesitan una serie de líneas recatadas y de respeto a la hora de elegir su vestido. En este caso la boda judía, la mujer religiosa sabe que su vestido tiene que ir cerrado hasta cierta altura del cuello, las mangas, sin ir demasiado entalladas, sin ir marcando demasiado.”

El mercado del Prêt-à-porter no ofrece muchas opciones para ese tipo de mujeres, “porque es una línea que digamos que no es súper comercial, es para una minoría. Por lo tanto, les cuesta conseguir el vestido de sus sueños hecho. Y ese es mi campo importante, que yo les atiendo, conozco cuáles son sus necesidades y, al final, creamos algo espectacular y en muchos casos distinto, aunque vayan con esas líneas marcadas de escote cerrado y mangas, y personalizado para ellas.”

Si bien aclara que la moda de vestidos de novia no se transforma en cada temporada, “cada dos o tres años puede haber una revolución dentro de las líneas” de este tipo de prendas. “Demasiados años hemos tenido con los strapless, demasiados. Entonces, era momento de que cambiaran las tendencias. Y ahora son más de tipo escote V, mangas pegadizas tres cuartos o largos, transparentes… No podemos vestir igual siempre.”

Pero también las novias han cambiado, dice Peres. “Hace 25, 30 años que estoy en el mercado, no solo de España sino de México, la media de una mujer que se casaba era de 25 años. Pues ahora no. Ahora, de 26, 30, son mujeres profesionistas, son mujeres independientes que saben lo que quieren.”

Un acto de confianza

Si la unión amorosa de dos personas implica una confianza mutua, para una novia, dejar en manos de una diseñadora la apariencia que mostrará al mundo en su boda es un acto de confianza no menos importante.

“Mantenerte en un mundo así, de moda, después de 30 años, pues te lo tienes que ganar todos los días”, dice Peres. “Y llega un momento en el que solamente puedes elegir cosas buenas, porque si no, tiras a la basura toda tu trayectoria. No puedes trabajar cualquier cosa ni de cualquier manera.”

Por eso, la confianza que recibe de sus clientes la devuelve en forma de vestidos hermosos, perfectos, únicos. En piezas que hablan de la personalidad, el gusto y el carácter de la novia. Por eso, dice que hay cuatro consideraciones que le pide hacer a las mujeres que acuden a ella.

“La primera (es) que haya boda. Que la hay, porque te vas a casar; la segunda, que el presupuesto que te he pasado sea el que te apetece pagar, que muchas veces no es el que puedes: es el que quieres. Igual, tú tienes otros gastos que te apetecen más invertir en ellos; tercero, que el vestido sea el que quieres, con el que te vas a sentir realizada, con el que te vas a sentir espléndida; y cuarto, que es lo más importante, que confíes en mí.”

Peres no es arrogante pero tampoco peca de una humildad que no le corresponde:

“Si quieres algo especial, algo único, no te queda de otra, porque dentro de la Ciudad de México, profesionales que demos un servicio con garantías…” No debe completar la frase. Su mirada lo dice todo. Ella sabe que su formación y su trayectoria avalan su prestigio.

“Hay muchos profesionales pero no han tenido la trayectoria, y se dedican a ello, con todos mis respetos, pero digamos que yo también soy sinónimo de garantía.”

Quien eche un vistazo a sus redes sociales puede comprobar que, al final, su trabajo está garantizado por las sonrisas incomparables de las mujeres que accedieron a depositar en ella la confianza que les pidió en ese momento tan importante.

Todas mis novias se van felices, se van contentas porque me lo tomo muy en serio, porque me apasiona mi trabajo y porque me pongo en la piel de ellas y es muy fácil conseguir buenos resultados poniéndote en la piel de las novias.

Historia

Desde aquella época en que Charo Peres se preparaba con ilusión para incursionar en el complejo mundo de la moda, no solo han cambiado las tendencias y las novias: también lo hizo la industria.

“Hace 40 años no había unas tiendas de boutique como hay ahora, de competencia. Todas llevan una línea de mercado porque tienen que vender cantidades. De un vestido determinado se venden 25, de exclusividad, nada, y es Prêt-à-porter.”

Pero lo que para algunos podría ser una desventaja, para ella, dueña de un pulso y una imaginación incomparables, no se trata sino de oportunidades que ve convertidas en un éxito constante, que se refleja en su sonrisa permanente y sincera.

“Por otra parte está la alta costura (donde) somos poquísimos. Hace 25 años no había boutiques, la gente se lo hacía con su modisto, su modista o diseñadores. Luego ha ido cambiando ese sistema. Hay pocos profesionales de la alta costura porque se ha ido perdiendo, también porque a nivel económico la gente ha pensado que se ha vuelto inaccesible y no es cierto.”

Quienes piensan que mandarse a hacer un vestido exclusivo y sobre medida es totalmente privativo, “conmigo están equivocadas, no es el caso”, afirma.

Luego hace un recuento de su formación: cuatro años en la carrera de Moda y dos años como aprendiz de un diseñador de prestigio para adquirir y perfeccionar conocimientos que van de la química y la composición de las telas a la técnica para cortar, coser, bordar y finalizar cada prenda.

Durante su formación, “aprendí a hacer sombreros de vedette, aprendí a hacer ropa medieval, aprendí a hacer vestidos de novia, vestidos de fiesta, no de XV años, para eso me tuve que formar en México porque en España no se hacen los XV años.”

“Después de esos dos años de becaria puse mi primer atelier y hasta hoy he seguido. Pero no es tan fácil, porque tienes tus temores. Bueno, también es verdad que te agarran jovencita y no hay problema, no tienes nada que perder”, ríe.

Sobre las diferencias entre las novias españolas y las mexicanas, Charo Peres dice que, finalmente, una boda es “un evento emocional. Por lo tanto, las emociones no tienen nacionalidad, y tanto una novia como la otra se mueven con la ilusión, con la emoción, con la incertidumbre, con los nervios.”

Admite que, sin embargo, “sí que es verdad que la novia española es híper sencilla, es muy práctica y le gustan las buenas telas, la buena confección. Puede preocuparla menos un escote pero sí se va a fijar perfectamente en un detalle de acabado, como unos bonitos botones o que le ajuste bien el cuerpo pero sin que la marque demasiado.”

En cambio, “la novia mexicana es igual, lo que pasa es que sí hay una cultura más de que le gusta el vestido un poquito más accesoriado, con un brillito… Tampoco estamos hablando de piedrototas ni nada de eso, sino que posiblemente algún cristalito chiquito sí te lo solicite. Más si es una boda de noche, yo también incluso se lo aconsejo, porque con las luces artificiales, el pequeño detalle del bordado hace lucir mucho más bonito.”

Al final, insiste, “no hay gran diferencia, las mujeres somos iguales en todos los países del mundo, y las mexicanas y las españolas, es que tenemos mucho en común. Yo creo que España y México o España con México es el país de Latinoamérica que más en común hay, en mentalidad y en forma de vivir. Por eso soy tan feliz aquí.”

“Ya loco no hay nada”

¿Cuántos vestidos únicos pueden llegar a hacerse tras décadas de carrera? Quizá no los recuerda todos. ¡Quién podría! Pero Charo Peres sabe que ha puesto en cada uno de ellos un trozo de su alma. Sin embargo, hay algunos que recuerda más nítidamente:

“Hice una serie de vestidos para las hermanas del actual rey de Marruecos. Obviamente, no eran vestidos de novia, eran zares bordados con piedras semipreciosas. Para mí eso fue una responsabilidad fortísima pero bueno, encantaron.”

Cuando se le pide que mencione lo más loco que ha hecho, enumera una fracción de sus creaciones como ejemplo de que ya lo ha hecho todo:

“He hecho trajes de pantalón, he hecho pantalón con colas o caudas; he hecho vestidos rojos, he hecho vestidos negros, de terciopelo… Es que no hay nada loco. Es que todo en la mente y en el gusto de la gente es admisible.” Bajo esa premisa, dice, “ya loco no hay nada”.

Y defiende la originalidad de los novios, su deseo de crear bodas únicas, como sus vestidos:

“Por qué vamos a hacer una boda plana, como todo el mundo. Para eso está tu criterio, para eso está tu personalidad, y para eso está ese momento que no vas a volver a… Bueno, en teoría, luego la vida te marca otras cosas, pero que no vas a volver a vivir: disfrútalo y sé divertido porque el momento es importante pero divirtiéndote y disfrutando de algo distinto”, aconseja.

Pero no solo las novias deben lucir perfectas ese día. “La mamá de la novia y la mamá del novio son muy importantes también. Que vayan espectaculares. Es la boda de sus hijas. Porque, sinceramente, el novio va guapísimo pero no tiene ese cambio tan radical como la novia. La novia, ¿cuándo se va a volver a poner un vestido de novia? Pero el novio sí se puede poner un traje.”

El reto para las mamás es todavía mayor que para las novias: “desgraciadamente, tienen un problema, que es que la mujer que puede ser mamá del novio —incluso he tenido mamás de novios de 40 años o de 42 o de 44— no quieren ir de señora. Se sienten jóvenes y yo las entiendo perfectamente.”

Pero en el mercado comercial “no hay producto para esa mujer que se cuida, que tiene buen cuerpo, que se alimenta bien, que va a gym, que no se siente abuelita… y no hay producto. Por lo tanto, es también un sector importante que tengo de mis clientas.”

Ellas, dice, buscan un vestido que “alcen los atributos que quieres mostrar y que nos disimule a todas lo que no queremos mostrar, lógicamente.”

Luego vienen las chicas quinceañeras. Esa tradición para la que tuvo que entrenarse en México y que forma parte de su clientela. Para ellas, Peres realiza creaciones que eluden los estrambóticos lugares comunes pues, afirma, también las quinceañeras han evolucionado.

“La niña también va evolucionando. Vamos evolucionando todas. Y no quiere ir de pastelito, con moños, con crinolinas que se mueven así… Quieren ir, lógicamente, con un vestido ampón, con volumen pero diferente. Algo más light, más divertido, más joven y más cómodo, porque ese día bailan y disfrutan, y posiblemente ese día sea la primera vez que se ponen un vestido largo y no quieren estar atoradas con crinolinas y con volúmenes incómodos.”

Sencillos u opulentos, “locos” o simples, los vestidos que surgen del talento y el trabajo de Peres y su equipo tienen un valor común e incomparable:

“Yo hago exclusividad. Exclusividad para esa persona, con unas telas determinadas que yo no vuelvo a trabajar. Nosotras, mi clienta y yo, elegimos unas telas adecuadas para esa linea y bye. Vendrá otra clienta, le aconsejaré otra cosa, dependiendo de su perfil; le aconsejaré otras telas porque ese es el servicio que tengo que dar, la exclusividad.”

Una exclusividad que, si bien tiene su precio, está lejos de ser tan impagable como cabría suponer.

“Hay veces que se espanta la gente y piensa ‘esta señora debe de cobrar un dinero…’ No, en absoluto, soy bastante asequible a cualquiera de los presupuestos. Que no tengan miedo. Si vienen a verme y me piden consulta sin ningún compromiso, se van a dar cuenta que soy súper competitiva, teniendo en cuenta que es algo único en el mundo. Para ella. No hay más.”

Reproducción autorizada con la mención siguiente: ©EnlaceJudío

 

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