Enlace Judío- Estamos marchando. La marcha es una actividad humana. Algunos marchan para celebrar victorias. Hay marchas militares donde se exhibe el poderío de un ejército. La Marcha de la Vida es diferente. Es una Marcha de dolor, una Marcha como ninguna del Pueblo Judío. Una Marcha de estupefacción: aquí aniquilaron millón y medio de personas.
Auschwitz. Hace apenas 80 años, aquí bajaste del tren.
Un detalle lo revela todo. Escucha. Concéntrate. Mira: los oficiales nazis usaban guantes durante la selección.
Aquí bajaste del tren. Observa el vagón: hay apenas 5 rendijas para respirar. Donde cabían 4 vacas había 110 personas apretujadas, paradas, sin comida, sin agua durante a veces, 10 o 12 días. Junto de ti, varios murieron de pie y otros se abrazaron. Aún así, al salir del ghetto, tenías expectativas: quizás llegarías a un lugar mejor, donde iniciar una nueva vida.
Estás abrumada, asustada, con tu hija de la mano. Gritos en alemán, que no entiendes, aullidos de personas, ladridos de perros. Pero aún tienes esperanza, la esperanza que será el himno de un Estado que no querrá ser lo que fuiste.
Intentas hablar, pero te callan con un golpe del rifle. Lloras. A nadie le importa.
Y viene la orden. Te tocó la fila izquierda.
Hace apenas meses, tenías una casa y unos cubiertos de plata. Vestías a la última moda. Tocabas el piano.
Hoy, eres escoria. En media hora, serás ceniza.
¡Schnell! La famosa eficiencia alemana.
En media hora, habrás sido despojada de tus pertenencias, de tu cabello, de tu dignidad. Entrarás de tu propio pie a las regaderas, desnuda, con tu hija de la mano. Esperarás el agua helada, pero de los orificios saldrá una bruma azul. De pronto, no tendrás aire. Tu grito se ahogará entre otros gritos: solo escucharás el de tu hija.
Otros judíos entrarán por ti y sacarán tu cuerpo, algunos con lágrimas y otros resignados. Un último detalle: buscarán en tu cuerpo los dientes de oro, que depositarán en un recipiente.
Eres afortunada. Los que ven, sin entender, el humo negro de tus huesos, sufrirán más.
Por ti marcho. Un poco encorvada, un poco abrumada, con una enorme vergüenza sobre los hombros, por una humanidad que pudo concebir Birkenau y otros lugares.
Porque los nazis usaban guantes en la selección.
Por eso, tiraré mis zapatos de la Marcha.
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