Enlace Judío México e Israel – Como el universo, que cada segundo se expande hacia todos los confines gracias al nacimiento de millones de estrellas que conforman nuevas galaxias, el mundo de los libros crece por el nacimiento de nuevos volúmenes, pues cada 9 minutos hay uno que sale a la luz. Todos los días nacen cientos de libros “de texto”, de cocina, ciencia, arte, religión, tecnología, literatura, “superación personal”, y un gran etcétera, que aportan poco, nada o mucho al saber humano.
No obstante, los libros brillantes, fundamentales y trascendentes, no nacen todos los días, según las propias editoriales. Sin duda escasean las y los autores de libros de esa naturaleza. Son mínimos los que nos han sorprendido en la última década.
En los últimos años, personas expertas coinciden en ciertos libros que hacen grandes y variadas aportaciones, con calidad literaria y que están escritos para un gran público. Tres ejemplos: “Breve Historia del Tiempo” del físico inglés Stephen Hawking, cuya aportación se enclava en el entendimiento del universo. Más recientemente, “Sapiens. De Animales a Dioses”, del profesor hebrero Yuval Noah Harari, que revisa la evolución de 10 mil años de la humanidad valorada desde ciencia moderna.
Desde mi experiencia, el más reciente libro que cumple con esas características es la novedosa y magnífica historia sobre los libros, contada de manera amena por la filóloga y escritora nacida en Zaragoza, España, Irene Vallejo, en su obra “El Infinito en un Junco”.
Biblioteca de Alejandría
En el siglo III a. C. misteriosos caballeros con sus alforjas atestadas de denarios recorren llanuras, cruzan mares, desiertos y enfrentan todo tipo de peligros para cumplir con la enigmática misión de conseguir todos los libros disponibles en ese mundo antiguo, asegura Irene Vallejo en el inicio del “Infinito en un Junco”.
Los textos recolectados fueron acumulados en la monumental y mítica “Biblioteca de Alejandría” que concibió el Rey Ptolomeo, un general de Alejandro Magno, para “albergar todos los saberes conocidos” del universo que les corresponde vivir.
Para “cazar” todos los libros publicados en esa época, que en su gran mayoría se trataba de rollos de papiro, Ptolomeo mandó emisarios a todos los rincones de los continentes conocidos fuera para comprar, copiar e incluso robar libros para su vasta biblioteca.
La cifra de libros acumulados en la Biblioteca de Alejandría varía mucho entre la más conservadora y la más grande, según el texto de Vallejo, y esta fluctúa entre los 54,000 y los 700,000 mil. Reunir “todos los saberes conocidos” en un solo espacio, evita que el olvido gobierne al mundo. Ello significa eludir el caos, caminar de nuevo senderos andados y redescubrir infinitamente el “hilo negro”.
“Sencillamente no me siento capaz. Todo debería estar ahí, el tono, el sentido del humor, la poesía, el ritmo y las promesas”, asegura la autora al confesar su temor, ya que ella, como muchos autores, experimentan miedo al iniciar una nueva obra.
La historia de los libros que nos cuenta en el “Infinito en un Junco” comprende desde su nacimiento, libros escritos en arcilla, papiro, cuero y finalmente papel. La historia está dividida en dos grandes períodos: La expansión y consolidación de los libros en la cultura Griega con sus grandes autores literarios como el enigmático Homero y los padres de la tragedia: Eurípides, Sófocles y Esquilo. Posteriormente hay un recorrido por la historia de libros y bibliotecas en el “Imperio Romano” con sus autores latinos.
No obstante, hablar de libros y autores significa describir ideas y saberes: Filosofía, ciencia o literatura, reflexiones que Irene aborda con rigor y humor, e incluso destaca la comparación que hace entre ideas antiguas con la visión de los tiempos contemporáneos.
“El Infinito en un Junco” se caracteriza por una profunda investigación histórica con una selección de textos que son analizados desde diversas disciplinas. Esta cualidad es compartida con el libro “Sapiens, de animales a Dioses”. En esa investigación Noah Harari analiza 10,000 años de evolución humana desde diversas disciplinas científicas: Biología, medicina, economía, física, lingüística y psicología y de ese conjunto revalora acontecimientos del pasado gracias a los avances de la ciencias del presente.
Ambos autores, que rondan los 45 años de edad, utilizan una suma de conocimientos que años atrás sólo eran dignos de personas geniales que acumulaban sabiduría durante una larga vida dedicada básica y exclusivamente al estudio. No obstante, esa profundidad y variedad de conocimiento ahora está disponible para todos los seres humanos gracias a los poderosos “cerebros virtuales” que son alimentados con algoritmos y que nos ayudan a comprender y tener a la mano “todos los saberes conocidos”, método de trabajo que actualmente es utilizado en grandes laboratorios y en una variedad de investigaciones científicas. Sin embargo, para poder seleccionar y aplicar correctamente dichos “saberes conocidos” al tema a investigar, se requiere dominarlo.
Vallejo cumple con creces ese requisito.
Vallejo, Harari, junto con otras y otros autores, nos muestran el ejemplo para que nuevas generaciones puedan aplicar y resolver grandes y complejos problemas en todos los campos del saber humano pero en particular en temas sociales, ya que en la ciencia, los algoritmos son una herramienta cotidiana.
Gracias a las cada vez más poderosos herramientas como las novedosas computadoras “cuánticas”, las “vapuleadas” generaciones de Millennials, y las que siguen, nos mostrarán a los Baby Boomers que la consigna “todo tiempo pasado fue mejor”, sólo es eso, un dicho de “cascarrabias” que se quedan en el pasado.
“El Infinito en un Junco” se disfruta por el conjunto de ideas, reflexiones y valoraciones que Irene hace de los libros y que son llevadas al subconsciente para ser ordenadas. No es fácil describir lo mucho que lo he disfrutado, pero me alegraría que muchas personas tuvieran acceso a él.
Como señala la propia Irene Vallejo: “En un mundo caótico adquirir (buenos) libros es un acto de equilibrio al filo del abismo”.
“La pasión del coleccionista de libros se parece a la del viajero; toda biblioteca es un viaje; todo libro es un pasaporte sin caducidad”.
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