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jueves 21 de noviembre de 2024
Mendes

Rab Yosef Bitton / Gracia Mendes (Parte 1): ¿Cómo salvar la vida de los refugiados judíos de España y Portugal?

Gigantes olvidados

Doña Gracia Mendes (1510-1568), también conocida como Doña Gracia Nasí, fue probablemente la mujer que más hizo por el pueblo judío en la diáspora de la era post-bíblica. Tal como ocurrió con Ester HaMalka, que usó su posición de reina del Imperio Persa para salvar del genocidio a los judíos que vivían en su reino, Doña Gracia utilizó su poder –una inmensa fortuna y una extensa red de contactos comerciales, financieros y políticos– para rescatar y salvar de la muerte, de la miseria y de la esclavitud a decenas de miles de “anusim”, judíos expulsados de España y Portugal.

La historia de su vida es apasionante y parece pertenecer más al género de la fantasía y la leyenda que a la historia. Sin embargo, la documentación que existe sobre su vida, incluyendo los datos más increíbles, están perfectamente documentados en artículos y libros que hoy están al alcance de cualquier persona interesada en conocer más esta extraordinaria mujer judía. Voy a escribir sobre ella durante las próximas semanas. Mi deseo es que esta información despierte la curiosidad del lector y ayude a rescatar del olvido la memoria de esta gran mujer de Israel.

De España a Portugal

Nació en Lisboa, Portugal, en el año 1510. Su nombre de nacimiento era “Beatriz de Luna”. Recordemos que en 1492, entre 600,000 y 800,000 judíos fueron expulsados de España. Aproximadamente 120,000 de esos judíos huyeron a Portugal, donde el rey Juan II les exigía una enorme suma de dinero, 100 monedas de oro por familia, para otorgarles la residencia permanente. La mayoría de los refugiados judíos habían abandonado todo lo que tenían en su España natal, y no podían afrontar esos exorbitantes costos. El rey les ofreció entonces que se quedaran en Portugal temporariamente, por 6 meses, pagando 1 moneda de oro por persona. Unas 600 familias judías que eran adineradas, pudieron pagar las 100 monedas para obtener la residencia en Portugal.

La familia de Beatriz Nasí –así se llamaban antes de haber adoptado por la fuerza el apellido “de Luna”– era una de estas familias. La historia de las tremendas dificultades que los judíos sufrieron en Portugal en esta época es muy larga y compleja para describirla en una pocas líneas. Pero digamos brevemente que luego de interminables negociaciones alrededor del año 1500 se llegó a un acuerdo con el rey Manuel, el sucesor del rey Juan: los judíos se convertirían “nominalmente” al cristianismo, pero el rey no permitiría que se estableciera en Portugal el tribunal de la inquisición (ver aquí).

La inquisición estaba a cargo de verificar –y castigar con la muerte– a los conversos que practicasen su antigua religión en privado. Al no haber inquisición los judíos podían vivir una doble vida: exteriormente estaban obligados a pretender que vivían como cristianos, pero en la privacidad, y con discreción, eran prácticamente libres de obrar como quisieran. En este ambiente nació y se crio Beatriz de Luna. Y como era habitual en esos tiempos, recién a los 12 años los padres le revelaron a su hija que era judía. Contarle a un niño o una niña menor de esa edad su identidad secreta podía ser muy arriesgado y peligroso para la familia y para el propio infante.

Casarse con un rabino

A los 18 años Beatriz se casó con Francisco Mendes. “Mendes” (en Europa se los conocía también como “Mendés”) era el apellido no-judío que había adoptado en estas circunstancias la familia “Benbeniste” (o Benveniste), que procedía de una dinastía de rabinos y estudiosos de la Torá. La ceremonia de casamiento se llevó a cabo en la catedral de Lisboa. Y como era costumbre, luego de la ceremonia cristiana, celebraron la Jupá –la ceremonia de casamiento judío, y la firma de la Ketubá– en la privacidad de su hogar.

Francisco Mendes no era un converso más. Francisco era un hombre que amaba y observaba el judaísmo y era muy conocedor de la práctica religiosa. Tanto era su conocimiento, que él actuaba como maestro de ceremonias y eventos religiosos. Francisco Mendes era conocido como el RAB HA-ANUSIM, “el rabino de los conversos”. Y fue gracias a su ilustre esposo que Beatriz se interesó y conoció cada vez más y mejor la Torá, y que su amor por el pueblo judío se transformó en la pasión de su vida.

Negocios en alta mar

Francisco no solo era un erudito en Torá. Era también un brillante hombre de negocios. Junto con su hermano Diogo (o Diego, originalmente “Meir”) crecieron inmensamente en el plano comercial. Los dos hermanos estaban a cargo de comercializar en el mercado internacional toda la carga marítima que llegaba a Portugal desde Brasil, África y la India. Recordemos que el principio del siglo 16 era una época de inmenso apogeo económico para Portugal, que por un lado había descubierto la mejor ruta para llegar a la India, por el Cabo Verde, y por el otro lado explotaba sus ricas colonias en Brasil.

Comercialmente, Portugal era la puerta de entrada mas importante a Europa de todas las mercaderías exóticas (pimienta negra y otras especias, tabaco, maderas, metales y piedras preciosas, etc.) que llegaban a Lisboa. Todo este comercio que beneficiaba a la corona portuguesa estaba administrado de principio a fin por los hermanos Mendes. Esto duró por aproximadamente 30 años. El éxito de los Mendes y su fortuna fue tan grande que también crearon un banco, “La Casa Mendes” (ver este interesante artículo de Wikipedia en Francés) , que llegó a ser el segundo banco más importante de Europa en el siglo 16.

Dudosas intenciones

No solo a los Mendes les iba económicamente bien en Portugal. Los judíos en España eran famosos por sus talentos en el comercio, un área que no era la especialidad de los gentiles. Y ahora libres para desarrollar sus aptitudes, los refugiados sefaradim en Portugal llegaron a alcanzar un gran nivel de prosperidad. Pero luego de 35 años de bonanza, la situación para los judíos de Portugal se complicó. El Papa insistía en instalar la inquisición en Portugal. Más allá de los motivos religiosos y políticos, el establecimiento de la inquisición era una excelente fuente de recursos económicos para la iglesia, ya que cuando la inquisición descubría que algún converso “judaizaba”, es decir, observaba algún ritual judío aunque fuera en privado, el acusado era condenado a morir en la hoguera “y todo su dinero, bienes y propiedades eran confiscados y pasaban a manos de la iglesia”.

Se volvió casi una costumbre histórica que la iglesia presionaba para establecer su tribunal de inquisición luego de que los judíos triunfaban económicamente, y sus numerosos bienes podían ser confiscados. Los judíos trataron por todos los medios de postergar la llegada de la inquisición, pero finalmente en 1536 la presión papal se impuso y el temido tribunal se instaló en Portugal. Desde ese momento, para los judíos resultó imposible permanecer allí.

Salvar la vida y la dignidad

En 1538 Francisco Mendes falleció, y dejó su posición y su fortuna a su esposa Beatriz. Ese mismo año Beatriz, su hija Ana, su cuñado Diogo Mendes se instalaron en Amberes (Antwerp), Bélgica, el centro financiero más importante de Europa en ese entonces, y siguieron adelante con su exitosa empresa. Beatriz aún mantenía su identidad judía en secreto. En Amberes y junto a Diego Mendes, y más tarde con la ayuda de su sobrino Yosef Nasí, el duque de Naxos, Beatriz comienza a transformarse en una figura gigantesca para el pueblo judío. En primer lugar, comenzó a utilizar la ruta comercial de la empresa Mendes para ayudar a los judíos de Portugal a escapar clandestinamente en sus barcos de las manos de inquisición.

Las familias de anusim escapaban escondidos en los barcos comerciales de los Mendes, que tenían paso libre y seguro por todo Europa. Decenas de miles de refugiados llegaban desde Lisboa hasta Amberes, desde Amberes hasta Venecia o Ancona en Italia, y desde allí muchos continuaban hasta Turquía, donde los judíos, como veremos más tarde, eran muy bien recibidos.

Beatriz no solo se ocupó de que los refugiados judíos pudieran escapar vivos de Portugal y llegar a salvo a destino, sino que también evitó que perdieran todos sus bienes. ¿Como? A través de sus múltiples y leales agentes, la empresa de Beatriz se ocupó de comprar y vender las propiedades y los bienes de los judíos anusim en Portugal antes de que fueran confiscados por la inquisición, y luego le enviaban su dinero a través del banco Mendes.

Continuará….


 

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