Enlace Judío – Este 1 de julio se cumplen 70 años de lazos entre México y el Estado de Israel. ¿Cómo fue que ambas naciones lograron entablar lazos? El siguiente texto es una crónica basada en la obra Las relaciones diplomáticas México-Israel (1947-1967), de Graciela de Garay, quien caracteriza este desarrollo diplomático como lento e ininterrumpido, pero del que surgió una cálida amistad que continúa en progreso hasta el día de hoy.
México y la cuestión del Mandato
Al menos desde inicios de los años 30, organizaciones judías sionistas mexicanas instaban al gobierno de nuestro país a tomar parte activa en el debatido futuro del entonces Mandato Británico de Palestina, una administración territorial bajo control de Reino Unido desde inicios de los años 20.
Fue en 1937 cuando la cancillería mexicana instruyó ciertos lineamientos al respecto a su delegación en Ginebra con motivo de una Asamblea de la Liga de las Naciones. En ese año la llamada Comisión Peel sugirió que el Mandato, ante la inestabilidad creciente interior, requería la partición de territorio en dos Estados: uno para el pueblo judío y otro para el pueblo árabe.
En este sentido, México sostuvo en dicho foro internacional un criterio favorable en defensa de un hogar nacional judío en Palestina. Su argumento, basado en la Declaración Balfour de 1917, buscó además enfatizar la importancia de que Reino Unido garantizara que no se perjudicara a la población mayoritaria no judía del Mandato.
El Plan de Partición de 1947
Tras la Segunda Guerra Mundial, Reino Unido decidió en 1947 ceder el Mandato a la naciente ONU, y el organismo recomendó un Plan de Partición de Palestina con el fin de establecer los pensados Estado judío y árabe en el territorio.
En el marco de los debates que llevaron a la votación de este Plan, México no dejó de respaldar la aspiración sionista pero mantuvo una posición neutral. Este abstencionismo, según De Garay, respondía a los deseos de México de evitar compromisos superiores a sus posibilidades. Esto debido a que tomar partido podría perjudicar la estabilidad y desarrollo del país, y al mismo tiempo se orientaba a cumplir el multilateralismo sin afectar los lazos bilaterales con otras naciones.
El 24 de noviembre de 1947, el embajador de México en la ONU, Rafael de la Colina, declaró que el país se abstendría de votar el Plan de Partición.
A pesar de reconocer la brutal persecución del nazismo sobre el pueblo judío durante el Holocausto, el embajador dudó de la legalidad del Plan de Partición, que vio capaz de lastimar los derechos de la población no judía en el Mandato.
El 29 de noviembre, día de la votación del Plan de Partición, De la Colina remarcó la importancia del derecho de los pueblos a gobernarse a sí mismos. Y señaló que, ante el conflicto de dos grupos humanos, aceptar cualquier resolución de esta naturaleza afectaría los derechos de ambas partes.
El Plan de Partición eventualmente fue aprobado por mayoría. Sin embargo, junto con México, se abstuvieron Argentina, Chile, China, Colombia, El Salvador, Etiopía, Honduras, Reino Unido y Yugoslavia.
En sus memorias publicadas en los años 70, el canciller mexicano durante el Plan de Partición, Jaime Torres Bodet, describió su sentir personal frente a la situación que enfrentó el gobierno.
“La simpatía personal me inclinaba a entender la causa de los judíos. Pero la razón histórica, y el recuerdo del caso de Texas, me obligaba a imaginar, como mexicano, la reacción que tendrían por fuerza los pueblos árabes… No hubiera sido honorable pronunciarse contra las aspiraciones de los judíos, ni era sensato ignorar los derechos del mundo árabe. Por mucho que nos desagradasen las abstenciones, habríamos de abstenernos”, escribió.
México reconoce a Israel
A diferencia de múltiples naciones que reconocieron, de facto o de jure, al Estado de Israel desde mayo de 1948, entre ellos Guatemala el 15 de ese mes, México dio su reconocimiento de facto hasta el 30 de abril de 1949, justo 10 días antes del ingreso del Estado judío a la ONU.
De Garay cree que esta tardanza pudo haber tenido que ver con el abstencionismo mexicano y con la reserva de las autoridades mexicanas sobre la indefinición de las fronteras de Israel, además de la noción de México como un país sin peso en el plano internacional y sin olvidar sus intenciones de apoyar la aplicación del derecho internacional para la solución de conflictos.
En cierto sentido, México buscó mantenerse independiente frente al conflicto árabe israelí y evadió compromisos fuera de su órbita geopolítica.
El 11 de mayo de 1949, Israel fue admitido a la ONU por 37 votos a favor, México entre ellos, mientras que hubo 12 votos en contra y 9 abstenciones.
Al contrario de lo sucedido en el Plan de Partición, México votó a favor en esta ocasión debido a su respaldo de la universalidad, un concepto que plantea que la ONU se trata de un organismo en el cual todos los países debían formar parte de él, eliminando cualquier diferencia entre vencedores o vencidos, con el fin de evitar la formación de grupos antagónicos potencialmente beligerantes.
La decisión de México causó molestia en el mundo árabe e incluso el embajador de Arabia Saudita en Estados Unidos le manifestó su descontento a la embajada mexicana ante la ONU.
El saudí lamentó que México no apoyara la iniciativa árabe de posponer el ingreso de Israel a la ONU hasta que aceptara no tomar más territorio a la fuerza, dar garantías a los refugiados árabes y aceptar la internacionalización de Jerusalén.
La cancillería mexicana, no obstante, desestimó las quejas de Arabia Saudita y aseguró que México sí respaldaba en efecto que mediante el derecho internacional se atendieran las solicitudes árabes, más que nada, por un deseo de justicia.
En suma, según de Garay, México criticó la obstinación árabe, renunció a tomar partido y defendió la importancia de la diplomacia para solucionar el conflicto.
El establecimiento de relaciones diplomáticas
Un año después de que México reconoció de facto a Israel, el 5 de mayo de 1950 el presidente israelí Jaim Weizmann presentó ante el presidente mexicano Miguel Alemán a Moshé Tov, uno de los primeros diplomáticos israelíes.
Tov, nacido en Argentina en 1910 con el nombre de Moisés Toff y pieza clave en el desarrollo de los lazos de Israel con los países americanos en estos años, tenía como objetivo primordial promover la apertura de una legación mexicana en Israel.
El 19 de marzo de 1951, Tov presentó sus cartas credenciales como embajador extraordinario en misión especial de Israel en México y se retiró el 31 de ese mes, no obstante que se dieron los primeros pasos para la negociación de relaciones.
El 19 de junio de 1951, la misión de Israel quedó a cargo del cónsul honorario Adolfo Fastlicht, a quien se le dio el visto bueno gubernamental el 14 de enero de 1952.
Fue en el marco de este proceso que el 1 de julio de 1952 la Secretaría de Relaciones Exteriores comunicó la decisión de los gobiernos de México e Israel de establecer relaciones diplomáticas y abrir una oficina en el nivel de legación.
Además se anunció que a la brevedad posible ambas cancillerías buscarían a su respectivo representante diplomático.
Más tarde ese mismo mes, el 25 de julio, comenzó la actividad diplomática propiamente dicha con la firma de un acuerdo comercial entre México e Israel.
Dicho tratado comercial, que sería suplantado en el año 2000 por el TLC entre ambos países, establecía que México e Israel acordaban recíprocamente el tratamiento incondicional e ilimitado de la nación más favorecida.
No obstante, mientras que Israel ratificó el tratado el 1 de noviembre de 1953, México no lo hizo sino hasta el 16 de abril de 1955. Y a pesar de ello, Israel siguió empujando por tratar de que México enviara un embajador a su territorio.
El 3 de noviembre de 1953, el israelí Yosef Keisari llegó como embajador en México para tratar de cumplir esta misión, cuestión que no se logró sino hasta 3 años después.
El 1 de mayo de 1956, bajo la presidencia de Adolfo Ruiz Cortines, la cancillería nombró finalmente a Gustavo Ortiz Hernán como el primer enviado extraordinario y ministro plenipotenciario de México en Israel. Ortiz Hernán tomó posesión en julio de ese año, en medio de la crisis de Suez.
En opinión de la historiadora mexicana, la relación inicial de México al Estado judío se desarrolló de forma pasiva y distante en el marco de su abstencionismo en el marco internacional. Pero por el contrario, Israel tuvo una actitud más activa ante la necesidad de buscar un aliado más en el mundo tras su reciente fundación, uno con el que lleva ya siete décadas de cercanía.
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