Rab Yosef Bitton / Gracia Mendes (Parte 5): Doña Gracia Mendes y el Señor de Tiberias

Mucho antes que Herzl

En 1536, cuando la inquisición llega a Portugal, Doña Gracia y su cuñado Diogo Mendes se mudan a Flandes (Amberes) y allí transfieren todos sus bienes y negocios. Yosef Nasí, sobrino de Gracia, se unió a ellos y cuando Diogo fallece, queda a cargo de la administración de la empresa de comercio marítimo y del banco: “Casa Mendes”. Sus contactos eran al máximo nivel posible. Tenía relaciones diplomáticas y comerciales con Maximiliano, el sobrino del emperador Carlos V; con Enrique II el rey de Francia y se codeaba con la nobleza europea. Su objetivo final era trasladar toda su fortuna y sus bienes hacia Turquía y evitar el codicioso ojo de la inquisición que tanto deseaba confiscar sus posesiones.

En 1554 finalmente llegó a Constantinopla, donde pudo practicar abiertamente su judaísmo. Allí se casó con su prima y prometida, Reina, la hija de Doña Gracia Mendes. Y ahora, con Yosef Nasí a su lado, Doña Gracia se decidió a cumplir con el proyecto más grande y ambicioso de su vida. Un proyecto que podría considerarse mesiánico: establecer un “estado independiente” para todos los judíos del mundo en la tierra de Israel.

Los perros y los judíos

Siempre hubo judíos en Israel. Eran una minoría no deseada. Personas non gratas. En la pequeña ciudad de Tsefat, Safed, en el norte de Israel, se estaba desarrollando un importante centro Rabínico liderado por el Rab Yosef Caro, que luego se transformaría también en un centro de estudio de Qabbalá. Los judíos de Tsefat eran en su mayoría refugiados Sefaradim que luego de muy peligrosas travesías, habían logrado llegar a Israel (esto lo cuento con más detalle en mi libro «Forgotten Giants», en inglés que B»H pronto aparecerá en Español con el nombre: «Gigantes Olvidados»).

En Yerushalayim también había judíos, pero estaban en una situación absolutamente miserable. Jerusalén era una ciudad por la cual, durante siglos, habían peleado cristianos y musulmanes. Los judíos que se sacrificaban por vivir allí eran odiados por ambos. Voy a copiar literalmente (y sin eufemismos) un documento que nos dará una idea de la situación de los judíos de Yerushalayim en esa época. Este horrible texto pertenece al libro «Il trattato di Terra Santa e dell’Oriente» escrito por un cura franciscano contemporáneo llamado Francesco Suriano: “Estos perros, los judíos, son pisoteados, golpeados y torturados, como lo merecen. Viven en esta tierra en condiciones de tal humillación que las palabras no pueden describir. Y particularmente en Jerusalén… donde hasta los musulmanes los tratan peor que a los perros”.

La ciudad fantasma

La ciudad de Tsefat estaba en el municipio de Tiberias, que pertenecía al imperio Otomano. Pero la ciudad de Tiberias en sí estaba prácticamente en ruinas. Era un lugar que no le interesaba a nadie. Los cristianos no la querían y los musulmanes no tenían ninguna pretensión por ella. La destruida ciudad que había sido la por 800 años el centro rabínico más importante de Israel (200 al 1000) estaba ahora abandonada, y era el refugio de bandidos y desposeídos. Doña Gracia tuvo entonces una maravillosa idea: le ofreció al Sultán ocuparse de la ciudad de Tiberias, poblarla, y desarrollarla comercialmente de manera que produzca impuestos para el tesoro del real. En el año 1558 el Sultán le cedió a Doña Gracia la concesión de la ciudad y nombró a Yosef Nasí como «El Señor de Tiberias», el gobernador de la ciudad, que gozaría de total independencia para hacer lo que quisiera, mientras la recaudación de impuestos –1.000 piezas de oro por año — se mantuviera.

El proyecto de Doña Gracia y Don Yosef, que contaba con el beneplácito del Sultán, era que una vez construida la ciudad, todos los judíos del mundo tendrían un lugar para establecerse y vivir en paz y seguridad. En especial quienes más urgente lo necesitaban: los anusim, los refugiados Sefaradim de España y Portugal, que vivían escapando de un lugar a otro en Europa, practicando una religión que les había sido impuesta por la fuerza. Este proyecto sería la realización del sueño más grande de Doña Gracia: luego de haber salvado a miles de judíos de la inquisición y del cautiverio, cerrar el círculo, y brindarle a su amado pueblo la oportunidad de vivir libres y seguros nada menos que ¡EN LA TIERRA DE ISRAEL!

El primer Keren Kayemet

En 1561 Yosef Nasí junto con el Rab Yosef Ben Aderet comenzaron la construcción de las murallas, algo esencial para que la seguridad de la ciudad pudiera sostenerse. Se propusieron embellecer Tiberias y desarrollarla comercialmente. Tal como 400 años más tarde lo hiciera el Keren Kayemet leIsrael, empezaron por plantar árboles: naranjos, pinos y árboles de morera blanca para la cría del gusano de seda, una industria muy rentable que se desarrollaría en Tiberias. Don Yosef Nasí también invitó a los más importantes fabricantes judíos de Europa, especialmente de Venecia, a transferir sus fábricas textiles a Tiberias para que la ciudad se transformara en el centro internacional de la industria textil. También fundaron una Sinagoga y un Bet haMidrash, una casa de estudios de Torá, liderado por el Rab Elazar ben Yojai.

Aliyá, con traslado gratuito

La voz de que los judíos tendrían su propio «estado» creó un enorme entusiasmo. Don Yosef mandó barcos a varias ciudades europeas donde habían anusim para trasladarlos gratuitamente a Tiberias en sus barcos. Cuentan que muchos judíos, los de Ancona por ejemplo, eran tan pobres que no tenían dinero para llegar hasta el puerto. Hay documentos que nos quedaron de Rabanim que juntaban dinero para mandar Shelijim, ubicar a estos judíos y asistirlos económicamente para que pudieran llegar a los puertos europeos y continuar así con su Aliyá. Y también se estaba construyendo en Tiberias una hermosa mansión: la residencia donde viviría Doña Gracia Mendes, cuando muy pronto llegase a la tierra prometida desde Turquía. En Diciembre de 1564 las murallas de protección de la ciudad, que existen hasta el día de hoy, fueron finalmente terminadas. Los primeros judíos comenzaron a llegar de Portugal, Italia y Turquía, a la tierra prometida, que era ahora un paraíso terrenal, donde el fresco viento del atardecer perfumaba la hermosa ciudad con aroma de pinos y naranjos.

Continuará…

PD: Estoy escribiendo estas líneas desde la ciudad de Tiberias, cerca de la calle nombrada en honor a Doña Gracia, mirando hacia el lago Kineret.


 

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