Rab Yosef Bitton / I Love lsrael: Rezar en Jerusalén

Una joya oculta

Regresé de Israel hace unos días. Cuando me preguntan qué es lo que más me gusta de Israel, mi respuesta es: REZAR. Son las 18:00 hrs. y estoy en la Ciudad Vieja. En un rincón discreto, a cinco minutos del Muro de los lamentos, detrás de una pesada puerta plateada muy decorada, se esconde mi sinagoga favorita: Bet-El.

En realidad, más que una sinagoga, Bet-El es una Yeshibá, una casa de estudios de Torá. Pero esta no es una Yeshibá más… Bet-El es “la” Yeshibá de los mequbbalim o cabalistas. Los místicos judíos más sabios de Israel estudian aquí, con el rabino Israel Abijai.

Esta Yeshibá es una de las más antiguas del país. Fue fundada en 1737 (Ver este artículo de Wikipedia en inglés) y desde entonces, la transmisión de las enseñanzas del Ari Z”l de maestros a alumnos ha sido ininterrumpida.

El que lo dice no lo es

Creo que en Bet-El se encuentran los “verdaderos” cabalistas. ¿Por qué pienso de esta manera? En primer lugar, porque estos estudiosos son absolutamente sencillos y discretos. Pasan desapercibidos. No están en YouTube, porque el principio número uno de la Kabbalá es que “se estudia a puerta cerrada”.

No son charlatanes ni oportunistas. Son reservados y se mantienen “encubiertos”, (=undercover) por la regla de oro: “El que lo sabe no lo dice, y el que lo dice no lo sabe”. Viven con una sencillez que roza la austeridad. Simplemente, porque cuanto más uno se acerca de Dios, menos se preocupa por su vida material.

Minjá en Bet-El

Para que conste: no sé nada de Kabbalá. Cuando voy a Bet-El, tengo una misión en mente: rezar Minjá. A las 18:15 los alumnos salen de la clase murmurando entre ellos con satisfacción las nuevas lecciones que acaban de aprender. En preparación para Minjá, todos visten Talit y Tefilin. Y utilizan el Siddur del Rashash, que por mi ignorancia al respecto me resulta indescifrable. Rezo con ellos, pero sigo el texto normal. Comienza la Amida. Esta es la oración principal. Se dice de pie, en absoluto silencio y dirigiendo nuestro corazón a Dios.

¿Por qué estoy aquí? En primer lugar porque estoy rodeado de una energía contagiosa muy positiva y de gente que se toma muy en serio la concentración a la hora de rezar. Aquí encuentro lo que me resulta más difícil encontrar en el Kotel en un día de semana a esta hora de la tarde: un sublime e inspirador silencio. Pero rezo aquí, principalmente, porque por lo general dedico diariamente 5 o 6 minutos para recitar la Amida, ¡pero aquí en Bet-El la Amida dura unos 40 minutos!

En este entorno único, tengo la reunión más importante de mi vida: ¡40 minutos a solas con El Creador! Cierro los ojos y empiezo a recitar en silencio la Amida. Muy lentamente. Una vez que digo una palabra, me detengo. Y antes de pasar a la siguiente, la pienso, la mastico. Dejo que la palabra llegue a mi corazón y, con suerte, impacte mi alma.

Un ejemplo

Hay una palabrita en la Amida que me tomo especialmente en serio, porque me ayuda a “resetear” mi mente, y repensar mi lugar en el universo. Es la palabra “ATTÁ”. El significado de ATTÁ es muy simple. ATTÁ significa “Tú”. Como en “BARUKH ATTÁ” (Bendito eres Tú… Dios…). Pero cuando uno tiene 40 minutos para meditar en lo que está diciendo, se puede profundizas más.

Así, más o menos, la vivo yo: “Cuando digo ATTÁ me estoy dirigiendo a DIOS directamente. Eso significa que ya no estoy pensando en Dios en la tercera persona. ¡Y ahora le estoy hablando a Él! Dios, me tengo que convencer, está aquí presente, frente a mí. Para dirigirme adecuadamente a Dios en la segunda persona del singular, debo hacer lo posible para sentir su presencia de la manera más realista posible. Y al mismo tiempo, evitar visualizar a Dios, para no caer en el antropomorfismo, que es una forma de idolatría”.

“Me doy cuenta de que es incorrecto pensar que “Dios está frente a mí”, porque eso sería ponerme a mí mismo en el centro. Debo moverme de allí. Cuanto más imponente se hace la presencia de Dios en el centro de mi atención, menos me cuesta trasladarme mentalmente a la periferia. De hecho: pasa automáticamente. Y cuanto más se afianza el “ATTÁ” en mi mente, más pequeño se siente el “ANI” (es decir: yo). Así, casi sin darme cuenta, me preocupo menos por pedirle a Dios que solucione mis problemas, porque de pronto se volvieron más triviales”.

“Desde mi nueva perspectiva, que es la real, pienso que en lugar de pedirle a Dios que satisfaga mis necesidades, mi relación con Él debería basarse en el agradecimiento. Reconocer y que ATTÁ, “TÚ” es el origen, la fuente de todo lo que tengo. Cuando más se agiganta el ATTÁ más me asombra que Dios se interese por mí. Que me preste atención. Que para Él yo existo. En realidad mi significancia consiste en que para Él yo sea un “attá”. Tomar más conciencia del ATTÁ, de Su inmediatez, debe ser la misión más importante en la vida. Minimizar el ego, reubicar a HaShem en el centro y apegarse a Él, es el secreto de la vida y de la inmortalidad del alma. Quiero quedarme aquí. Pero es hora de pasar a la siguiente palabra…”

El palacio real

Israel es el Palacio donde reside el Rey. Jerusalén, Sus aposentos.

Dicen nuestros sabios que la Shejiná —Divina Presencia— nunca abandonó este lugar. Rezar aquí, a una distancia de la Cámara Real que se mide en metros, y no en miles de kilómetros, es una experiencia única y muy intensa. Este es el territorio donde el “ATTÁ” se siente con todo el corazón, se manifiesta en toda su majestuosidad y con todo su esplendor.


 

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