Rab Yosef Bitton / Jerusalén bajo Roma: La rebelión de los judíos contra el Imperio romano

De mal en peor

Tras la muerte de Agripa (año 44 de la era común), que fue el mejor gobernador que tuvo Judea, se inició un período muy difícil para Am Israel, que culminó con la destrucción de Bet haMiqdash en el año 68. Los romanos impulsaron a los paganos a establecerse en Israel, los eximieron de impuestos y los favorecieron con sus leyes.

Por otro lado, cuando un judío, por ejemplo, no pagaba los exorbitantes impuestos a los romanos, su tierra era confiscada y entregada gratuitamente a los paganos. La población judía se sentía cada vez más desplazada y privada de su tierra. En el plano religioso la situación no era mejor: Las provocaciones y humillaciones contra los judíos seguían creciendo cada vez más.

Cumano y Félix

Maimónides indica que la terrible ofensa de Apostomus, que quemó públicamente un Sefer Tora, tuvo lugar en la época del gobernador Cumanus (48-52). Luego vino Marco Antonio Félix, que gobernó Judea durante 8 terribles años (52-60). Félix fue un esclavo en su juventud, guardaba rencor a los judíos y abusaba de su poder. El historiador romano Tácito denunció su actitud diciendo que Félix: “… practicó toda clase de crueldades y abusos, abundó su poder de procurador [gobernador de los judíos, designado por el emperador romano] desatando contra ellos los agravios de su esclavitud”.

Los romanos hicieron todo lo posible para anexar Judea y exigían a los judíos que se convirtieran en ciudadanos “normales” del imperio o que abandonaran Israel. La situación era desesperante.

Florus

La agresión de los romanos contra los judíos alcanzó su punto máximo en tiempos del procurador Florus, del 64 al 66 de la era común. Florus fue designado por el extravagante y tiránico emperador romano Nerón, que reinó del 54 al 68. El objetivo de Florus era saquear el Bet haMiqdash (Gran Templo de Jerusalén) y robar los objetos sagrados del Templo que estaban hechos de oro puro.

En el año 66, Florus llegó a Yerushalayim y robó doce talentos de plata del Bet haMiqdash, alegando que estaba actuando en nombre del emperador romano. También exigió que todos los judíos de la ciudad fueran a saludarlo y bendecirlo. Muchos lo hicieron por temor a la impredecible reacción de Florus. Al día siguiente, Florus exigió que todos los líderes judíos que no estaban allí fueran ejecutados por faltarle el respeto. También ordenó a sus soldados que tomaran represalias matando a todos los judíos que encontraran en las calles de Jerusalén.

En un día, Florus asesinó a 3.600 judíos: hombres, mujeres y niños. Y ordenó a sus soldados que crucificaran a los líderes judíos (vale la pena aclarar que la crucifixión era el método de ejecución utilizado por los romanos, no por los judíos).

Provocación con fines de lucro

Como si esto fuera poco, Florus convocó a los líderes rabínicos y a los Cohanim a venir del Bet haMiqdash para calmar la situación. Los líderes judíos aceptaron ingenuamente las demandas de Florus con la esperanza de que esto detuviera las masacres, pero cuando llegaron, el ejército de Florus los atacó y mató a muchos de ellos.

Algunos historiadores creen que Florus estaba provocando deliberadamente a los judíos sabiendo que eventualmente se rebelarían. Y planeó usar esta rebelión como una excusa para saquear el oro del Bet haMiqdash.

Tratando de detener la rebelión

Flavius Josephus escribe que el líder judío Agripa II trató de evitar una rebelión alegando que el problema era Florus, no los romanos. Estaba tratando de convencerlos de que luchar contra los romanos sería un acto suicida, sin posibilidad de éxito. Los esfuerzos tenían que ser diplomáticos, no militares: el emperador tenía que reemplazar a Florus. Pero muchos sintieron que habían llegado a un punto de no retorno y que si no se rebelaban desaparecerían.

Así en el año 66 de la era común se inició la Gran Revuelta de los judíos contra los romanos (המרד הגדול). Cuando Nerón se enteró de la insurrección, envió a Judea la poderosa 12.ª legión llamada “Fulminata”. Pero antes de que pudieran llegar a Jerusalén, la legión fue emboscada y destruida por las milicias judías dirigidas por El’azar ben Shimon en Bet Horon. Los líderes romanos quedaron atónitos porque no creían que los judíos, famosos por su pacifismo, pudieran luchar con tanto coraje.

E Pluribis… Nullum

Pero a pesar de estas victorias esporádicas y la gran cantidad de soldados judíos, estábamos atrapados en un problema grave que no nos permitía triunfar: estábamos completamente divididos. Atomizados en muchos grupos con diferentes ideas: si atacar o rendirse a Roma; cómo atacar y, especialmente, quién debía ser el líder de los judíos.

Estos grupos estaban tan divididos que peleaban y literalmente se mataban unos a otros (sinat jinam). Esta situación fue explícitamente reportada por Ribbí Yohanan en el Talmud de Jerusalem (Sanhedrín, capítulo 10), diciendo que la destrucción de Yerushalayim y el exilio ocurrió porque los judíos estaban divididos en 24 grupos con diferentes ideologías, como veremos B”H la próxima vez.


 

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