Enlace Judío- Después de todos los episodios que confrontaron a Israel con la Yihad Islámica en Gaza, Mahmoud Abbas —líder de la Autoridad Nacional Palestina, que gobierna en Cisjordania— salió de su hoyo y se fue a dar una vuelta por Alemania, sólo para confirmarnos tres cosas: que no entiende el mundo en el que vive, que Olaf Scholz es medio cobarde, y que las cosas han cambiado muchísimo en los últimos cinco años.
El pasado 16 de agosto, en el marco de una visita oficial a Alemania, Mahmoud Abbas hizo un ridículo impresionante durante una conferencia de prensa dada junto con el Canciller Olaf Scholz. Lo curioso no es que no dijo nada nuevo. Sólo volvió a insistir en que el sufrimiento de los palestinos es comparable al Holocausto sufrido por el pueblo judío a manos de los nazis, y acaso sólo agrego el ornato retórico de que “Israel ha cometido cincuenta holocaustos en Palestina”.
Sin embargo, eso bastó para que Alemania reaccionara duramente en su contra, al grado de que la policía germana ha iniciado una investigación en su contra, porque su conducta bien podría ser clasificada como delito (en Alemania está prohibido terminantemente minimizar o negar el Holocausto).
El comentario de Abbas es atroz y tonto, sin duda. Aunque, lamentablemente, no es sorprendente. ¿Por qué habría de serlo, si su autor se graduó en la Unión Soviética con una tesis en la que trataba de demostrar que el Holocausto no existió?
Abbas siempre ha tenido ese problema. Aparte de una visión retorcida y prejuiciosa de la Historia, en su cerebro se revuelven sus filias y sus fobias ideológicas, todas ellas surgidas del conflicto que ha mantenido contra Israel desde que era el segundo de Yasser Arafat en la OLP, hasta que se convirtió en el heredero tras la muerte del padre del terrorismo moderno.
Es obvio que no hay comparación posible entre el Holocausto y nada que haya sucedido desde entonces, salvo por los genocidios armenio, ucraniano y tutsi. El primero dejó un saldo de dos millones de muertos a lo largo de ocho años; el segundo, unos dos millones en dos años; el último, unos 750 mil muertos en apenas cuatro meses.
El Holocausto, por su parte, significó el exterminio de 6 millones de judíos, la abrumadora mayoría de ellos en apenas cuatro años (la maquinaria nazi había empezado a asesinar judíos desde 1933, pero el exterminio masivo e industrializado comenzó en 1941).
La situación en Palestina no se parece en absolutamente nada
Desde 1979, año en el que comenzaron los enfrentamientos directos entre israelíes y palestinos, han muerto alrededor de 12 mil palestinos en combates con el Ejército de Defensa de Israel. El episodio más violento fue la Segunda Intifada que, en el lapso de cinco años (2000 a 2005), dejó un saldo de unos 3500 palestinos muertos.
Podemos hablar largo y tendido de lo que han representado estos conflictos, pero una cosa es definitiva: no se asemejan en absolutamente nada al Holocausto. Menos aún, a “cincuenta holocaustos”.
Abbas es un mentiroso. Tan sencillo como eso.
Pero repito: no es la primera vez que Abbas hace comentarios así de fuera de lugar, tanto como odiosos. Lo que sí es la primera vez es que todo el mundo se queda con la sensación de que el viejo sátrapa palestino sólo hizo el ridículo en Berlín.
Y ahí aparece nuestro primer punto: Abbas no se ha dado cuenta de que el mundo cambió.
¿Será la edad? ¿O será la maldición de todos los dictadores o dictadorzuelos que se eternizan en el poder? Abbas tiene 87 años de edad, y lleva 18 años como líder político palestino (pese a que debió convocar a elecciones desde 2005). El caso es que, por una razón o la otra, o por las dos combinadas, Abbas parece que ha llegado al punto de ser incapaz de comprender el ritmo al que se mueve el mundo.
Si en otras ocasiones pudo darse el lujo de hacer sus comentarios odiosos sobre el Holocausto, fue porque tenía un gran público que se los aplaudía.
Ya no.
Olaf Scholz reaccionó tarde
No tuvo las agallas para confrontar a Abbas en la conferencia de prensa, pero pocos minutos después la cuenta oficial de Twitter de la cancillería condenó lo dicho por el líder palestino. Tarde, con un dejo de cobardía, pero hizo algo que hace diez años habría sido impensable.
Pero es que Mahmoud Abbas parece el actor principal de una película filmada con bajo presupuesto —sobre todo para contratar al guionista—, en la que el personaje protagonista es el único que nunca sabe qué es lo que está pasando. Y con ello me refiero a que tal parece que el viejo Abu Mazen (su nombre de guerra, que no le ha servido para absolutamente nada) evidentemente no entiende las implicaciones de los acuerdos de paz firmados entre Israel y cinco naciones árabes, mismos que se ampliarán en los siguientes años.
El Medio Oriente es distinto desde que se firmaron esos acuerdos, y quienes más perdieron capital político fueron los palestinos.
Abbas, ni por enterado.
Las cosas no son tan complicadas. Dicen los programadores de cómputo que cuando las cosas funcionan, no las toques. Y es correcto. Si todo marcha sobre ruedas, no tiene sentido plantearse cambios profundos en las estrategias, los protocolos o los procedimientos.
Pero cuando las cosas cambian, o cuando las cosas no funcionan, es obvio que hay que ajustar la estrategia (es decir, cambiarla). Dicen los empresarios que si quieres obtener resultados diferentes, hagas cosas diferentes.
Abbas, en ese sentido, es sorprendente: las cosas nunca le funcionaron, pero siguió haciendo lo mismo. Luego, el panorama cambió y empeoró para él. Aunque no lo creas, ha decidido que se va a morir haciendo lo mismo.
En esta ocasión llegó a chocar con pared en Alemania
Mahmoud Abbas quiso hacer su show de siempre, y salió regañado (amablemente por medio de Twitter, pero sólo porque a Scholz le faltaron agallas) y además con una investigación policíaca. ¿Se dio cuenta? Probablemente. Tonto, en ese sentido, no es. Pero no parece que eso lo vaya a hacer cambiar de estrategia. Es el tipo de gente que piensa que endureciéndose e insistiendo en sus demandas va a lograr algo. Que para tirar esa enorme pared de hormigón y de 50 toneladas de peso, sólo hay que empujar más fuerte con sus mismas dos manos. Listo, en ese sentido, no es.
Ahora está de regreso en su hoyo de Ramallah, donde las cosas no parecen haber cambiado demasiado en 30 años. Y, sin embargo, todo el mundo a su alrededor es distinto. Le falta poco para llegar a ese punto crítico en el que sólo le quedarán dos opciones: doblegarse ante la nueva política árabe —que será irreversible cuando el príncipe Mohamed ibn
Salman ocupe el trono de Arabia Saudita; cosa que no tarda en suceder—, o replegarse hacia el bando de Irán para buscar el apoyo de los ayatolas.
En ambos casos, la guerra de Mahmoud Abbas contra Israel está perdida. Si se repliega hacia Ryad, será humillado; si se repliega hacia Teherán, será visto como un absoluto traidor por los demás países árabes.
Y todo, por jugar a ser el protagonista que nunca sabe qué es lo que está pasando con la película.
Así son las películas ridículas.
Así pinta el desenlace de la carrera política del hombre que tuvo en sus manos la oportunidad de negociar la paz y lograr la creación del Estado Palestino, pero que dejó ir la oportunidad.
Varias veces.
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