Enlace Judío – La República China, Taiwán, está en medio de la vía en las complejas relaciones entre Estados Unidos con la República Popular China. Si las relaciones internacionales en general son bien complejas, la situación es más delicada entre Washington y Pekín, contexto que empeora con los ancestrales apetitos territoriales de los mandarines de ese país que apoyan en su creciente fuerzas militares.
Pekín ha atacado con frecuencia la frontera con la India, a su vez ha hostigado navíos japoneses, tiene diferendo con Filipinas y hasta hundido pesqueros de otros países. China reclama jurisdicción sobre el Mar de la China Meridional, que está más próximo a otros Estados soberanos, situación que determinó al exsecretario de Estado, Mike Pompeo, decir: “Desde las cadenas montañosas de los Himalaya hasta la zona exclusiva en las aguas de Vietnam, a las islas Senkaku y más allá, Pekín sigue un patrón de instigar disputas territoriales”, dijo Pompeo. “El mundo no puede permitir que este acoso tenga lugar, ni debe permitir que continúe”.
Es evidente que la visión expansionista de Pekín se corresponde con las de otras potencias imperiales del pasado como las de Roma, Rusia y Gran Bretaña. Para esos países, las ocupaciones territoriales eran el fundamento de su proyección, estrategia que China refleja por sus numerosas disputas territoriales con sus vecinos, entre las que Taiwán es con mucho el objetivo más importante porque con independencia del reclamo geográfico, es un reto al Partido Comunista Chino por ser un ejemplo de progreso económico en libertad y democracia pluralista.
Washington y Taipéi tenían una relación de privilegios hasta que Richard Nixon decidió establecer vínculos con Pekín, 1972, sin exigirle al liderazgo comunista el reconocimiento explícito de la República China o isla de Formosa, suceso que en la opinión del escritor José Antonio Albertini fue un error del presidente Nixon porque no tuvo en cuenta la muy conocida advertencia de Napoleón Bonaparte sobre el gigante asiático: “China es un gigante dormido. Dejadlo dormir porque, cuando despierte, el mundo se sacudirá”.
No cabe duda que Polifemo está despertando y dispuesto a poner al mundo al borde de un conflicto nuclear como su par de Moscú ha hecho al atacar a Ucrania, lo está demostrando con su agresiva reacción a la visita de la presidenta de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, Nancy Pelosi, a la isla que ansía ocupar.
Algunos cuestionan la visita de la congresista aludiendo que fue un gesto electoral más que una reafirmación del compromiso estadounidense de defender a Taiwán, pero con independencia del objetivo, la realidad es que la visita le vino muy bien a los taiwaneses que podían dudar de la firmeza de un aliado muy temperamental como lo demostró en Vietnam, 1973, y en Afganistán, 2021, realidades dolorosas que no niegan que es la única gran nación capaz de enfrentar el peligro del fundamentalismo político en cualquiera de sus manifestaciones.
El despliegue militar de China y sus peligrosas maniobras militares en las proximidades de la isla deberían tener el rechazo de todos. Las acciones militares de Pekín han sido en la práctica un bloqueo marítimo y aéreo que impiden el curso normal de la vida en la región, particularmente en la isla acechada.
Taiwán tiene todo el derecho a defender su modelo de vida y el sector del país que impulsa la independencia, con todos los riesgos que esto implica, debe contar con el respeto de toda persona que ha abandonado su país por motivos políticos.
La política imperialista que promueve Pekín es una amenaza cierta que no se debe considerar descuidadamente, máxime, si existe conciencia de que el continente americano es otro de sus objetivos como lo refleja la base de comunicaciones de Neuquén en Argentina que pueda cumplir el mismo propósito que la de Lourdes en Cuba para la extinta Unión Soviética, además Pekín ha mostrado interés en construir una base logística antártica en Ushuaia, el fin del mundo argentino.
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