Enlace Judío México e Israel – Esta ciudad fue puerto de exilio de los templarios, derrotados por los musulmanes, pero cuenta la historia, que desde aquí salieron también los judíos que luego llamaríamos sefardíes. Sus murallas guardan miles de historias y el Imperio otomano, británico y hasta Napoleón gastaron su pólvora y regaron de sangre esta calle de adoquines, que hoy piso con mis hawaianas, sufriendo cuarenta grados de calor y una neblina londinense, que al parecer, perdió la brújula.
Este último viernes con mi madre, su cuidadora y una gran amiga, decidimos dormir en esta ciudad mágica, siempre había estado de paso.
Elegí el hotel Akkotel, construido dentro de la misma muralla, que rodea la ciudad.
Su edificio en el otomano, era utilizado como aduana, cada ser que entraba a la ciudad pagaba allí sus impuestos al sultán, luego durante el mandato británico, funcionó una escuela árabe, con la creación de El Estado de Israel, fue designado edificio de tribunales, hasta que en 1979 Don Moroni, un abogado árabe millonario lo compró y hoy lo atiende personalmente.
El hotel sorprende, una belleza de historia y arquitectura, en cada centímetro que uno recorre, fotos, armas, balas objetos que se encontraron allí.
La amabilidad akence
Cuando me desplazaba con mi madre, me llamó la atención, la cantidad de bendiciones, que la gente le daba, “Solo salud, hasta los 120 años, que nunca sufras”.
De los negocios no sólo me ayudaban cuando se trababa la silla de ruedas, un comerciante me regalo un agua mineral y una plegaria en árabe que no entendí, pero sentí en mi corazón.
El conflicto vuelve
Al otro día paseando por la costanera por una angosta calle, vi como nuestra realidad volvía y como la experiencia mágica de la amabilidad era rota por una mujer israelí, que sola caminaba por el medio de la angosta, en la calle un auto árabe, quería pasar y ella directamente decidió no dejarlo.
El conductor árabe, hizo una maniobra subiendo por la vereda y logró pasarla.
Ella lo miro y le dijo “esta es mi patria, llegamos primeros”.
El conductor árabe bajo y la increpó, “que tiene que ver, es usted una loca y la puedo matar con mi auto sin quererlo”.
“Me queres matar, sos un terrorista, fuera de mi patria”, seguía gritando la mujer visiblemente fuera de si.
El conductor árabe, que hasta el momento había reaccionado como cualquiera de nosotros, cayó en la provocación y le respondió, “mentira, yo estaba aquí hace 200 años, mi familia llegó antes que la tuya y mi pueblo antes que el tuyo, los arrojaremos al mar”.
Al ver que empezaban a bajar unos jóvenes árabes de sus casas, decidí intervenir, antes que esta chispa se haga intifada y me arruine mi día de vacaciones.
Abrace al conductor árabe y le dije, “tranquilo, tenes razón, esta mujer es una loca, no le hagas caso, no te rebajes, yo soy judío también y te doy la razón”.
Lo introduje en el auto, como a un niño y nos despedimos, “Shalom Javer” le dije y el me dijo “Que Alá te bendiga”.
Seguí disfrutando con mi familia el paisaje y la amabilidad akence, pensando en esa mujer israelí, su odio y los límites que deberíamos poner como ciudadanos, a los fanáticos, que creen que hablan en nuestro nombre.
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