Enlace Judío México – En los sonetos de Shakespeare y en casi todos los poemas líricos de la tradición inglesa el tiempo se presenta como una fiera que come lo que toca: hace que la belleza desaparezca, los seres vivos mueran y los edificios y ciudades decaigan; nada parece permanecer contra ese “tirano Tiempo”. Es un contraste muy grande para lo que el judaísmo señala, pues el tiempo también es lo que nos hace crecer: hacemos el rezo del kidush con vino porque el vino es la única bebida que mejora al envejecer. Necesitamos del tiempo para que el pan leude y la fruta se de. Como nos recuerda rab Hirsch “el catecismo del judío radica en su calendario.”
Irónicamente es sólo el mismo tiempo lo que es contante en nuestra vida: “Los sacerdotes mueren, los monumentos decaen, los templos y los altares se desmoronan, pero el tiempo permanece para siempre y cada día recién nacido emerge fresco y vigoroso de su seno” (I). Por eso es que D-os escoge trasmitir las verdades de Su Torá a través del tiempo y pedirle al judío que se presente a citas continuas en el año, pues el tiempo llega y viene aunque no lo esperemos o no nos sintamos con el derecho de recibirlo:
“El sacerdote puede visitar sólo a unos pocos – sacerdotes y monumentos, templos y altares deben esperar a que tú vayas a ellos – y cunado más los necesitas precisamente es cuando no vas a ellos, cuando no te sientes atraído al santuario, cuando la miseria te condena al aislamiento. No así los hijos del Tiempo [aquí se refiere a las festividades]. Ellos no esperan a que vayas a ellos; vienen a ti sin anunciarse y no puedes rechazarlos; son capaces de encontrarte cuando estás inmerso en el ajetreo de la vida o en la plena carrera del disfrute, en la solitaria quietud de la prisión o en la dolorosa cama de la enfermedad.” (II)
Así empieza uno de los ensayos que rab Hirsch publicó en la revista Jeschurun hace más de 100 años. En él explica la dualidad del calendario judío, el simbolismo y la importancia del mes de tishrei para el desarrollo espiritual del individuo. A continuación explicaremos algunas de las ideas que desarrolla en él.
El carácter dual del tiempo y el hombre
Una de las características más extrañas del calendario judío es que se mide de forma lunar y solar al mismo tiempo, ello tiene muchísimas ventajas, con la cuenta lunar el paso de los meses se mantiene estable y se puede deducir en base a los ciclos de la luna, mientras que la cuenta solar le permite a uno hacer los cálculos necesarios para las cosechas. La dualidad del calendario también tiene un aprendizaje para el que decide seguirlo. Rab Hirsch destaca que hay dos formas de contar los años, como hay dos formas de contar el día dentro del judaísmo. Un año comienza en otoño y cierra con el otoño (Rosh Hashaná) mientras que el otro empieza con la primavera y cierra con la primavera (Rosh Jodesh Nisán). Un día comienza con la noche y cierra con la noche y otro empieza con el amanecer y cierra con el amanecer. (III)
Esta dualidad presente en la forma de ver el tiempo también nos recuerda nuestro carácter dual como seres humanos y la existencia en este mundo. Es el contraste entre lo que muere y prevalece, entre nuestra existencia terrena que se acaba y la resurrección de aquello que prevalece en el tiempo. Son imágenes del balance que hay en este mundo entre la vida y la muerte:
“Este doble reconocimiento de los años y los días, ¿no te recuerda a la trompeta de la muerte y la vida, de la aniquilación y la resurrección, de la transitoriedad y la eternidad? ¿No despierta en ti la conciencia viva de tu doble existencia, la combinación de lo terrenal y transitorio con lo divino y perdurable en tu propia naturaleza, en todas tus relaciones, en toda la vida del hombre sobre la tierra?” (IV)
La primer cuenta (otoño a otoño) recuerda la Creación del mundo como tal, mientras que la segunda (primavera a primavera) el nacimiento de la nación de Israel. Para rab Hirsch es un recordatorio al judío que el mundo sin una espiritualidad que lo sostenga a través del tiempo se vuelve un mundo vacío, carente de significado. El otoño es la etapa donde todo muere, aquello que amamos y es terreno está destinado a desaparecer al igual que nuestro cuerpo, el otoño nos recuerda nuestro carácter transitorio sobre este mundo.
Sin embargo, la segunda cuenta (primavera a primavera) nos recuerda exactamente lo contrario. Nos enseña que hay belleza en este mundo, que pese a nuestro carácter transitorio podemos bendecir, podemos disfrutar de lo que nos rodea y encontrar un sentido enriquecedor y bello en ello. Nos recuerda que lo transitorio también es aparente y hay una existencia plena desde otro ángulo, a través de de ver el sentido intrínseco en las cosas que D-os nos da en nuestra vida. En cierta forma nos ayuda a abrazar ese elemento transitorio del mundo a través de reconocer aquel que es eterno, dentro del mismo evento:
“Ay de ti si permites que esta vida transitoria te engañe, si crees que la juventud durará para siempre, que el florecimiento perdurará, que la fuerza no decaerá nunca, que la grandeza es permanente, que la alegría y el placer son inexpugnables, que la riqueza es segura, que la grandeza terrenal es eterna…
Pero ay de ti, por encima de todo, si el espíritu judío no te enseña a vivir la primavera de tus años terrenales, si la tierra se convierte para ti en un cementerio cuyas tumbas te miran por todos lados, en el que la muerte acechante arroja el temor de la extinción sobre todas las cosas, en el que la alegría se convierte para ti en un pecado, el placer en una transgresión y la felicidad vanidad … Pues fíjate en esto: en el espíritu judío, en la santidad judía no hay nada sin valor.” (V)
El objetivo final de la Torá precisamente es dotar de una multiplicidad de sentidos a nuestra vida. Nos enseña a santificar el mundo a través de la construcción de nuestra persona, a través de reconocer la trascendencia entre la realidad y decidir participar en ella: “Su objetivo es enseñarte, en medio de lo transitorio y perecedero, a construir el tabernáculo de tu vida en alegría y felicidad sobre un suelo limpio de engaños e ilusiones.”(VI)
Es a través de la construcción de tabernáculos (de santuarios) donde reconocemos la divinidad de lo que nos rodea y participamos con plenitud del mundo que tenemos frente a nosotros: “Muestra una vida en la que ya aquí, en la tierra, la salvación florece y se instala, y en medio de la tormenta y la noche goza de una perpetua primavera y rejuvenecimiento diurno” (VII).
Ese mundo se construye a través del trabajo espiritual, a través de la acción moral, a través del camino que marca la Torá. Las festividades de tishrei, como nos muestra el gran rabino, nos invitan a construir este camino dentro de nuestras vidas por lo menos durante ese periodo de tiempo y concentran dentro de sí las enseñanzas más importantes para el mismo. En tishrei pasamos del shofar a la sucá, del temblor a la dicha plena, del juicio al encuentro absoluto con D-os. Para lograrlo primero necesitamos deshacernos de las ilusiones falsas que nos atan en este mundo, de aquello que es engañoso y aceptar su carácter transitorio.
Esa es la naturaleza del toquido del shofar son las ilusiones y deseos que se rompen, que debemos abandonar para acercarnos a aquello que consideramos divino, bello, eterno; es romper lo que no somos para encontrar lo que tenemos adentro. Yom Kipur es la enmienda que hacemos, es el regreso, es el mensaje de D-os al hombre que siempre se puede reparar lo que ha sido roto, la eliminación de la culpa y la purificación. Mientras que Sucot es la construcción de ese nuevo espacio desde el ya haber sido purificados, es recibir la plenitud.
Citas
I) “Priest die monuments decay, temples and altars fall to pieces, but time remains for ever and every new-born day emerges fresh and vigourous from its bosom”
II) “The priest can visit only a few – priests and monuments, temples and altars must wait till you come to them – and you are must in need of them precisely when you do not come to them, when you do not feel yourself drawn to the Sanctuary, on when misery dooms you to isolation. Not so the children of Time. They do not wait till you come to them; they come to you unannounced and you cannot refuse them; they are able to find you when inmersed in the busy mart of life or in the full career of enjoyment, in the lonely stillness of the prison or on the painful beth of sickness”
III) “One year commences with autumn, and after ploughing its way through winter to spring and summer it closes with autumn. The other year starts with spring, and although summer is followed by autumn and winter, it leads back again to smiling and rejuvenated spring. In the same way there is one day which begins with night, when the veil of night is spread over the cradle of creation, a day which however great the promise of the rosy dawn and the midday brightness which follows, nevertheless ends again with night; and another day which breaks with the morning and advances to midday and after traversing the shadows of the night leads again to morning.”
IV) “This dual reckoning of the years and days does it not strike you as the trumpet call of death and life, of annihilation and resurrection, of transitoriness and eternity? Must it not ever awaken in you the living consciousness of your dual existence, of the combination of the earthly and the transitory with the Divine and enduring in your own nature, in all your relationships, in the whole life of man upon earth?”
V) “Woe to you if you let this transitory life deceive you if you believe that youth will last for ever, that the blossom will endure, that strength will never wane, that greatness is permanent, that joy and pleasure are unassailable, that wealth is secure, that earthly greatness is eternal…
But woe to you above all if the Jiwish spirit does not teach you the spring-reckoning of your earthly years, if the earth becomes for you a cementery in which graves stare at you from all sides, in which lurking death casts the fear of extinction over everything, in which cheerfulness becomes for you a sin, pleasure a trespass and joy a folly … For mark this: in the Jewish spirit, in the Jewish holiness there is nothing without value.”
VI) “It aims at teaching you, in the midst of the transitory and perishable, to build the tabernacle of your life in gladness and happiness on a soil cleared of deception and illusion.”
VII) “It also pictures the spring paradise as the goal of history, in order to teach of a life upon earth in which there will be nothing transitory, in which everything will be eternal … It teaches of a life in which already here on earth salvation flourishes and makes its home, and in the midst of storm and night enjoys a perpetual springtime and daytime rejuvenation.”
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